Caos En El Imperio. Inmortales

Capitulo 11

Enrique siguió al dueño de la casa, sintiendo intensamente la atenta y sospechosa mirada de Jameson. “Parece que el joven Lord Ellising tiene un buen instinto y percibe que no soy un invitado común”, pensó el emperador para sí mismo.

Durante toda la cena, Enrique notó la mirada desconfiada de Lord Jameson, aunque este hecho no le estropeó el humor. La conversación principal se llevaba a cabo entre Malin y Lord Edward, mientras los demás solo hacían comentarios ocasionales. Enrique disfrutaba observando el comportamiento de Evie, cómo inclinaba la cabeza y lo miraba furtivamente. No podía apartar la vista de la encantadora joven. Evie Ellising captaba la atención del emperador, aunque no estaba claro por qué: tal vez por su indiscutible belleza, o quizás simplemente porque hacía mucho que no se encontraba en la compañía de una mujer. Sin embargo, solo lamentaba que durante toda la velada ella no pronunciara una sola palabra. Enrique concluyó que Lady Evie podría ser tímida, o quizá simplemente ingenua. Pensó que era injusto que una joven de una belleza tan deslumbrante probablemente estuviera privada de la oportunidad de recibir una educación como la de los hombres. Las mujeres de este mundo, independientemente de su estatus social, solo eran educadas en algunos asuntos: la gestión del castillo, la música, el dominio de la danza, el respeto a la autoridad y la obediencia al esposo. Los hombres, en cambio, tenían acceso a todos los mejores conocimientos del mundo.

El emperador valoraba en las personas la erudición, la capacidad de mantener una conversación, la inteligencia, y el pensamiento lógico y analítico. Le interesaba la gente con perspectivas individuales sobre la vida y el mundo, con opiniones propias. Enrique pensó con tristeza que, probablemente, aparte de su lindo rostro y figura, Lady Evie no tendría nada que pudiera atraerlo. Su corazón estaba a salvo. En cualquier caso, el emperador había venido al castillo de los Ellising con un solo propósito: asegurar apoyo a través de una alianza matrimonial. Nada más importaba.

—Durán, ¿puedo llamarte así? —sin esperar respuesta, continuó Lady Rose—. Tienes un color de ojos inusual, verde, es tan único.

—Sí, últimamente muchas personas me dicen eso, aunque siempre pensé que mis ojos eran algo común y sencillo. En realidad, no soy el único con ojos verdes; en la vida me he cruzado con otra persona con ojos esmeralda. Sabes, la gente tiende a desconfiar de lo que ve por primera vez, y eso me entristece. Espero que a ti, Evie, no te moleste el color de mis ojos.

—Lord Kimen, la naturaleza premia a las personas con aquello que merecen. Sinei te ha considerado digno de ese don; ¿cómo podría yo juzgarlo de otro modo? —respondió Evie.

—Mi señora, aún no has respondido a mi pregunta, —dijo el emperador en tono de reproche, decepcionado de que Evie creyera en Sinei.

Enrique solía discutir con su hermana sobre Sinei. Él pensaba que Sinei era solo una religión en este mundo, un modo en que las personas necesitaban aferrarse a algo. La religión ayudaba a la gente a explicar eventos y fenómenos que no comprendían. Para Enrique, una persona que se dejaba influenciar por la religión era débil. Consideraba que el hombre era capaz de construir y dirigir su propio destino explorando el mundo y desentrañando sus misterios. Aunque entendía que, por naturaleza, el ser humano siempre necesitaba creer en algo. Pero, ¿en qué creer? Para él, lo lógico era que las personas creyeran en sí mismas, en sus habilidades y en sus seres queridos. Incluso si alguien creía en Sinei, sus actos no deberían estar controlados por normas religiosas.

Airen le había demostrado repetidamente que en el mundo existía la magia y lo sobrenatural, cosas que escapaban a la comprensión de los demás. Pero Enrique pensaba que las habilidades inusuales de Airen eran simplemente una nueva etapa de la evolución humana, a la que eventualmente llegarían todos. Apreciaba su paciencia para no contrariarla con su visión sobre la religión en este mundo. Airen era educada, sabía de muchos temas, era inteligente, y él nunca se aburría en su compañía. Estas mismas cualidades era lo que deseaba en una futura esposa, pero el deber era prioritario. Enrique recordaba perfectamente el propósito de su visita y centró su atención en Lady Evie Ellising.

—Lord Kimen, tus ojos no repelen; más bien atraen y cautivan. Tal vez esa cualidad es lo que asusta a quienes te rodean. Sabes, tus ojos tienen un brillo que fascina a todos los que te miran. Es imposible leer lo que piensas cuando hablas. Adoptan distintos matices de verde según las circunstancias. Aún no entiendo en qué situaciones cambian los tonos, pero es evidente que tus ojos pueden ser diferentes, —dijo Evie con cautela, como temiendo ofender al invitado.

—Creo que tienes razón y eres muy observadora, Lady Evie, —respondió Enrique, sonriendo, intrigado por la osadía de la joven en su análisis lógico. Evie comenzaba a despertar en él no solo interés físico, sino también el deseo de escucharla y entender lo que pensaba esta hermosa criatura.

Enrique había impresionado a Lady Evie. Su apariencia, en particular sus ojos, le resultaban atractivos.

—Lord Kimen, ¿te quedarás como huésped? —preguntó Evie, sorprendiendo a los presentes.

—Evie, ¿acaso una joven dama puede hacer esa pregunta a un caballero? —reprochó Lady Rose a su hija por su comportamiento inapropiado.

Evie se sonrojó, pero miró a Enrique expectante.

—Con gusto, si Lord Edward no se opone a nuestra presencia.

—Nuestra familia siempre recibe con agrado a viejos amigos, —respondió Edward.



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En el texto hay: pasion, magia, batalla

Editado: 13.11.2024

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