Caos Salvaje

Capítulo 04

ZHANNA

Desperté cuando sentí que la cama se movió; con un poco de confusión me senté en ella. Se suponía que debía estar en el sótano, en la celda que estaba al lado de la de Fyodor. Pero aquí no olía a orina ni a sangre vieja. El aroma era agradable para mi olfato.

Cuando abrí los ojos, una mujer rubia yacía sentada en la cama; alrededor de su cintura poseía un arsenal de varios cuchillos y un arma de fuego. ¿Quién era? ¿Y qué hacía aquí?

—Hasta que despiertas —dijo la mujer. Su cabello rubio apenas rozaba su cuello.

—¿Quién eres tú? —pregunté con la voz rasposa. Sentí cómo mi garganta dolió al hablar en voz alta.

—Soy Adeline y sé perfectamente quién eres tú —aseguró. Se levantó de la cama y extendió las manos hacia mí—. Es hora de que te pongas de pie. No te necesito en una cama, Zhanna. ¿No quieres limpiar tu nombre y que los que han dudado de ti dejen de pensar que lo eres?

—¿Por qué?

—¿Por qué? Que

—¿Por qué quieres ayudarme a limpiar mi nombre?

—No te interesa. Tienes pocos segundos para levantarte de esa cama y seguirme, o puedes quedarte ahí lamentándote de tus fracasos y dejar que quienes han querido verte en una tumba lo logren. Porque eso es lo que sucederá si no demuestras que eres inocente y si no nos ayudas a encontrar a tu esposo. A menos que hayas mentido todo este tiempo y en realidad seas tan culpable como Demyan y Vadim.

Por supuesto que necesitaba limpiar mi nombre y que los culpables paguen por lo que me han hecho sufrir. Me puse en pie, aunque sentí cómo el escalofrío recorrió mi cuerpo. Mi ropa estaba mojada en algunos lugares.

—¿A dónde me llevas? —pregunté. ¿Acaso podía confiar en ella? Quizás ahora mismo me lleve a mi inminente muerte y yo tratando de confiar en ella.

—Necesitarás ropa para lo que pronto harás —respondió—. Aunque por el momento solo necesito tu talla.

No comprendía de qué se trataba esto.

—No comprendo —dije, y no mentía.

—Por ahora no tienes nada que comprender, Zhanna —era ruda para su edad, lo que convencía de que tal vez no tuvo una infancia o adolescencia fácil.

Bajamos las escaleras. No recordaba la forma en la que llegué a este lugar; mis últimos recuerdos se enfocaban en la celda al lado de Fyodor, después comencé a sentir frío y calor al mismo tiempo. Tras eso, no recordaba ningún recuerdo.

Abajo, dos hombres que había visto merodeando el lugar esperaban en la puerta. Katarina se dirigió hacia ellos con los brazos abiertos.

—Los extrañe —escuché susurrar a los dos hombres.

—Nosotros a ti también —dijeron ambos al mismo tiempo. No me atreví a acercarme más. Mantuve mi distancia hasta que Adeline volvió a querer mi atención.

—Vamos, Zhanna, es hora de que seas útil para la mafia —sus palabras tensas me provocaron escalofríos. ¿Cómo una persona pequeña de estatura podría provocar esa reacción en mí?

Me acerqué a ella sin saludar a los hombres; es más, ni los miré y solo me enfoqué en mirar a la mujer que caminaba con pasos sigilosos delante de mí. Adeline pasó por delante de Lev sin voltearlo a mirar. Junto a él, dos pequeños cachorros de tigres jugaban con las hierbas crecientes.

Le mostré una sonrisa tensa. Recordaba lo que me hizo; la fachada de chico amable se había esfumado.

Adeline se movía con rapidez delante de mí. Observé a mi alrededor; algún día tenía que escapar de este lugar. La mujer se detuvo delante de la fortaleza; por primera vez vi la puerta de metal abierta.

No quería volver aquí y Adeline tal vez lo sabía, porque se dio la vuelta para amenazarme.

—No intentes volver a la mansión, Zhanna. Los cachorros de tigres son los únicos que no te matarían, al menos no por ahora. Será mejor que te comportes. Los hombres en la mafia no respetan a las mujeres, y menos si son asustadizas.

No quería ganarme el respeto de los hombres del Boss. Quería largarme de aquí, de Rusia, incluso del continente.

Me mantuve cerca de Adeline cuando entramos a la fortaleza. En el pasillo, varios hombres permanecían de espaldas a la pared. Algo que llamó mi atención fue ver que todos tenían puesta la misma vestimenta. Parecían más jóvenes que los hombres que normalmente veía desde que llegué aquí.

—El uniforme que vas a utilizar está encima de la mesa. Póntelo de inmediato y luego regresas aquí, Zhanna.

Adeline me dio una mirada severa; tenía que obedecerla si pensaba salir de aquí con vida.

—En un momento regreso —avisé con la mirada en alto. No bajé la vista al pasar junto a los hombres. Si eran reclutas, seguro que yo también. ¿Pero por qué la mafia rusa me iba a reclutar a mí, a la esposa de un traidor?

La mesa estaba situada en el fondo, en una esquina. No existía un lugar privado para cambiarme; tendría que mostrar mi espalda desnuda y llena de cicatrices a los hombres y a Adeline. Saqué el paquete de la bolsa; tenía una vestimenta igual que la de ellos, dos números más grandes que mi talla. En el fondo lo agradecía.

Quité los botones de la camisa; antes de quitármela por completo me coloqué la parte de arriba del uniforme, luego bajé los pantalones, mostrando mi ropa interior negra. No me detuve a ver si los hombres me observaban o si la misma Adeline lo hacía. Por último, me puse las botas; parecían militares, pero estas eran más caras.

—Estoy lista —avisé dándome la vuelta; los seis hombres levantaron la mirada hacia mí.

—Bien —dijo Adeline—. Están aquí porque son los mejores hombres que han llegado para ser nuevos integrantes de la mafia rusa.

Fruncí el ceño con desdén. Nunca postulé para ser recluida por la mafia.

—¿Tienes algo que decir, Zhanna?

—No, señora —dije sin medir palabras.

—Como les decía, están aquí para entrenar, para volverse más fuertes de lo que son y para cumplir los objetivos del Boss. Mientras tanto, nos reuniremos en el lugar de entrenamiento. Quieren ver sus habilidades, las de cada uno —los ojos color avellana de Adeline observaron a los seis hombres de reojo y, por último, su vista se posó en mí.




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