Caperucita Roja. 1

Capitulo nueve

CAPERUCITA ROJA

MICHIBLACK

Capitulo 9

Capítulo narrado por Mark

El aire denso y cargado de humedad me golpeaba en la cara mientras corríamos sin rumbo por el bosque. La adrenalina bombeaba en mis venas, y el latido de mi corazón resonaba en mis oídos como un tambor de guerra. Eric iba delante de mí, su respiración pesada y rápida, pero la que me preocupaba era Willow. Había algo en su mirada, una frialdad y determinación que me recordaba a un depredador acorralado. No sabía en qué nos habíamos metido exactamente, pero estaba claro que no éramos los únicos en este juego mortal.

Escapar de la mansión había sido demasiado fácil, y eso me ponía nervioso. No éramos estúpidos; sabíamos que nos estaban cazando. Pero cuando nos adentramos más en el bosque, algo cambió. Los sonidos a nuestro alrededor no eran los de simples hombres persiguiendo a su presa. Eran más feroces, más animales. Los gruñidos y crujidos de ramas parecían de otro mundo.

—¡No podemos seguir corriendo sin un plan! —grité, tratando de que mi voz no revelara el pánico que comenzaba a apoderarse de mí.

Willow giró su cabeza hacia mí, sus ojos brillando con una intensidad que no había visto antes. Siempre supe que era peligrosa, pero en ese momento, comprendí que había subestimado lo que realmente era capaz de hacer.

—¿Tienes una mejor idea? —respondió con un tono cortante que me hizo callar al instante.

Antes de que pudiera responder, Eric se detuvo en seco, levantando una mano para indicarnos que escucháramos. Nos quedamos quietos, intentando no hacer ni el más mínimo ruido. Entonces los vi: las sombras moviéndose entre los árboles, más grandes y más rápidas de lo que deberían ser. Y cuando una de ellas salió de entre los arbustos, supe que estábamos jodidos.

—¡No puede ser! —murmuré, retrocediendo un paso al ver las garras y colmillos de la criatura.

Hombres lobo. Siempre pensé que eran solo leyendas, cuentos para asustar a los niños. Pero esos ojos amarillos y brillantes que nos miraban con hambre eran la prueba de que todo lo que creíamos saber estaba equivocado.

—¡Tenemos que salir de aquí! —exclamé, tratando de mantener la calma mientras mi mente buscaba desesperadamente una salida.

Pero Willow no parecía asustada. Más bien, se veía casi... emocionada. No sabía qué clase de vida había llevado antes de conocernos, pero estaba claro que había cosas de ella que nunca sabríamos.

—No podemos enfrentarlos, no así —dijo Eric, su voz tensa mientras sostenía su arma con manos temblorosas.

—Entonces no los enfrentaremos —respondió Willow con una frialdad que me heló la sangre—. Usaremos el terreno a nuestro favor.

Sus palabras me hicieron sentir un nudo en el estómago. Sabía lo que eso significaba. Éramos cebo, y el bosque era nuestra trampa. Pero no había otra opción.

Corrimos hacia un barranco, la única dirección que nos quedaba. Podía oír a los hombres lobo acercándose cada vez más, sus gruñidos resonando a nuestro alrededor. Y justo cuando pensé que ya no había escapatoria, escuché otros pasos, más rápidos y coordinados. Mafiosos.

No tenía idea de qué lado estaban, pero en ese momento, no importaba. Todos eran enemigos. Todos querían nuestra sangre. Y si moríamos, no iba a ser sin pelear.

—¡A la mierda con esto! —grité, levantando mi arma y disparando hacia las sombras, esperando al menos ralentizarlos.

Los disparos resonaron en el bosque, y uno de los hombres lobo cayó al suelo, aullando de dolor. Pero antes de que pudiera sentirme aliviado, otro grupo emergió de entre los árboles, moviéndose como sombras que acechaban en la oscuridad. No había escapatoria.

Willow se detuvo de repente y giró hacia nosotros. Su mirada era calculadora, fría. No la reconocía. Pero cuando sus ojos se encontraron con los míos, vi algo más. Una chispa de vulnerabilidad, de miedo tal vez, que desapareció tan rápido como había llegado.

—Vamos a hacer que se enfrenten entre ellos —dijo con una seguridad que no dejaba espacio para la duda—. Mientras ellos se matan, nosotros escapamos.

—¿Y cómo demonios vamos a hacer eso? —pregunté, mi voz llena de escepticismo.

Pero antes de que pudiera responder, el primer disparo llegó desde el otro grupo. Los mafiosos estaban disparando hacia los hombres lobo, y en la confusión, algunos de ellos comenzaron a atacarse entre sí. La locura se desató.

Willow no esperó a ver el resultado. Nos hizo señas para que la siguiéramos, corriendo hacia el borde del barranco. No teníamos mucho tiempo antes de que nos alcanzaran.

El borde del precipicio estaba cerca, pero con cada paso que daba, sentía que mis piernas se volvían más pesadas. No podía dejar de pensar en lo cerca que habíamos estado de la muerte, en cómo habíamos sobrevivido hasta ahora. Y en lo que significaría si Willow, Eric, y yo lográramos salir de esta con vida.

Cuando finalmente llegamos al barranco, me di cuenta de lo que Willow planeaba. Si saltábamos, podíamos escapar. Pero era una caída peligrosa, y uno de nosotros podría no sobrevivir. No me gustaba jugar con esas probabilidades, pero era mejor que enfrentar lo que venía detrás de nosotros.

—¡Vamos, salta! —gritó Eric, ya preparándose para lanzarse al vacío.

Willow no lo dudó. Con una mirada rápida hacia los hombres lobo que se acercaban, saltó, desapareciendo en la oscuridad del barranco. Eric la siguió, sin mirar atrás.

Me quedé solo por un segundo, viendo cómo las sombras se acercaban, los gruñidos y disparos llenando el aire. Sabía que no tenía otra opción. Así que, con una última respiración profunda, cerré los ojos y salté, esperando que el destino fuera más amable con nosotros que nuestros perseguidores.

Mientras caía, el aire rugía en mis oídos, y mi estómago se retorcía con la sensación de vacío. No podía ver hacia dónde íbamos ni cuánto faltaba para tocar fondo. Solo el caos de la noche y los ecos de nuestros propios gritos me acompañaban en esa caída.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.