Capítulos Especiales: Parte 1

Capítulo extra: Un peligro latente

En una mazmorra abandonada, un grupo de cuatro aventureros luchaba contra una horda de slimes. Cada slime derrotado dejaba caer frascos con un líquido misterioso.

 

—Esto no funciona. ¡Estos líquidos no nos harán ricos!—se quejó Sarina, una joven con pinta de asesina, lanzando un frasco al suelo y rompiéndolo en pedazos.

 

—Cálmate, Sarina. Tal vez no obtengamos grandes ganancias, pero al menos saldaremos nuestras deudas—dijo el capitán Rud, un hombre mayor que parecía un caballero.

 

—Lo sé, capitán, pero siento que estamos perdiendo el tiempo. Podríamos ir tras presas más valiosas—dijo Sarina, pateando una roca.

 

La roca rebotó contra una pared y activó un mecanismo oculto. El suelo comenzó a temblar y los aventureros entraron en pánico.

 

—¡¿Qué hiciste ahora, Sarina?! ¡No quiero morir sin haber tenido descendencia!—gritó Jaco, el arquero del grupo.

 

—¿Tienes que hablar de eso justo ahora, Jaco?—dijo Sarina, tratando de mantener el equilibrio.

 

—Sunset tiene un mal presentimiento—dijo una maga, refiriéndose a sí misma mientras luchaba por no caer.

 

Para sorpresa de todos, un muro que parecía sólido se abrió, revelando un pasadizo iluminado por antorchas. Todos, excepto Sunset, se llenaron de emoción.

 

—Sunset cree que deberíamos irnos—dijo Sunset, asustada.

 

—¿Estás bromeando? ¡Encontramos un pasadizo oculto! Seguro que hay muchos tesoros—celebró Jaco.

 

—¿Qué opina usted, capitán?—preguntó Sarina.

 

—Creo que deberíamos investigar. Si estaba oculto, es porque esconde algo importante—afirmó Rud, avanzando por el pasadizo.

 

En silencio, los aventureros caminaron por el pasadizo. Sunset no dejaba de mirar a su alrededor, temerosa. Finalmente, llegaron a una gran puerta que empujaron, revelando una cueva.

 

—¿Una cueva? ¿Acaso la mazmorra colisionó con una cueva?—se preguntó Jaco.

 

—Déjame intentar algo—dijo Rud, lanzando una piedra al interior.

 

La piedra encendió las antorchas, revelando docenas de cascarones de huevo del tamaño de una persona. Los aventureros entraron a examinar el lugar.

 

—Parece que sí era parte de la mazmorra—dijo Jaco, observando una gran runa en la pared—. ¿Qué es esto?

 

—¡Capitán, venga urgentemente!—gritó Sarina, arrodillada ante un cascarón de huevo.

 

—¿Qué pasa? ¿Te lastimaste?—preguntó Rud, preocupado.

 

—No es eso. Estos cascarones de huevo parecen de hierro, pero están ¡hechos de platino puro!—exclamó Sarina con alegría.

 

Los demás se acercaron y confirmaron que, efectivamente, eran de platino.

 

—¡Podremos jubilarnos temprano!—afirmó Sarina.

 

—Con todo este platino, viviremos como reyes—dijo Rud—. ¡Tomen todo lo que puedan!

 

Mientras recolectaban los cascarones, Sunset encontró un templo pequeño con un huevo de platino entero.

 

—¡Capitán Rud, Sunset encontró algo!—gritó Sunset.

 

Sus compañeros se acercaron y admiraron el gran huevo de platino.

 

—Este huevo está entero. Significa que hay algo dentro—murmuró Jaco.

 

—¿Qué deberíamos hacer, capitán?—preguntó Sarina.

 

—Es obvio, lo llevaremos con nosotros. Por el tamaño, debe haber kilos de platino, y si hay algo dentro, podremos venderlo caro—Rud guardó el huevo en su inventario—. Ahora salgamos de aquí, no queremos dejar pistas.

 

—Sunset cree que esto es una mala idea—dijo Sunset en voz baja, siguiendo a sus compañeros.

 

Salieron sin darse cuenta de un leve sonido de mecanismos bajo el suelo. Una hora después, un líquido rojizo cayó sobre la runa en la pared, haciéndola brillar. Un portal se abrió, revelando un gran ojo amarillento.

 

—Debo recuperar lo robado—exclamó una voz intimidante.

 

Tiempo después, en una aldea lejana, Rainer, Darius y Liria comían en un restaurante. Darius disfrutaba de unas tostadas francesas, Rainer de un tamal de pollo, y Liria de dos chuletas de jabalí. Los tres parecían completamente tranquilos ese día.

 

—Agradezco que nos saque a comer, maestro—dijo Rainer con una sonrisa.

 

—No tienes por qué agradecer, Rainer. Liria y tú siempre cocinan las tres comidas del día. Quiero que descansen de vez en cuando—aclaró Darius.

 

—Aun así, tomemos esto como una especie de celebración para Rainer. Llevas dos meses en el entrenamiento y solo te queda la prueba de construir el depósito. Estoy muy orgullosa de ti—dijo Liria con alegría.

 

—Es verdad. La hubiera terminado antes si no me hubiera emocionado y hecho todo rápidamente—lamentó Rainer.

 

—Aprendiste una lección importante: la paciencia es una virtud. Hacer algo rápidamente tiene una alta probabilidad de terminar mal—explicó Darius—. Por eso, la mejor forma de trabajar es con paciencia.

 

—Hablando de entrenamiento, los he visto entrenando con espadas de metal y hechizos del elemento de luz. ¿Qué tan avanzado vas, Rai?—preguntó Liria, curiosa.

 

—Creo que he progresado mucho en estos dos meses, pero tengo una duda sobre los hechizos elementales. ¿Cómo soy capaz de generar y absorber la luz?—preguntó Rainer—. Aquella vez contra la reina súcubo lo logré gracias al despertar de mi raza, pero ahora que volví a la normalidad no debería poder hacerlo.

 

—Es raro ahora que lo mencionas—dijo Liria, confundida—. Incluso puedes invocar alas para defenderte o volar.

 

—He intentado replicar la técnica con la que derroté a la reina súcubo, pero no he podido hacerlo—se lamentó Rainer—. Las demás cosas como generar luz, absorber luz, invocar alas, lanzar plumas, sí puedo hacerlas.




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