Caprichos del destino

CAPITULO 1. VAYA INICIO DE CLASES

CAPITULO I.

Vaya inicio de clases 

 

Comenzar el instituto sabiendo que va a ser el último año es maravilloso. El año que viene estaremos en la universidad y todo lo vivido durante estos años pasará al olvido, no es que lo haya pasado mal pero tampoco he tenido mucho tiempo de pasarlo bien. Voy al Institulo "John Quincy Adams" de Barcelona, uno de los mejores instituos americanos aquí en la ciudad, lo que supone que  vienen todos los niños pijos, hijos de empresarios, políticos, estrellas del panorama musical, bueno y yo, que soy becada porque mi madre es la profesora de Literatura Española y Jefa de Estudios del instituto. No me gusta el entorno elitista que existe en centros como este,  ni ellos mismos lo saben, porque no se dan cuenta, pobres niños que han nacido en un entorno privilegiado y ni tan siquiera son muy conscientes de ello. 

Estoy recogiendo la habitación antes de salir de casa porque aunque no padezco transtorno compulsivo obsesivo sí necesito cierto orden para empezar bien el día. Me gusta tenerla en perfecto estado y eso conlleva una cama con el nórdico  bien estirado, la alfombra perfectamente alineada a los pies de la cama y  los cojines  colocados de manera simétrica sobre el cabecero. Tengo  dos estanterías llenas de libros, porque mi pasión es leer, si alguien me preguntara si prefiero salir un sábado noche o saber cómo acaba  la hexalogía de Tracy Wolff no lo dudaba un segundo. Tengo una infinidad de libros, algunos leídos, otros releídos y algunos pendientes de exploración. Quiero estudiar filología inglesa pero caigo fácilmente en cualquier tipo de lectura. Nada como un buen libro y una taza de café, sí, he dicho café, se que soy joven, y con diecisiete años no debería consumir café pero cualquier estudiante sabe que en la época de examenes  es necesario.  Mi habitación es mi sanctasanctórum, todo en tonos azules porque no sólo es mi color preferido sino que además me transmite tranquilidad y la necesito, sobre todo este último año. ¿Os he dicho que es el último año? 

Doblo el pijama, lo dejo  debajo de la almohada. Alineo los zapatos que coloco tras la puerta.  El escritorio, que está al lado de la cama y frente a la ventana, está impoluto, sin una mota de polvo, el portátil con la funda, el cubilete de los bolis en su sitio, la lámpara a la izquierda, hecho un vistado así por encima y creo que ya podría dejar de ordenar porque ya está todo a mi gusto. 

Ahora me vestiré y ya puedo irme.  La verdad es que no sé que ponerme para ir al Instituto en el primer día, tampoco quiero darle mucha importancia porque nunca se la he dado, sí que es verdad que llevamos uniforme, las chicas llevan la típica falda plisada por encima de la rodilla,  de cuadros escoceses azules y verdes,  calcetines largos azules y verdes y el jersey azul navy con el emblema del JQA  en verde, pero yo suelo utilizar el de los chicos, pantalon azul y jersey verde,  primero porque es más cómodo y se agradece en invierno llevar pantalón, y como mi madre es la jefa de estudios pues nadie ha puesto oposición y,  segundo, porque disimulan un poco mi figura que no es tan esbelta como me gustaría.  

Me recojo el pelo en una coleta porque más no puedo hacer. Mi pelo es totalmente ondulado, es decir que no es liso maravilloso ni rizado perfecto, es un quiero y no puedo, pero cada uno ha nacido con  habilidades y yo he nacido con estos pelos, no voy a decir de loca,  porque en el fondo me quiero, pero hay mañanas que lo mejor es ponerse un gorro y arreando. En esta ocasión como aún no hace frío tendré que peinarme de verdad, así que lo mejor es lo que he pensado, una coleta. Me limpio las gafas  de pasta negra y creo que  ya estoy lista, me compraré algo por el camino para desayunar porque si me paro ya no llego a tiempo. 

- ¡Mamá, me voy  que no quiero llegar tarde! - le grito  a mi madre mientras paso por su lado  corriendo hacia la puerta, le doy un beso casi sin pararme  y tras cerrar la puerta me dirijo hacia el bus. 

- ¡Espera,  vamos juntas, te llevo! - me grita mi madre para cerciorarse que la he oido,  con la intención de que no fuera sola al Insti,  pero con  mi edad ya no  apetece llegar al instituto con tu madre, que encima es la profesora de literatura española y jefa de estudios, es mortal,  ya mi vida social escasea por inexistente si llego con mi madre ya puedo pensar en el epitafio de la lápida de este año:  "virgen  de diecisiete años muere de vergüenza  al acompañarla su madre al instituto diariamente". 

Sí,  habéis leído bien, virgen, ¿qué le vamos a hacer? si es que apenas tengo tiempo de hacer pipí, entre las clases, ser  la presidenta del club de organización de los eventos escolares, ser voluntaria de clases de refuerzo de literatura española para estudiantes  no avanzados e intentar hacer deporte porque mi fabuloso metabolismo me obliga no tengo tiempo ni de pestañear. Además no tengo la necesidad de conocer a nadie, no me gusta nadie del instituto, y no tengo la sensación de estar perdiéndome nada, bueno para ser sincera, en ocasiones cuando veo a mis compañeras de clase bailar en los bailes que celebra el  insitituto sí que pienso que quizás mi príncipe todavía no me conoce, no me ha visto o simplemente tiene miopía, pero honestamente no pienso en eso, tan sólo os lo comento. 

Para llegar al Instituto he de coger el bus L26 y  atravesar toda la ciudad, son unas cuantas paradas, lo que supone unos cuarenta y cinco  minutos de trayecto. 

Cuando llego me encuentro el mismo instituto de siempre, con la misma puerta de hierro forjado de siempre y la misma gente, adivinar...la de siempre, pero este año es diferente ¿porqué? porque es el último, y lo digo con todo el júbilo posible. 



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En el texto hay: pasion, amor, teenlove

Editado: 14.02.2024

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