Caprichoso Destino.

Capítulo 3.

El grito de Abby casi la deja sorda, al grado que tuvo que quitarse el teléfono del oído para evitar dicha catástrofe; lo acercó cuando la escuchó tranquilizarse. –Iván es uno de mis favoritos– Maritza enarcó una ceja.

– ¿Uno? No me digas que ya te acostaste con él– Abby rió.

–Para nada, por eso sigue siendo uno de mis favoritos, pero estoy dispuesta a renunciar a él si tú…– Se detuvo de abrupto. –No, espera; mejor no.

– ¿El motivo?

–Digamos que creo que el destino te tiene preparado algo mejor– Maritza no cree lo mismo, pues el dichoso destino no ha podido sacarla del pozo donde la dejó hace años. –Dime una cosa Maritza, si el hombre de tu vida se para frente a tus narices; ¿lucharías por él en una guerra encarnizada y sangrienta? – Maritza frunció el ceño ante el panorama imaginario tan trágico.

–No lo sé.

–Esa no es la actitud, por eso sigues sola– La reprendió con enjundia. – ¡Debes morder a tus oponentes!

– ¿Perdón? ¿De qué estás hablando? – Abby soltó una risa que terminó por desconcertarla todavía más. –Creo que debes ir a dormir.

–Creo que sí, como sea; mientras el destino hace lo suyo, piensa en Iván; pero no demasiado.

– ¡Ajá! – Fue su respuesta. Rufus subió a la cama de Maritza y Abby lo escuchó ronronear.

–Hazlo para que ya metas a tu cama otra cosa que no sea tu gato.

– ¡Ja, ja! – Musitó. –Buenas noches Abby.

–Adiós pequeña con suerte– Maritza no sabe qué rayos le sucede a su amiga, así que ya no agregó nada más. Su mente de inmediato la llevó al joven rubio y atractivo de nombre Iván, quien fue desplazado por aquél hombre que nunca abandona su mente por completo; sus ojos le parecían hermosos y nobles, con un hermoso y común tono café; aunque cuando el sol le daba de frente, sus ojos se volvían un poco más claros y eso le gustaba mucho, también cuando los rayos solares lograban un tono más claro en su cabello oscuro; ella le decía que era como un camaleón porque cambiaba de color y él solamente respondía con esa sonrisa que brillaba más que el sol, y entonces esos hermosos hoyuelos aparecían para conquistarla: ¡De verdad lo amaba! Sorbió por la nariz, sintiendo los ojos húmedos mientras se siente enfadada con ese dichoso destino que la separó del amor de su vida y que no la ha dejado encontrar a otro que pueda llenar el vacío que él le dejó.

 

Se despidió de su madre antes de partir al trabajo, y de su pequeño gato blanco y esponjoso al cual besó, pese a que el animalito no quería recibir sus besos. –Eres un mal hijo Ruru– Empezó a juguetear con él.

–Pensé que se llamaba Rufus– Replicó su madre, añorando que vea al gato como lo que es, deseando que Maritza quiera tener un hijo de verdad.

–Es de cariño.

–Vas tarde– Maritza blanqueó los ojos.

–Me despides de papá.

–Lo haré. Suerte mi amor.

–Adiós mamá.

 

Daven entró al despacho de su padre antes de emprender su camino hacia la empresa. –Buenos días– Lo saludó, el hombre bajó el periódico y le sonrió.

–Buenos días Daven. ¿Ya estás listo?

–Siempre preguntas lo mismo, sé que no confías en mí pero creo que te he demostrado que soy capaz.

–Lo has hecho, y no es que desconfíe de ti hijo– Le ofreció el asiento pero él negó. –Pero eres nuevo en todo esto…

–Llevo más de tres años a tu lado.

–La veterinaria y los negocios de verdad son cosas distintas.

–Animales distintos dirás– Sonrió con malicia. Álvaro negó con la cabeza.

–No Daven, y estoy hablando muy enserio porque de verdad me preocupo por ti.

–Lo sé y lo agradezco– Repuso más relajado.

–Desayuna conmigo antes de que te vayas– Pidió sabiendo que su hijo comprende sus preocupaciones.

–Lo lamento pero ya desayuné con la dueña de mi corazón– Álvaro asintió comprensivo.

–Bien, te deseo buena suerte y ya sabes que puedes consultarme para lo que quieras, y sino está Antonio para ayudarte.

–Lo sé, y tu abogado también– Añadió inconforme; Álvaro asintió, pues conoce muy bien la relación entre ambos así que prefiere no inmiscuirse más de lo necesario. –Nos vemos más tarde papá– Lo besó en la mejilla antes de irse, haciendo feliz el corazón de un hombre que creía haberlo perdido todo.

 

Maritza llegó antes que sus dos compañeras como lo hizo el día anterior; de inmediato comenzó a preparar su área de trabajo y a adelantar los pocos pendientes que habían quedado. Una serie de taconeos la hicieron levantar la vista hacia el sonido. –Hola– Abigail le tendió uno de los vasos que lleva en la mano.

–Muchas gracias, no tenías que molestarte– Añadió apenada.

–Para eso estamos las amigas– Maritza no pudo evitar levantar las cejas ante aquella afirmación. –Es lo que me dijo mi novio– Maritza frunció el ceño.

–No entiendo, ¿qué te dijo?

– ¿Para qué aplazar lo que tarde o temprano va a suceder? – Maritza no sabe cómo tomar dicha información y ahora cree que Abigail es demasiado… ¿ingenua? –Y creo que seremos buenas amigas, tú me caes muy bien.

–Sí claro, también me caes bien… Y coincido con tu novio en esta ocasión– Abigail sonrió agradecida.

Eleonor llegó junto al abogado, el señor Peterson; ambos se sonrieron y por un breve instante parecieron muy cercanos, o al menos es lo que Maritza logró distinguir. Eleonor le dedicó una mirada peculiar, como si le advirtiera que no se meta con ella, mientras el abogado saludó con cordialidad como siempre, sin reparar en sus secretarias. – ¿Te diste cuenta? – Preguntó Abigail.

–No, ¿de qué? – Prefiere no meterse en problemas, sobre todo por algo que realmente no tiene importancia para ella.

–Que reían con cierta confianza. En esta empresa verás de todo– Le advirtió. –Sobre todo los viernes en la noche, cuando salimos a beber unos tragos; por cierto, te invito– Para Maritza su compañera es como una caricatura; algo casi irreal.




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