Caprichoso Destino.

Capítulo 5.

Obligatoriamente todo tuvo que ponerse en marcha de nuevo; la voz de Bárbara le llegó poco a poco, al igual que sus movimientos corporales. Volteó hacia la mujer. – ¿Y qué opina al respecto señor Carter? – Daven volvió la mirada hacia Maritza una vez más.

–Me gustaría entrevistarla a usted primero, señorita– Instintivamente bajó la mirada hacia su mano izquierda para comprobar que no esté casada o comprometida. Maritza apenas y realizó un gesto. –Acompáñeme por favor– Se hizo a un lado y le señaló el camino con un gesto de la mano. Maritza titubeó antes de moverse ya que sintió marearse; aún así logró mantener el equilibrio y avanzar hacia Daven, quien abrió la puerta para ella y le cedió el paso.

Recorrieron el pequeño pasillo en silencio, hasta que llegaron a la oficina de él. –Por favor tome asiento– Pidió, señalando una de las sillas frente a su escritorio, mientras él está en busca de un poco de agua, bebió sin más porque siente la boca seca; después se giró hacia ella. – ¿Quiere algo de beber?

–No gracias– Respondió desde su asiento, mientras permanece casi inmóvil. Daven la observó un instante más antes de acercarse y tomar su lugar al otro lado del escritorio; observó las carpetas que ya reposan sobre éste y posó la mano sobre la que tiene el nombre de Maritza pero enseguida la apartó, alzando la mirada hacia ella.

– ¿Cuál es su nombre? – Maritza pasó saliva y casi se le cae una lágrima de los ojos; bajó la mirada inmediatamente, ocultándola de él.

–Viene escrito en la carpeta que usted iba a tomar y que dejó a último momento– Daven realizó una sonrisa diminuta. Ella alzó la mirada hacia él, luciendo repuesta en su totalidad.

–Maritza Benson Adams– Dijo tomando la carpeta que contiene su información y la abrió de inmediato. –Está usted soltera– Soltó sin tapujos, incomodándola a gran escala.

–Sí, y también dice que hago esculturas de barro– Empezó a mover la pierna con ansiedad. –Y que no soy experta en nada de lo que usted seguramente necesita.

–Eso es lo de menos. Quiero una asistente, no una química nuclear– Maritza se mordió la esquina del labio inferior mientras él sigue hojeando su expediente.

–Aún así…– Se quedó callada cuando él volteó a verla fijamente. Se prendió de inmediato a su imagen en general pero se obligó a desviar la mirada lo más pronto posible. –No creo que yo…

–Está contratada señorita Benson.

–Ni siquiera me ha entrevistado.

–No me hace falta, sé que es capaz– Cerró la carpeta y la puso a un lado, (sobre las demás). La interrumpió cuando vio su intención de replicar; le mostró otra carpeta. –Este será su salario, prestaciones y demás. Puede revisarlo con completa calma– Se puso de pie. –La dejo sola un momento y espero que tome la mejor decisión señorita Benson– Se detuvo a su lado pero respetando las distancias. –Sé que su padre lo necesita– Maritza abrió más grandes los ojos. Se quedaron en silencio, y él permanece ahí porque nota sus intenciones de decirle algo.

– ¿Y usted cómo…? – Se le ahogó la voz.

–Bárbara me lo comentó, y opino lo mismo que ella; así que realmente espero que quiera trabajar a mi lado.

– ¿Está seguro que quiere trabajar conmigo señor…? ¡Carter! – Pronunció aquel apellido con vehemencia, ya que nunca le había parecido algo familiar. Daven se dio cuenta de la conmoción causada pero no dijo nada al respecto, centrándose en lo que considera más importante ahora.

–Sí, estoy completamente seguro de que quiero… ¡Trabajar con usted! – Recalcó con la intención de no dejar hilos sueltos. Maritza bajó la mirada. –Con permiso señorita Benson– Como ella no respondió ni alzó la mirada, salió de inmediato de aquella oficina, que sin importar lo espaciosa que sea, lo está asfixiando.

Maritza observó mayormente la cantidad que se convertiría en su nuevo salario, mil veces más de lo que iba a ganar como la secretaria de la secretaria de la secretaria; lanzó un suspiro sabiendo que sin importar cuál sea su decisión, va a lamentarlo mucho.

 

Abby se escabulló de su trabajo lo más pronto posible, negociando con su nuevo jefe inmediato un par de besos que le permitieron escaparse, (con la promesa de algo más). Sabía que Maritza iba a necesitarla más que nunca; y aunque ella actuó mal para muchos criterios, también cree que actuó bien para algunos corazones que comprenden que en el amor no se manda; y cree firmemente que no hay peor lucha que la que no se hace.

 

Encontró a su mejor amiga sentada en una banca del parque, debajo de un hermoso y frondoso árbol de hojas verdes y radiantes; se dejó caer a su lado, esperando cualquier cosa. El silencio se coló entre ellas pese a todo el bullicio del parque en general y sus alrededores. –Tú lo sabías– Murmuró.

–Quería ayudarte, no solamente con el tema del dinero sino también con…– Se quedó callada, intentando ser prudente. –Y de verdad espero que…– Maritza negó de tal manera que le provocó un nudo en la garganta. Abby la abrazó y ella empezó a llorar. –Si te trató mal, te juro que voy a…

–Fue amable– Volteó a verla. –Respetuoso y muy distante. Como se trata a un completo extraño.

–Lo lamento Maritza, no sé qué ocurrió.

–No importa– Se limpió las lágrimas con la mano.

–Supongo que lo único que logré fue empeorar las cosas; no sólo terminé de destrozar tu corazón sino que ahora…– Sus ojos oscuros se llenaron de lágrimas ante el error que ha cometido. –Perdóname Maritza, de verdad que sólo quería ayudarte pero fui muy tonta– Su amiga le sujetó la mano en señal de perdón.

–Sé que quisiste hacer lo mejor, te conozco desde siempre– Lanzó un suspiro y se quedó callada.

–Supongo que ahora ni siquiera estarás en la empresa, ¿verdad? Pero juro que voy a ayudarte a conseguir trabajo y también económicamente– Maritza volvió a sollozar, haciéndole sentirse más culpable. –Maritza…– La abrazó de nuevo.




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