Caprichoso Destino.

Capítulo 6.

Al parecer desde el día anterior algunas cosas han cambiado; entre ellas el lugar de una fotografía pasada, la cual fue sepultada en un pequeño cofre que ahora está guardado en lo más recóndito de un armario. 

 

Por lo visto los cambios serán constantes al menos en este día; ya no hubo necesidad de bajar en el quinto piso, pues ahora su destino está en las alturas; sentido contrario a sus ganas de llegar y empezar con su nuevo trabajo junto a… “El señor Carter”. Cuando las puertas del ascensor se abrieron, vio a una de las secretarias. –Buenos días– Saludó. La mujer alzó la mirada hacia ella; una mirada un tanto peculiar.

–Hola, buenos días; supongo que eres la nueva asistente.

–Lo es– Dijo una voz detrás de ella. Maritza se giró hacia Bárbara. –Hola Maritza.

–Hola señora Bárbara– Esta vez no la corrigió.

–El señor Carter ya está esperándote– Maritza enarcó las cejas; ella procuró llegar diez minutos antes. –Y se encargará de enseñarte todo lo necesario, así que ya puedes ir a su oficina– Maritza asintió un tanto incómoda, ya que en esta ocasión la mujer luce muy distante con ella; supone que debe ser porque se quedó con el trabajo sin siquiera habérselo ganado realmente.

–Con permiso– No recibió respuesta de ninguna y se encaminó lo más pronto posible a la oficina de Daven; aunque realmente no espera encontrar paz, tranquilidad y nubes rosas, sino todo lo contrario.

 

Apenas escuchó un golpe sutil al otro lado de la puerta, su corazón se aceleró de inmediato, pero se propuso tranquilizarse. –Adelante– Maritza abrió despacio la puerta, como si ésta pesara demasiado para ella.

–Buenos días señor Carter– Saludó apenas observándolo un par de segundos antes de clavar la mirada en el suelo. Él frunció el ceño ante su timidez, pero comprende el motivo.

–Buenos días señorita Benson– Se puso de pie y se acercó a ella, pero marcando una distancia más que prudente; abismal. – ¿Qué tal se encuentra?

–Bien. ¿Y usted?

–Muy bien, gracias por preguntar– Se aclaró la garganta. –Mi antigua asistente, Kim, dejó muchas cosas en orden; realmente era extraordinaria– Dijo con intención de reconocer el esfuerzo de su ex asistente pero sin intención de ofender a Maritza. –Así que va a facilitarle mucho las cosas; o eso creo yo– Sonrió amable pero ella ni siquiera le dedica una mirada de lleno. –De verdad espero que no se le dificulte organizar mis citas y seguirme el paso.

–Pondré todo mi empeño.

–Lo sé– El silencio se coló escasos segundos; Daven se apartó de ella y se dirigió a su escritorio. –Por favor acérquese– Ella lo hizo mientras él pone sobre éste, tres agendas de piel de distintos colores, (negro, rojo y azul marino). –Puede empezar a revisar las agendas y a organizarlas– Maritza asintió, tomando primero la agenda color negro.

–Agenda laboral– Leyó en voz baja; después se hizo de la agenda azul marino y leyó: –Agenda personal– Daven despegó la mirada de una serie de documentos y observó la agenda azul en sus manos.

–Yo mismo me encargaré de esta agenda– Dijo quitándosela de las manos inmediatamente. Maritza expresó desconcierto por su actitud pero no dijo nada.

– ¿Y la agenda roja?

–Esa sí puede llevarla– Ella la tomó y leyó; “lista negra”.

– ¿Lista negra en una agenda roja?

–Creo que hace un excelente contraste– Ella asintió y sonrió. Daven se quedó prendado de dicha sonrisa; esquivó su mirada justo a tiempo. –Kim organizó los nombres que deben estar ahí, ya iremos trabajando con el resto sobre la marcha.

– ¿Y por qué los puso aquí? Claro, si es que puedo saberlo.

–Sí, es usted mi asistente– Contuvo el aire por un momento. –Y no me gustaría guardarte secretos– Maritza fue invadida por un escalofrío que le acarició los brazos y la espina dorsal ante dichas palabras. Él continuó antes de que ella lo hiciera, ya que vio su intención y el brillo en su mirada. –Creo que debemos empezar a trabajar, lo último que recuerdo es que Kim me dijo que tenía una comida con uno de los socios, por favor revíselo y manténgame al tanto. Ya le explicaré después el por qué de la lista negra– Maritza asintió.

–Claro, enseguida lo reviso.

–Puede pasar al área donde trabajaba Kim– Maritza asintió y se retiró, sabiendo que su lugar está cerca de la oficina principal, en un pequeño espacio donde afortunadamente estará sola. Daven sabe que tiene que controlar lo que dice, no puede simplemente desbaratar lo que quizá con esfuerzo se ha logrado; y no se preocupa precisamente por él, sino por ella y por Clarise. Abrió su agenda al recordarla, antes Kim controlaba a Clarise sin mucho éxito, pero fue mucho más eficiente que su anterior asistente; quien terminó renunciando por culpa de su preciosa e insoportable novia. –Sí que tengo un lío ahora– Murmuró con la agenda abierta; y aunque Clarise no es su único conflicto, sí es el mayor.

– ¡Vaya! Hasta que mi hermoso novio se digna a llamarme.

–No digas eso por favor, me haces quedar como el malo del cuento.

–Y lo eres Daven. Dime, ¿me extrañas? – Vaciló un momento.

–Sí. Quiero mover nuestra comida, tengo una reunión muy importante y no puedo cancelarla.

–Voy para allá– Se puso helado y blanco como un papel.

–No hace falta, ya voy de salida y llamaba para decirte eso.

– ¿Y entonces qué hago ahora?

–Quizá atender tu trabajo, señorita– Ella rió.

–Ser la hija del dueño me brinda muchas ventajas.

–A mí no.

–Álvaro sólo es estricto contigo porque eres hombre, si yo fuera su hija me consentiría demasiado.

–Lo creo.

–Entonces sólo me tienes envidia; porque sepa usted que yo también trabajo, pero igualmente me doy mis escapadas para verlo a usted– Él sonrió. –Quiero que hagas lo mismo.

–Voy a hacerlo, te visitaré más seguido. ¿Qué te parece? – Clarise se entusiasmó de inmediato.




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