Captive Of The Pact

Prólogo

Prólogo

"La violencia, cuando no está canalizada, se convierte en tragedia."

Mario Puzo (autor de El Padrino)

Salvatore Rossi (Edad: 10 años)

14 de octubre de 2000 – Nápoles, Italia
En el pasado

El aire de la noche me daba en la cara, me estaba despeinando el cabello y el frío recorrió mi columna, erizándome. La mansión estaba oscura y solo alumbrada por las luces. Los hombres más allegados a padre se fueron con él para verificar qué pasó, ya que recibimos un ataque de la Yakuza. Me encontraba en el campo de tiro, donde practico puntería con mi pistola. Padre me prohibió esta noche ver película con mi mamá y mi hermanita pequeña. Dice que el futuro Don no se puede permitir perder tiempo en tonterías. Me hubiera gustado quedarme con ellas, pero decidí mejor practicar puntería para que padre pueda sentirse orgulloso, en vez de quedarme en la mansión sin poder ir a la habitación de mamá. Aunque ella intentó convencer a padre, él se negó rotundamente.

Un disparo resuena en el aire y mi corazón se acelera, y más disparos dirigidos a la mansión. Tuve un mal presentimiento. Lo único que puedo pensar es en mi madre y hermana, debí quedarme adentro, era mi responsabilidad, tuve que pensarlo, sabía que la Yakuza acaba de atacar uno de los almacenes. Soy un imbécil. Corro lo más rápido posible, que siento que los pies me arden de tanto correr, cada paso que doy es más pesado que el anterior. Entró rápidamente y veo a unos diez hombres en el piso de las habitaciones. Me dirijo directamente y por otro camino a la habitación, paredes blancas de mármol, mientras me adentro en el pasillo, y finalmente llego. Una puerta elegante de madera está abierta. Veo la forma de un hombre de espaldas. El olor a sangre me llega a la nariz y me produce náuseas, y un dolor me atraviesa el pecho. Espero que salgan las lágrimas y nunca aparecen, sino que otro sentimiento: rabia, dolor e ira. Entro y todo me comienza a marear, pero me mantengo firme, y hay demasiado ruido en mi cabeza. Y entonces los veo: sus cuerpos tirados en el suelo, sin vida, cubiertos de rojo. Esto no puede estar pasando. Muy pronto iba a ser el cumpleaños número tres de mi hermana y estábamos emocionados. Las mataron, y es mi culpa, mi maldita culpa. Soy un monstruo. Merezco morir.

― ¡Mamá! ―un grito desgarrador sale de mi garganta que se siente seca y áspera. No tengo tiempo para reaccionar cuando el hombre se gira y me dispara directamente en el pecho. Siento la bala rompiéndome por dentro, pero ningún dolor es comparado con el hecho de que estén muertas. Espero lágrimas otra vez, pero igualmente no salen. Caigo al suelo, pero las balas no se detienen. Cuatro balas más estallan en mi pierna derecha. Es imposible ya sentir dolor del que tengo o la ira que tengo contenida. Todo es borroso y confuso, los sentimientos predominan mi cabeza. Creo que voy a morir. Debo morir. Es lo mínimo que merezco. Escuchó un disparo, la cabeza del bastardo explota, la sangre me salpica el rostro. Aunque esté mareado y sea borroso, lo veo todo claramente, y la sombra de padre aparece. Lo veo en la puerta. Tiene los ojos llenos de algo que nunca le había visto: dolor, culpa y rabia. Me cuesta respirar, me cuesta pensar. Pero juro, mientras todo se vuelve oscuro, que si sobrevivo será para vengarlas y pagar mi castigo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.