Capuccino de amor.

Ausencia.

Después de la celebración, cuando Laura finalmente llegó a su apartamento, se sintió agotada tanto física como emocionalmente. Se quitó el vestido y se puso algo más cómodo antes de desplomarse en la cama. Justo en ese momento, su teléfono sonó. Era Martina.

—Hola, Martina —contestó Laura, intentando sonar animada.

—¡Hola, Laura! ¿Qué tal fue la celebración? ¿Ya estás oficialmente comprometida? Honestamente, pensé que veríamos el fin del mundo antes de verte comprometida —bromeó Martina con una sonrisa.

Laura respiró hondo, tratando de ordenar sus pensamientos antes de responder.

—¡Ay, Martina! Pues sí, ya es oficial, estamos comprometidos. Te lo juro, aún no me lo creo —respondió Laura, riendo—. Daniel preparó todo, fue muy bonito. Todos parecían tan felices…

Martina percibió la vacilación en la voz de Laura.

—Pero… ¿Y tú? ¿Estás feliz?

Laura suspiró, sintiendo el peso de sus propias dudas.

—Es complicado, Martina. Debería estar feliz, esto es algo que siempre quise. Pero no puedo dejar de sentir que algo falta, que no estoy siendo completamente honesta conmigo misma.

Martina, siempre la amiga comprensiva, le dio un momento para procesar sus pensamientos antes de hablar.

—Laura, es normal sentir dudas, especialmente en un momento tan importante. Pero tienes que asegurarte de que estás haciendo esto por las razones correctas. ¿Te sientes segura sobre tu decisión?

Laura se quedó en silencio por un momento, pensando en sus sentimientos por Miguel y las palabras de su madre.

—No lo sé, Martina. Estoy comprometida con Daniel, y quiero que funcione. Pero también hay cosas que no puedo ignorar. Miguel… él me hace sentir de una manera que no había sentido antes.

Martina asintió, aunque Laura no podía verla.

—Laura, tienes que ser honesta contigo misma y con Daniel. Esto no se trata solo de una boda, se trata de toda tu vida. Si necesitas tiempo para aclarar tus sentimientos, tómalo. Es importante que entres en este compromiso con el corazón claro.

Laura asintió, sintiéndose un poco más aliviada al haber compartido sus pensamientos con Martina.

—Gracias, Martina. Realmente necesitaba escuchar eso. No es fácil, pero haré lo que tenga que hacer para estar segura.

—Siempre estaré aquí para ti, Laura. No importa lo que decidas, te apoyaré.

Laura, sintiéndose un poco más tranquila después de hablar con Martina, de repente recordó algo importante.

—Oye, Martina, ¿por qué no estabas en la celebración? Me sorprendió no verte allí.

Martina soltó una pequeña risa antes de responder.

—Bueno, ya sabes que no soy exactamente de Daniel su persona favorita. Pero hey, ¿quién necesita una fiesta cuando puedo pasar la noche con mi gato y una botella de vino? ¡Mucho mejor compañía!

Laura no pudo evitar reírse ante el comentario de Martina. Su amiga siempre sabía cómo hacerla sentir mejor con su humor.

—No puedo creer que no te invitara… Me duele escuchar eso, Daniel me dijo que te había invitado, pero gracias por hacerme reír.

Martina suspiró, aun con una sonrisa en su voz.

—Sabes que siempre estaré aquí para ti, incluso si no soy del agrado de Daniel. No te preocupes, la fiesta se veía algo aburrida de todas formas. Aunque, me hubiera encantado ver tu hermoso vestido y celebrar contigo.

Laura se sintió un poco más reconfortada sabiendo que tenía una amiga tan leal y comprensiva.

—Gracias, Martina. De verdad, no sé qué haría sin ti. Prometo que la próxima vez, serás la primera en la lista de invitados y yo misma te haré la invitación.

Martina se rio de nuevo.

—Claro, claro. Pero la próxima vez, asegúrate de que haya una buena selección de quesos y vino, o no pienso asistir.

Laura sonrió, sintiéndose afortunada de tener una amiga como Martina en su vida.

✧─── ・ 。゚★: *.✦ .* :★. ───✧

Han pasado semanas desde que Laura visitó la cafetería por última vez, y el ánimo de Miguel se había visto claramente afectado. Cada día, esperaba verla cruzar la puerta y pedir su capuccino, pero cada día se encontraba con la decepción.

Sus amigos, Lola y Pedro, notaron el cambio en él. Una tarde, mientras el café estaba relativamente tranquilo, Pedro decidió abordar el tema.

—Oye, Miguel, ¿todo bien? Te he notado un poco apagado últimamente. —Pedro se acercó a él, con una expresión de genuina preocupación.

Miguel suspiró, tratando de no dejar ver la tristeza en su rostro.

—Sí, todo bien. Solo he estado pensando en algunas cosas.

Lola, que estaba cerca de ellos, observó la conversación con atención, sintiendo una punzada de celos que trató de ocultar, desde hace unos días había notado ese cambio.

—Vamos, Miguel, somos tus amigos. Puedes decirnos lo que te pasa —insistió Pedro, tratando de animarlo.

Miguel dudó un momento antes de hablar.

—Es Laura. No ha venido en semanas y… no puedo evitar sentirme preocupado. Extraño verla aquí.

Pedro asintió, comprendiendo la situación. Por otro lado, Lola sintió que sus sospechas se confirmaban. Su corazón se llenó de una mezcla de tristeza y celos, aunque no dejó que se notara en su expresión.

—Entiendo. Quizás simplemente está ocupada o ha tenido algo que hacer. Tal vez darle tiempo, ya vendrá. No deberías preocuparte tanto —sugirió Pedro, intentando ser pragmático.

Miguel trató de justificarse, sabiendo que sus amigos lo entenderían.

—Lo sé, pero Laura ha sido una clienta fiel durante tanto tiempo. Quiero creer que está bien y no que le haya pasado algo malo.

Pedro esbozó una sonrisa pícara y decidió bromear para aliviar el ambiente.

—Amigo, lo que pasa es que te han flechado pero bien. Estás como un Romeo sin su Julieta, esperando a que entre por esa puerta y te saque de la miseria.

Miguel no pudo evitar reírse ante el comentario, aunque sabía que había algo de verdad en las palabras de Pedro.

Lola, por su parte, decidió intervenir, aunque con un toque de sarcasmo para disfrazar sus celos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.