Laura miraba por la ventana de su apartamento, observando el pasar lento de las nubes. Llevaba semanas evitando la cafetería donde solía trabajar Miguel. Trataba de calmar su mente, respirar hondo y enfocarse en su compromiso con Daniel, pero la tensión no se desvanecía.
El peso del anillo en su dedo se sentía como una cadena. Las risas compartidas con Miguel, sus conversaciones profundas, la forma en que él la hacía sentir vista… todo se mezclaba en su mente, formando una maraña de sentimientos y dudas.
Se miraba al espejo, buscando a la Laura que sabía lo que quería, la Laura segura y decidida. Pero lo que encontraba era un reflejo lleno de incertidumbre. No sabía si seguir el camino que había planeado o explorar esa conexión emergente que tenía con el barista.
Cada día que pasaba sin verlo, el vacío se hacía más grande. Se sentía atrapada entre dos mundos, incapaz de elegir. La crisis de identidad la abrumaba, preguntándose si había perdido el rumbo.
No podía seguir así. Necesitaba enfrentar sus miedos y tomar una decisión, aunque aún no sabía cuál sería, su inseguridad no le permitía ver más allá.
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—Mamá, no sé qué hacer. Me siento tan confundida —dijo Laura, con la voz temblorosa, mientras sostenía una taza de té.
Clara la había visitado esa tarde para pasar el día juntas, la mujer la miró con una mezcla de preocupación y comprensión.
—¿Qué es lo que te tiene tan angustiada, hija? —preguntó, tomando la mano de Laura.
Laura suspiró profundamente, tratando de encontrar las palabras adecuadas.
—Es todo, mamá. El compromiso con Daniel, la tensión que siento, y… —las lágrimas se asomaban en sus ojos.
Clara la observó con una mirada perspicaz, como si pudiera ver a través de su alma.
—Laura, ¿estás enamorada de alguien más? —preguntó suavemente, sin juzgarla.
Laura se quedó en silencio, sintiendo que su corazón se aceleraba. No quería admitirlo, pero sabía que su madre tenía razón.
—No lo sé, mamá. Solo sé que cuando estoy con Miguel, me siento viva, comprendida de una manera que no siento con Daniel. Pero también amo a Daniel y no quiero lastimarlo —respondió Laura, con la voz quebrada.
Clara la abrazó con ternura, tratando de consolarla.
—No puedo dejar de pensar en él. Me hace sentir cosas que no debería sentir estando comprometida —confesó Laura, con lágrimas en los ojos.
—Hija, el amor es complicado y a veces nos lleva por caminos inesperados. Lo importante es que seas honesta contigo misma y con los demás. No puedes seguir viviendo con esta confusión. Tómate el tiempo que necesites para aclarar tus sentimientos y tomar una decisión que te haga feliz —le aconsejó Clara, con sabiduría.
Laura asintió, sintiendo un poco de alivio al haber compartido sus sentimientos con su madre. Tomó un sorbo de su té, intentando encontrar las palabras adecuadas para continuar la conversación con su madre.
—Mamá, hay algo más que debo decirte —dijo Laura, con un suspiro—. Mi relación con Daniel está igual, si no peor, que antes del compromiso. Casi no nos vemos, y cuando lo hacemos, apenas hablamos de algo que no sea su trabajo.
Clara la miró con empatía, acariciando suavemente su mano.
—Hija, eso suena muy difícil. ¿Cómo te sientes al respecto? —preguntó Clara, preocupada.
Laura dejó escapar un suspiro profundo, como si estuviera soltando un peso que había estado cargando por mucho tiempo.
—Me siento sola, mamá. Estoy comprometida, pero a veces parece que solo soy yo en esta relación. Quiero que las cosas funcionen con Daniel, pero no sé cuánto tiempo más puedo seguir así. Y quizás sea esto que me tiene así, la soledad me está haciendo ver o sentir cosas —confesó Laura, con lágrimas rodando por sus mejillas.
Clara la abrazó con fuerza, tratando de brindarle consuelo.
—Laura, el amor y las relaciones son complicados. No hay respuestas fáciles, pero mereces ser feliz y estar con alguien que te valore y te haga sentir plena. Tal vez sea momento de hablar con Daniel sobre cómo te sientes y ver si pueden encontrar una solución juntos. Y sobre Miguel, tienes que ser honesta contigo misma sobre lo que realmente quieres —le aconsejó Clara, con ternura.
Laura asintió, con temor. Sabía que tenía que enfrentar sus sentimientos y hablar con Daniel, pero la perspectiva de hacerlo la asustaba.
Clara miró a Laura con ternura, pero también con una seriedad que rara vez mostraba, pero necesitaba sacar lo que por tanto tiempo ha estado guardando.
—Laura, sé que siempre he intentado ser respetuosa con tu relación y no interferir. Pero necesito ser honesta contigo. Nunca me ha caído bien Daniel, y no es porque le tenga manía o algo así. Es porque nunca ha hecho un esfuerzo por fortalecer los lazos familiares. Siempre ha sido distante, y no parece preocupado por integrarse en la familia. Nunca le he hecho mala cara, siempre he intentado ser amable y acogedora, pero él sigue igual —dijo Clara con suavidad.
Laura asintió, entendiendo de dónde venía su madre.
—Lo sé, mamá. Siempre me he dado cuenta de eso, pero intentaba no darle importancia. Pensaba que con el tiempo, Daniel cambiaría y se abriría más a nuestra familia —respondió Laura, sintiendo una mezcla de tristeza y resignación.
Clara le apretó la mano, dándole fuerzas.
—Mereces estar con alguien que valore no solo a ti, sino también a tu familia. Alguien que quiera ser parte de tu vida en todos los sentidos. No te estoy diciendo que termines tu relación con Daniel, pero quiero que reflexiones sobre lo que realmente deseas y lo que te hace feliz —le aconsejó Clara.
Clara miró a Laura con una mezcla de preocupación y curiosidad. Sabía que su hija estaba pasando por un momento difícil y quería ayudarla a aclarar sus pensamientos.
—Laura, me has hablado mucho de Miguel. ¿Qué es lo que realmente sientes por él? —inquirió la mujer con suavidad.