Capuccino de amor.

Vivir juntos.

Laura se encontraba en su apartamento, mirando el reloj de la pared que marcaba las 10:00 p.m. Daniel aún no había llamado ni enviado un mensaje, habían pasado unos meses desde que se comprometieron y ella evitaba ir a la cafetería.

Cada vez que intentaba hablar con él sobre sus planes de boda o simplemente compartir un momento juntos, Daniel siempre tenía una excusa. “Reunión de trabajo,” “Cena con los clientes,” o “Estoy agotado, hablemos mañana.” Laura empezaba a sentir que su relación se convertía en una rutina monótona una vez más.

Una noche, después de una larga espera, Laura decidió llamarlo. Daniel respondió con voz cansada:

—Lo siento, Laura, ha sido un día muy largo.

Laura intentó ocultar su frustración.

—Daniel, hemos estado tan distantes últimamente. Necesito sentir que todavía te importo, que somos una prioridad para ti.

Daniel suspiró y se pasó la mano por el cabello, visiblemente cansado.

—Lo siento, Laura. Tengo muchas cosas en la cabeza. Prometo que en cuanto termine este caso, todo será diferente.

Pero Laura sabía, en el fondo, que estas promesas eran como susurros en el viento, sin garantía de cumplirse. Colgó el teléfono y se sentó en el sofá, sintiendo un vacío que seguía creciendo. La chispa que una vez había encendido su relación parecía desvanecerse, y no sabía cuánto tiempo podría soportar más esa sensación de olvido.

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Unas semanas después de esa llamada, Laura y Daniel se encontraron en una cafetería, la favorita de él, un soleado sábado por la mañana. Habían decidido aprovechar el fin de semana juntos, intentando recuperar la conexión que sentían que se estaba perdiendo. Entre sorbos de café y risas forzadas, Daniel tomó una respiración profunda, como si estuviera preparando algo importante.

—Laura, he estado pensando… ya estamos comprometidos, ¿por qué no nos mudamos juntos? —Daniel propuso con una sonrisa nerviosa, esperando su reacción.

Laura se quedó en silencio por un momento, sorprendida por la propuesta. Sentía una mezcla de emociones: amor por Daniel, pero también una fuerte convicción sobre sus propios principios.

—Daniel, no estoy de acuerdo con eso —dijo Laura finalmente, con calma pero firmeza. —Para mí, vivir juntos antes de casarnos no es una opción. Quiero que hagamos las cosas de la manera que siempre soñé, casarnos primero y luego compartir nuestra vida diaria.

Daniel frunció el ceño, claramente desconcertado por la respuesta de su prometida.

—Laura, estamos en el siglo XXI. Vivir juntos antes de casarnos nos permitiría conocernos mejor y asegurarnos de que somos compatibles en el día a día. No veo por qué debería ser un problema —insistió Daniel.

Laura sintió que la frustración comenzaba a crecer dentro de ella.

—Entiendo tu punto, pero mis creencias y valores también son importantes. No quiero comprometerme en eso. Quiero que nuestro matrimonio sea especial, y vivir juntos antes de casarnos le quita parte de ese significado para mí —explicó Laura, con voz temblorosa pero decidida.

La discordia se sentía palpable entre ellos. Daniel se quedó en silencio, mirando su taza de café mientras reflexionaba sobre lo que Laura había dicho. Ella, por su parte, sintió una punzada de dolor, preocupada de que su negativa pudiera distanciarlos aún más.

—No quiero que esto se convierta en una pelea, Laura. Solo quería que consideraras la idea —dijo Daniel finalmente, con voz más suave.

—Lo sé, Daniel. Pero también necesito que entiendas mi perspectiva. No es solo una tradición para mí, es algo fundamental en lo que creo —respondió Laura, intentando calmar la tensión.

Ambos se dieron cuenta de que necesitarían seguir hablando y encontrando un punto en común, pero por el momento, la distancia emocional parecía más grande que nunca.

—Laura, si lo que te preocupa es llegar virgen al matrimonio, está bien. No te voy a obligar a tener intimidad si no lo deseas. Pero creo que vivir juntos nos ayudaría a conocernos mejor, aparte que estaremos más unidos —dijo Daniel, intentando sonar comprensivo.

Laura se quedó en silencio, tratando de procesar lo que Daniel acababa de decir. La propuesta de vivir juntos ya la había puesto en una situación incómoda, pero su comentario sobre la intimidad la hizo sentir aún más alterada.

Ella sintió una oleada de emociones, desde la frustración hasta la indignación.

—Daniel, no se trata solo de la intimidad. Es mucho más que eso. Mis valores y creencias son importantes para mí. ¿No lo entiendes? No quiero vivir juntos antes de casarnos porque quiero que nuestro matrimonio sea especial, que tenga un significado profundo, ¿es eso muy difícil para ti? —respondió Laura, con la voz temblorosa pero firme.

Daniel frunció el ceño, claramente desconcertado por la intensidad de la reacción de Laura.

—Pero, Laura, si ya estamos comprometidos. Ya hemos decidido pasar el resto de nuestras vidas juntos. ¿Por qué no podemos dar este paso ahora? —insistió Daniel, tratando de entender.

Laura sintió que la frustración crecía dentro de ella, al sentirse que no era comprendida.

—No es solo una cuestión de tiempo, Daniel. Es una cuestión de principios. Quiero que respetes mis creencias y mis deseos. No quiero sentir que estoy comprometiendo algo tan importante para mí —explicó Laura, con lágrimas en los ojos.

La discordia entre ellos se hacía más evidente. Daniel se quedó en silencio, mirando a Laura con una mezcla de confusión y molestia. Laura, por su parte, sentía que su relación estaba siendo puesta a prueba de una manera que nunca había imaginado.

—No quiero pelear contigo, pero puedes considerar la idea —dijo Daniel siendo más insistente.

—Lo sé, Daniel. Pero también necesito que entiendas mi perspectiva. No es solo una tradición para mí, es algo fundamental en lo que creo, no es que sea anticuada, pero veo que no lo entiendes —respondió Laura, intentando calmar la tensión.




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