Invitación

Después de días de reflexión y conversaciones con su madre y su amiga, Laura decidió que necesitaba ver a Miguel. Necesitaba claridad y, sobre todo, necesitaba sentir esa conexión que siempre había sentido con él. Se vistió y salió de su apartamento, sintiendo una mezcla de nervios y anticipación.

Cuando llegó a la cafetería, su corazón latía con fuerza. Abrió la puerta y entró, el familiar aroma del café la envolvió inmediatamente. Miguel estaba detrás del mostrador, concentrado en su trabajo. Al verla, levantó la vista y sus ojos se iluminaron con sorpresa y alegría.

—¡Laura! —exclamó Miguel, dejando lo que estaba haciendo y acercándose a ella.

—Hola, Miguel —respondió Laura, su voz apenas un susurro.

Ambos se quedaron mirándose por unos segundos, sus corazones latiendo desenfrenados. Había tantas cosas que querían decirse, pero al mismo tiempo, las palabras parecían escaparse.

—Te extrañé… —dijo finalmente Miguel, su voz llena de sinceridad.

—Yo también te extrañé —respondió Laura, sintiendo que su corazón se aceleraba aún más.

Miguel le ofreció una sonrisa, una sonrisa que llevaba consigo todo el cariño y la preocupación de las últimas semanas.

—¿Quieres tu capuccino de siempre? —preguntó Miguel, intentando mantener la compostura.

—Sí, por favor —dijo Laura, agradecida por la normalidad en medio de tanta incertidumbre.

Miguel se puso a preparar el capuccino con la dedicación y el cuidado de siempre. Mientras lo hacía, sus pensamientos volaban. Quería decirle tantas cosas, pero no quería asustarla ni presionarla. Laura, por su parte, observaba cada movimiento, sintiendo una mezcla de emociones que no podía describir.

Cuando Miguel le entregó el capuccino, sus manos se rozaron brevemente, y ambos sintieron una chispa de electricidad. Se sentaron en una mesa junto a la ventana, en silencio, dejando que el momento hablara por sí mismo.

Mientras Laura tomaba su capuccino, observó que Miguel parecía querer preguntar algo, pero se contenía. Sabiendo que debía abordar el tema, decidió romper el silencio.

—He estado muy ocupada con los preparativos de la boda —dijo Laura, notando cómo las palabras causaban una mezcla de sorpresa y dolor en el rostro de Miguel.

Miguel sintió que su corazón se contraía al escuchar la palabra “boda”. La idea de que Laura se casaría con alguien más era un golpe que no podía ignorar.

Sin embargo, a pesar de lo que sentía, decidió mostrar su apoyo, no quería quedar como un mal amigo que no se alegraba por algo tan importante para una amiga.

—Felicidades por la boda, Laura. Realmente espero que todo salga perfecto —dijo Miguel con una sonrisa sincera, aunque dolida.

Laura asintió, agradecida por sus palabras, pero también notando la tristeza en los ojos de Miguel.

—Gracias, Miguel —respondió, con una mezcla de emociones.

Sabiendo que quizás no tendría más oportunidades y recordando el consejo de su profesora decidió aprovechar el momento.

—Laura, ¿te gustaría venir a verme tocar la próxima vez? Mi banda y yo tenemos un concierto en un bar local el sábado por la noche. Me encantaría que estuvieras allí —dijo Miguel, su voz llena de esperanza.

Laura miró a Miguel, sintiendo una mezcla de emociones. Quería aceptar la invitación, pero también sabía que sus sentimientos hacia él eran complicados. No quería arruinar lo que tenían, no estaba segura si él sentía lo mismo.

—Claro, me encantaría ir. Siempre he querido verte tocar en vivo —respondió Laura con una sonrisa.

Miguel sintió un alivio y una alegría inmensa al escuchar su respuesta.

—¡Genial! Será en el bar El Rincón a las 8 p.m. Estoy seguro de que te gustará —dijo Miguel, tratando de contener su entusiasmo.

Laura asintió, sabiendo que asistir al concierto sería una forma de disfrutar de la compañía de Miguel sin complicar las cosas. Sabía que debía ser honesta con sus sentimientos, pero también entendía que algunas cosas debían ser tomadas con calma.

Ambos corazones latían al unísono, llenos de sentimientos profundos que no necesitaban ser expresados con palabras. En ese momento, se dijeron de todo y nada a la vez, dejando que la conexión entre ellos hablara por sí misma.

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El día del concierto de Miguel llegó, y Laura se sintió nerviosa y emocionada. Decidió que quería verse y sentirse especial para la ocasión. Por primera vez en meses, reservó una cita en la peluquería, algo que había tenido abandonado.

Entró en la peluquería y se dejó llevar por las manos expertas de su estilista. El cabello de Laura, que solía llevar suelto y sencillo, ahora caía en suaves ondas que enmarcaban su rostro de manera elegante. Se miró en el espejo y sonrió, sintiéndose revitalizada.

Después, regresó a su apartamento y comenzó a maquillarse con cuidado. Aplicó una base ligera, un toque de rubor que daba vida a sus mejillas, y sombras que destacaban sus ojos verdes. Termino con un labial de un tono rojo suave que realzaba su sonrisa.

Finalmente, se dirigió a su armario, buscando algo que fuera perfecto para la ocasión. Eligió un vestido negro elegante, sencillo pero con un toque de sofisticación. Lo combinó con un par de zapatos de tacón y unos delicados pendientes de plata. Quería sentirse cómoda y segura, pero también mostrar lo mejor de sí misma.

Cuando estuvo lista, se miró en el espejo y sonrió, sintiendo una mezcla de nervios y emoción. Era hora de ir al bar El Rincón y ver a Miguel en su mundo, haciendo lo que más amaba.

Laura salió de su apartamento y tomó un taxi hacia el bar. Mientras el taxi avanzaba por las calles iluminadas de la ciudad, sus pensamientos volaban hacia Miguel. No podía esperar a verlo, a escuchar su música y a compartir ese momento especial con él.

Al llegar al bar, Laura respiró hondo antes de entrar. Apagó su celular, ya que no esperaba llamadas; su prometido llevaba días sin contestar su último mensaje. El lugar estaba abarrotado, lleno de risas y música que envolvían el ambiente en una energía vibrante. Se abrió paso entre la multitud y encontró una mesa cerca del escenario, el lugar perfecto para ver a Miguel tocar.