Laura se acomodó en su mesa cerca del escenario, su corazón latiendo con fuerza mientras esperaba a que comenzara el concierto. La atmósfera del bar era vibrante, llena de energía. De repente, vio a Miguel salir de detrás del escenario, buscando a alguien en la multitud. Sus ojos se encontraron y ambos sonrieron.
Miguel se acercó a Laura, su corazón latiendo desenfrenado.
—¡Laura! Me alegra tanto que hayas venido —dijo Miguel, con una sonrisa radiante.
—No me lo habría perdido por nada del mundo —respondió Laura, sintiendo una calidez en su pecho.
Mientras conversaban, Lola, observaba la escena desde el otro lado del bar. Sentía una punzada de celos al ver la conexión entre Miguel y Laura. Aunque trataba de ocultarlo, no podía evitar sentirse opacada por la presencia de Laura.
—Miguel, es hora de prepararse —dijo Lola, acercándose con una sonrisa forzada.
Miguel asintió, dándole una mirada de agradecimiento a Laura antes de dirigirse al escenario.
—Disfruta del concierto, Laura. Esta canción es para ti —dijo Miguel, con una sonrisa cómplice.
Laura sintió su corazón acelerarse aún más mientras Miguel subía al escenario. Lola, por su parte, se sentía dividida entre su amistad con Miguel y los celos que la consumían. Sabía que no podía competir con la conexión que él tenía con Laura, pero no podía evitar sentirse desplazada.
La banda comenzó a tocar, y la música llenó el bar con una energía electrizante. Miguel, con su guitarra en mano, se entregó por completo a la música, sus ojos encontrando a Laura entre la multitud de vez en cuando. Laura, por su parte, se dejó llevar por la melodía, sintiendo cada nota resonar en su corazón.
Lola, aunque profesional en su actuación, no podía evitar lanzar miradas furtivas hacia Laura, sintiéndose cada vez más insegura. Sabía que debía concentrarse en la música, pero la presencia de Laura la hacía sentir vulnerable y los celos que intentaba ocultar comenzaban a filtrarse en sus pensamientos.
La noche avanzaba, la tensión entre los sentimientos de Miguel y Laura, y los celos de Lola, se hacía palpable. Sin embargo, la música tenía el poder de unirlos, al menos por un momento.
A medida que la música llenaba el bar, Laura no podía apartar la vista de Miguel en el escenario. Su talento y su pasión brillaban con una intensidad que la conmovía profundamente. Cada acorde de su guitarra, cada palabra que cantaba, parecía estar dirigida a ella.
«Es para ti», recordó ella y una sonrisa se dibujó en sus labios.
Miguel, por su parte, sentía una conexión inquebrantable con Laura mientras tocaba. Aunque el bar estaba lleno de gente, sus ojos buscaban constantemente los de ella, encontrando consuelo y fortaleza en su mirada.
Después de un par de canciones, la banda hizo una pausa. Miguel bajó del escenario y se dirigió hacia Laura, su corazón latiendo con fuerza.
—¿Qué te ha parecido hasta ahora? —preguntó Miguel, intentando mantener la voz tranquila.
—Ha sido increíble, Miguel. Eres realmente talentoso —respondió Laura con una sonrisa genuina.
—Gracias, significa mucho para mí que estés aquí —dijo Miguel, sintiendo una oleada de emociones.
Lola, viendo la interacción desde la distancia, sintió una mezcla de tristeza y celos. Aunque no quería admitirlo, sabía que no podía competir con Laura. Sentía que lo estaba perdiendo, y eso la llenaba de inseguridad e ira.
La banda volvió al escenario y continuó con su presentación. Miguel se entregó por completo a la música, pero cada vez que podía, lanzaba miradas a Laura, asegurándose de que ella estuviera disfrutando. Laura, por su parte, se dejó llevar por la melodía, sintiendo cada nota resonar en su corazón.
Cuando el concierto terminó, Miguel se acercó nuevamente a Laura, su rostro iluminado por una sonrisa de satisfacción.
—Gracias por venir, Laura —dijo Miguel, mirándola a los ojos.
—No hay de qué, Miguel. Me alegra haber estado aquí. Ha sido una noche maravillosa —respondió Laura, sintiendo una calidez en su pecho.
Mientras se despedían, ambos sabían que esa noche había sido especial. Aunque no sabían qué deparaba el futuro, sabían que compartían una conexión profunda que seguirían explorando, sin importar las dificultades que encontraran en el camino.
La multitud comenzaba a dispersarse, pero Laura se quedó un poco más, disfrutando de la atmósfera y la compañía de Miguel. Mientras recogían sus cosas, con una sonrisa le preguntó:
—Laura, ¿te gustaría que te lleve a casa? —preguntó Miguel, con una mezcla de esperanza y preocupación en su voz.
Laura, sintiéndose agradecida por su oferta, asintió.
—Claro, Miguel. Gracias, me encantaría —respondió, sintiendo una calidez en su pecho.
Mientras se preparaban para salir, Lola, sintiendo una punzada de celos, no podía soportar la idea de que Miguel y Laura pasaran más tiempo juntos. Decidida a intervenir, se acercó rápidamente.
—Miguel, ¿puedo hablar contigo un momento? —dijo Lola, tratando de mantener la compostura.
Antes de que Miguel pudiera responder, Pedro, que había notado la tensión en el ambiente. Se acercó a Lola y la tomó suavemente del brazo.
—Lola, déjalos. Vamos a hablar un momento —dijo Pedro, con una mirada comprensiva pero firme.
La mujer, sorprendida por la intervención de Pedro, se dejó llevar, aunque su mirada seguía fija en Miguel y Laura.
Pedro la llevó a un rincón tranquilo del bar, tratando de calmarla.
—Lola, sé que esto es difícil para ti, pero tienes que dejar que Miguel y Laura resuelvan sus cosas. No puedes intervenir así —dijo Pedro, con suavidad.
Lola suspiró, sintiendo una mezcla de tristeza y frustración.
—Es que no puedo evitarlo, Pedro. Me duele verlos juntos —admitió, con la voz quebrada—. Se supone que él debe verme a mí, no a ella.
Pedro la abrazó, tratando de consolarla.
—Lo sé, Lola. Pero tienes que confiar en que todo se resolverá de la mejor manera. Miguel es nuestro amigo, y queremos lo mejor para él —dijo Pedro, con cariño.