La ciudad amaneció con un cielo despejado, el sol bañaba las calles con una luz dorada y cálida. Las aves cantaban y el aire fresco de la mañana llenaba el ambiente de una energía renovadora. Laura se levantó temprano, sintiendo que ese día traía consigo nuevas oportunidades.
Decidió hacer una pequeña parada en la cafetería antes de ir a trabajar. Necesitaba un momento de tranquilidad y, sobre todo, quería ver a Miguel. Al entrar, el familiar aroma del café la envolvió, y su mirada se dirigió directamente al mostrador donde el hombre estaba trabajando.
Miguel, al verla entrar, sonrió ampliamente y comenzó a preparar su capuchino especial.
—¡Hola, Laura! Qué gusto verte. ¿El capuchino de siempre? —preguntó con entusiasmo.
—Sí, por favor, Miguel. Lo necesito hoy más que nunca —respondió Laura, con una sonrisa.
Mientras Miguel le preparaba el capuchino, Laura sintió la necesidad de hablar sobre su reciente ausencia y lo que había sucedido con Daniel. Cuando Miguel le entregó el capuchino, ella tomó una respiración profunda.
—Miguel, he terminado mi relación con Daniel —dijo Laura, sintiendo un peso levantarse de sus hombros al decirlo en voz alta.
Miguel, al escuchar la noticia, se sintió eufórico por dentro. No pudo evitar un momento de alegría antes de darse cuenta de que debía ser más cauteloso.
—¡Eso es genial!—dijo, antes de corregirse rápidamente—. Quiero decir… lamento que no haya funcionado. De verdad lo siento —agregó, esforzándose por mantener su compostura.
Laura notó la sinceridad y la lucha interna en la expresión de Miguel, y le pareció increíblemente tierno.
—Tranquilo no pasa nada, creo que también se pueden celebrar las rupturas amorosas, ja, ja, ja. Ha sido difícil, pero era lo mejor para ambos —dijo Laura, sonriendo con calidez.
Miguel, sintiendo una profunda ternura hacia Laura, le dedicó una sonrisa cálida y reconfortante.
—Tienes razón, pero un final no siempre es definitivo; es el comienzo de algo nuevo. Las cosas pasan por una razón —dijo, con genuina sinceridad.
Laura asintió.
Por su parte, Miguel notó que, a pesar del alivio que Laura sentía, había una sombra de inseguridad en sus ojos. Decidió animarla con algo que sabía que siempre había sido un sueño para ella.
—Laura, siempre me has contado que te encantaría escribir una novela. ¿Qué tal si empiezas ahora? Quizás sea el momento perfecto para sumergirte en algo que te apasione —sugirió Miguel, con una sonrisa alentadora.
Laura negó con la cabeza, sintiendo un nudo en el estómago.
—No, Miguel. No soy capaz. Mi talento no se compara con el de las escritoras que he leído. No podría escribir algo que valga la pena —respondió Laura, con una mezcla de tristeza y duda.
Miguel se acercó un poco más, mirándola con ojos llenos de determinación y apoyo.
—Laura, eso no es cierto. Tienes una voz única y una manera especial de ver el mundo. Lo que tienes que decir es valioso. No te compares con otros escritores. Tienes tu propia historia que contar, y creo que sería maravillosa. Es más, te puedo ayudar, claro, si me lo permites. Podemos trabajar juntos en esto —dijo Miguel, con una sonrisa cálida.
Laura lo miró, sintiendo una oleada de gratitud y aprecio por su apoyo. Pero también sentía una confusión creciente. Su ex nunca se había ofrecido a ayudarla con algo que le apasionara, ni siquiera mostró interés en sus sueños. El hecho de que Miguel lo hiciera hizo que su corazón latiera a la velocidad de un caballo al galope.
—Miguel, no sé qué decir. Significa mucho para mí que creas en mí. Tal vez podría intentarlo, aunque sea solo para mí misma. Y tener tu ayuda sería increíble —respondió Laura, con una sonrisa tímida.
Miguel asintió, emocionado por la idea, quería ayudarla a cumplir sus sueños.
—Perfecto. Podemos reunirnos aquí mismo en la cafetería o en cualquier otro lugar que te guste, y empezamos a trabajar en tu novela. Estoy seguro de que tienes algo maravilloso que contar —dijo Miguel, con entusiasmo.
Laura sintió que una chispa de esperanza y emoción se encendía en su interior. La idea de escribir una novela y llevarla a un libro en físico, siempre había sido un sueño, y ahora, con el apoyo de Miguel, parecía más alcanzable.
—Gracias, Miguel. De verdad, gracias por creer en mí. Vamos a hacerlo —dijo Laura, con determinación.
Miguel sonrió, sabiendo que este era el comienzo de algo hermoso y significativo para Laura. Mientras ambos disfrutaban de su café, planearon los primeros pasos para comenzar a trabajar en la novela, con la esperanza de que este proyecto les trajera alegría y crecimiento.
Miguel, aún emocionado por la idea de ayudar a Laura a escribir su novela, se levantó en cuanto recordó algo, por lo que fue a buscarlo, al regresar traía un libro.
—Laura, quiero mostrarte este libro. Es de un joven escritor venezolano llamado Otniel Sánchez. Hace poco vi una entrevista que le hicieron, y su historia es realmente inspiradora —dijo Miguel, entregándole el libro.
Laura tomó el libro, intrigada, y leyó el título en voz alta.
—El Juego del Corazón: Entre Goles y Letras. Interesante título. ¿De qué trata? —preguntó, mientras hojeaba las páginas.
Miguel se acomodó en su asiento, entusiasmado por compartir la historia.
—Sánchez cuenta en este libro su propia historia de amor. Su mejor amiga es una jugadora de fútbol, y a lo largo del tiempo, ambos se dan cuenta de que están enamorados. Hace poco le hicieron una entrevista, en la que él mencionó que sus inicios no fueron fáciles. Enfrentó muchas dudas y críticas, pero nunca dejó de confiar en su talento. Es un testimonio de cómo el amor y la pasión pueden superar cualquier obstáculo —explicó Miguel.
Laura sintió una chispa de inspiración al escuchar la historia de Otniel.
—Es increíble cómo logró superar sus dudas y alcanzar su sueño. Me siento un poco identificada con él. Quizás yo también pueda lograrlo —dijo Laura, con una sonrisa esperanzada.