Capuccino de amor.

Un paso más.

Laura y Martina estaban en el apartamento de Laura, preparándose para la tan esperada noche en el bar. La emoción flotaba en el aire mientras ambas amigas se ayudaban a elegir la ropa perfecta y se maquillaban frente al espejo.

—¿Qué te parece este vestido? —preguntó Laura, sosteniendo un vestido negro ajustado contra su cuerpo.

Martina la observó detenidamente antes de soltar una exclamación de aprobación.

—¡Es perfecto! Te ves increíble, Laura. Miguel no podrá apartar los ojos de ti —dijo Martina, con una sonrisa traviesa.

Laura rio y se giró frente al espejo, admirando cómo le quedaba el vestido.

—Gracias, Martina. Me siento un poco nerviosa, pero sé que va a ser una noche fantástica. Además, estoy feliz de que estés aquí conmigo para disfrutarlo —respondió Laura, con una sonrisa.

Martina, que ya había elegido un conjunto elegante de jeans ajustados y una blusa brillante, se acercó para ayudar a Laura a arreglarse el cabello.

—Claro que sí. No me perdería esto por nada del mundo. Además, es una buena excusa para salir y divertirnos un poco —dijo Martina, mientras peinaba el cabello de Laura.

Laura asintió y luego se dirigió a su tocador para terminar de maquillarse.

—¿Crees que mi mamá venga también? Me encantaría que estuviera allí para ver a Miguel tocar —preguntó Laura, mientras aplicaba un toque de brillo labial.

—Definitivamente. Clara no se perdería una noche como esta. Y quién sabe, tal vez tu papá también decida venir —respondió Martina, encogiéndose de hombros.

Laura sonrió, sintiéndose optimista.

—Sería genial que viniera. Sé que aún tiene sus reservas, pero poco a poco se está abriendo a la idea —dijo Laura, con esperanza.

Una vez que ambas estuvieron listas, se miraron en el espejo una última vez.

—¡Estamos listas para la fiesta! —exclamó Martina, con entusiasmo.

—¡Vamos a hacer de esta una noche inolvidable! —respondió Laura, riendo.

Ambas amigas salieron del apartamento, listas para disfrutar de una noche de música y risas.

El ambiente estaba lleno de energía, con luces de colores parpadeando y una multitud ansiosa por disfrutar de la música en vivo.

Cuando llegaron, encontraron un lugar cerca del escenario donde podían ver perfectamente a Miguel y su banda. Laura estaba emocionada y nerviosa al mismo tiempo, pero tener a Martina y Clara a su lado la hacía sentir más tranquila.

La música comenzó a sonar y la banda subió al escenario. Miguel tomó su lugar en el centro, saludando a la multitud y comenzando a tocar. La energía en el bar era palpable, y todos se dejaron llevar por los ritmos pegajosos y las letras emotivas de las canciones.

Laura no podía apartar la mirada de Miguel. Verlo tocar con tanta pasión y talento la hacía sentir aún más segura de su relación. En medio del concierto, Miguel tomó el micrófono y se dirigió a la audiencia.

—Quiero dedicar esta próxima canción a alguien muy especial. Laura, esta es para ti. Gracias por estar a mi lado y apoyarme en todo. Te amo —dijo Miguel, con una sonrisa tierna.

La multitud aplaudió y vitoreó mientras la banda comenzaba a tocar una balada romántica. Laura sintió sus ojos llenarse de lágrimas de emoción y felicidad. Martina y Clara también aplaudieron, sintiéndose conmovidas por el gesto de Miguel.

En ese momento, Laura notó una figura familiar al fondo del bar. Roberto, su padre, había aparecido inesperadamente. Aunque mantenía una expresión seria, Laura pudo ver una chispa de orgullo en sus ojos.

Después del concierto, Laura, Martina y Clara se acercaron a Miguel, quien las recibió con un abrazo. Estaban hablando y riendo cuando Roberto se acercó lentamente al grupo.

—Hola, papá. No esperaba verte aquí —dijo Laura, con una mezcla de sorpresa y esperanza.

Roberto asintió, con una expresión más suave que de costumbre.

—Quería ver por mí mismo cómo era esta banda de la que tanto habla mi esposa. Y debo decir, hicieron un gran trabajo —dijo, mirando a Miguel.

Miguel, sintiendo la tensión disminuir, extendió la mano hacia Roberto.

—Gracias por venir, señor. Significa mucho para nosotros —dijo Miguel, con sinceridad.

Roberto estrechó la mano de Miguel y, aunque no dijo mucho más, su gesto fue suficiente para que todos comprendieran que estaba dando un paso hacia la aceptación.

Minutos después, Pedro y Lola se acercaron. El hombre, con una sonrisa enorme, levantó la mano para saludar.

—¡Martina! ¡Qué sorpresa verte aquí! —exclamó Pedro, claramente emocionado.

Martina sonrió ampliamente y se acercó para abrazarlo.

—¡Pedro! ¡Qué gusto verte! —dijo Martina.

Mientras tanto, Lola caminaba detrás de Pedro, con una expresión de desinterés, y apenas miró a Laura antes de dirigir su atención a otra parte del bar.

—Hola, Pedro. Hola, Lola —dijo Laura, tratando de ser amable a pesar de la indiferencia de la mujer.

—Hola, Laura —respondió Pedro, con entusiasmo. Luego se volvió hacia Martina—. ¿Cómo has estado? Hace tanto que no hablamos. ¿Qué has estado haciendo?

Martina rio y comenzó a ponerse al día con Pedro, mientras Laura miraba de reojo a Lola, quien seguía ignorándola deliberadamente.

Clara, que había notado la tensión, se acercó para tratar de aliviar la situación.

—Lola, ¿cómo estás? ¡Tocaste muy bien hoy! —dijo Clara, con una sonrisa.

Lola se encogió de hombros y respondió con indiferencia.

—Gracias, Clara. Solo vine porque Pedro insistió —dijo, sin mucha emoción, y sacó su celular para centrar su atención en el.

Laura, sintiendo la incomodidad, decidió no dejar que la actitud de Lola arruinara la noche. Martina le dio un suave codazo a Laura y le susurró:

—No te preocupes por Lola. No todo el mundo sabe apreciar lo que realmente importa, además está celosa después de lo que Miguel le dijo.

Roberto se había alejado y estaba por irse cuando Laura lo notó, así que decidida a no dejar pasar la oportunidad de hablar con él, se acercó con una sonrisa.




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