Esa noche, después de la tensa reunión con sus amigos. Miguel llegó al apartamento de Laura, sintiéndose emocionalmente agotado. Laura lo recibió con una sonrisa, pero pronto notó su expresión preocupada.
—¿Qué ha pasado, amor? ¿Cómo fue la reunión con la banda? —preguntó Laura, acercándose a él.
Miguel suspiró y se sentó en el sofá, tomando un momento para ordenar sus pensamientos antes de hablar.
—No fue bien. Lola decidió dejar la banda —dijo Miguel, con tristeza en su voz—. Aunque, en un principio, le dije que se fuera.
Laura se quedó atónita, sus ojos llenos de preocupación.
—¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué ocurrió? —preguntó, sentándose junto a él.
Miguel le contó todo, ya anteriormente le había dicho sobre la confesión de Lola sobre sus sentimientos hacia él, por lo que le contó que eso era parte de su decisión de irse. Al finalizar, Laura se sentía culpable y triste.
—Lo siento tanto, Miguel. Esto es culpa mía. Si no hubiera intervenido, tal vez Lola no se habría sentido así —dijo Laura, con lágrimas en los ojos.
Miguel la abrazó con fuerza, tratando de consolarla.
—No, Laura. Esto no es culpa tuya. Lola tenía sus propios sentimientos y conflictos internos que no podíamos prever. Tú solo trataste de ayudarnos y de darnos una oportunidad increíble —dijo, con firmeza.
Laura sacudió la cabeza, todavía sintiéndose mal.
—Pero si no hubiera hecho nada, tal vez las cosas serían diferentes. No quiero ser la causa de los problemas entre ustedes —insistió, con voz quebrada—. Aunque, no esperaba que ella esté enamorada de ti.
Miguel la miró a los ojos, con una mezcla de amor y determinación.
—Escúchame, Laura. Lola decidió irse por sus propias razones. No podemos controlar cómo se siente o cómo reacciona a las situaciones. Tú nos diste una oportunidad que nunca hubiésemos tenido de otra manera. Esto no es tu culpa. Eres una persona increíble y todo lo que haces, lo haces por amor y apoyo. No permitas que te culpes por esto —dijo, suavemente.
Laura suspiró y asintió, aunque todavía sentía un peso en su corazón.
—Gracias, Miguel. Solo quiero que todo salga bien para ustedes. La música es tan importante para ti… —dijo, con voz temblorosa.
Miguel la besó en la frente y sonrió.
—Lo sé, y por eso aprecio todo lo que has hecho por nosotros. Vamos a superar esto y seguiremos adelante. Juntos, ya conseguiré a otra persona que se quiera unir a nuestra banda. Y te prometo que encontraré la manera de hablar con Lola, de arreglar las cosas si es posible, solo si ella entiende que solo puedo ser su amigo. Pero por ahora, necesito que sepas que eres lo mejor de mi vida, que me ha pasado, y nada de esto es tu culpa —dijo, con sinceridad.
Laura se sintió un poco más aliviada, abrazándolo con fuerza.
—Te amo, Miguel. Gracias por estar aquí para mí también —dijo, con una sonrisa.
—Yo también te amo, Laura. Siempre estaré aquí para ti —respondió Miguel, acariciando su cabello.
Así pasaron los días para esta pareja. Mientras Miguel se preparaba para su debut como cantante, Laura lo hacía con su segundo libro.
Un día estaba sentada en su escritorio, mirando la pantalla de su computadora con frustración. A pesar de tener una escaleta detallada para su segundo libro, el bloqueo creativo la tenía atrapada. Sentía que en la historia le faltaba algo, una chispa que no lograba encontrar. Suspiró y pasó las manos por su cabello, tratando de calmarse.
Miguel, que había estado practicando con su guitarra en la sala, notó su estado de ánimo y se acercó silenciosamente. Observó a Laura por un momento antes de hablar.
—¿Todo bien, amor?, te ves estresada —dijo Miguel, con tono suave.
Laura suspiró y se giró para mirarlo, sintiendo una mezcla de frustración y agotamiento.
—No, no está bien. Tengo la escaleta y todas las ideas, mira aquí anotadas, pero siento que a la historia le falta algo. No consigo avanzar y estoy empezando a desesperarme —confesó, con una expresión de angustia.
Miguel se inclinó y la abrazó, dándole un beso en la frente.
—Entiendo cómo te sientes. Los bloqueos creativos son difíciles, y creo que parte del camino, pero te prometo que encontrarás la manera de superarlo. ¿Qué tal si tomamos un descanso? A veces, despejar la mente ayuda a que las ideas fluyan mejor —sugirió, con una sonrisa cálida.
Laura dudó por un momento, pero finalmente asintió.
—Tal vez tengas razón. Necesito un respiro —dijo, levantándose de su silla.
Miguel la tomó de la mano y la guio hacia la cocina.
—Vamos a hacer algo divertido. ¿Qué te parece si preparamos tu postre favorito? Cocinar siempre ayuda a despejar la mente —propuso, con entusiasmo.
Laura sonrió, sintiéndose un poco más relajada.
—Eso suena bien. Hace tiempo que no hacemos algo así juntos —respondió, mientras se dirigían a la cocina.
Juntos, comenzaron a preparar un delicioso pastel de chocolate. Rieron y hablaron mientras mezclaban los ingredientes, disfrutando de la compañía mutua. El aroma del chocolate llenaba la cocina, creando un ambiente cálido y acogedor.
Después de colocar el pastel en el horno, Miguel llevó a Laura al sofá y la abrazó.
—Ahora, déjate llevar. Vamos a ver una película o escuchar algo de música. Lo que prefieras —dijo, encendiendo la televisión.
Laura se acurrucó a su lado, sintiéndose más tranquila y agradecida por su apoyo.
—Gracias, Miguel. Realmente necesitaba esto, no sé qué haría sin ti —dijo, con una sonrisa—. Veamos una peli.
Pasaron la tarde viendo una película y luego disfrutaron del pastel recién horneado. Laura comenzó a sentirse más relajada y, poco a poco, su mente empezó a despejarse. Miguel siempre sabía cómo hacerla sentir mejor y cómo ayudarla a encontrar su equilibrio.
Al día siguiente, Laura se sentó de nuevo frente a su computadora, con una nueva perspectiva y energía renovada. Miguel la abrazó y le dio un beso en la cabeza antes de salir para su ensayo. Ambos tenían la costumbre de desayunar juntos.