Caricias dolorosas

Capítulo 1.

Rebecca

El transcurso al aeropuerto es mucho más rápido que cuando salimos de casa de Francis. Tanto Akira como Akiva van muy callados, a duras penas me explicaron lo que haríamos una vez que lleguemos a Brasil.

Lo cierto es que no pretendo cuestionar nada, es por eso que decidí quedarme con los niños atrás para que ambos fueran al frente y tuvieran alguna especie de privacidad.

Abrazo a ambos pequeños contra mi cuerpo y ellos, en algún punto del corto trayecto, quedan más que dormidos.

El proceso de comprar los boletos es sencillo, incluso la revisión para abordar. Más pronto que nada estamos todos abordo: Adrik y Ness con sus hijos, Akiva con Gissou y Akira junto a mí con Dexter. Una opresión me acribilla el cráneo y el pecho al verlos a todos tan tensos, tan asustados a esto. Intento decir algo, mínimo una disculpa, pero no le veo el caso. Un simple perdón no solucionará absolutamente nada esta bizarra situación. No cambiará el hecho de que somos perseguidos por enfermos mentales.

Me acurruco contra mi asiento y recargo la cabeza en el asiento, viendo como ascendemos al cielo lóbrego sin una sola estrella. Es deprimente, pero a la vez sosegador porque sé que aquí arriba nadie nos hará daño.

Cierro los ojos por un momento, pero al hacerlo todo lo que veo es el rostro lloroso de Diane y las sonrisas hipócritas de Florencio. Me parece absurdo y asqueroso que Escorpio haya llegado tan lejos. ¿Hacerse un cambio de imagen? ¿Fingir ser un respetado psiquiatra? ¿Acercarse a mí para tenerme en su cama? He de admitir que supo engañarme muy bien, jamás hubiese sospechado de él. ¡Mierda! Tantos años a su lado pensando que era un buen amigo y resultó ser una vil falacia para acercarse a mí y luego arruinarme. ¿Y Diane? Joder, de ella si se me rompió el corazón en mil cachitos. Me ha acompañado en las buenas, malas y peores, ¿y así me pagó? ¿Burlándose de mí? ¿Ayudándolos a ellos? ¿Desde cuándo joder? ¿Desde cuándo? Por más que busco justificarla, ponerme en sus zapatos, me es imposible. Tan fácil que hubiera sido denunciar a las autoridades, pedir protección o algo. ¡Pero no! Fue tan débil de cerebro que se dejó engatusar a base de amenazas.

Mis ojos empiezan a arder, mis hombros a temblar y el gran nudo en mi garganta vuelve. Quiero llorar, quiero gritar a los cuatro vientos lo desilusionada, lo rota y traicionada que me siento, pero no deseo asustar a los pasajeros, mucho menos a mi hijo. Así que respiro, respiro tan hondo que el pecho duele, lacera. Me trago las ganas, las ahuyento y las que se quedan para lastimarme, las entierro.

No merece la pena llorar por traidores.

Una calidez en mi muslo me sobresalta. Abro los ojos de a golpe y veo a Akira.

—Puedes llorar si lo deseas, bruja. No te reprimas, aquí nadie te va a juzgar —susurra bajito, dándome un apretón cálido pero reconfortante sobre mi pantalón. Niego.

—¿Qué gano llorando? Llorar no soluciona nada, Akira. Nada.

—Guardarlo tampoco.

—Al menos guardarlo no le causará ningún daño a mi hijo.

—Él jamás se enojaría por verte llorar.

Akira baja la mirada y mira a mi hijo quien está muy dormido recargado contra mí. Aprieto mis labios en una firme línea.

—¿Aries nos alcanzará después? —cambio de tema. Es mejor así. Justo ahora no me siento sobre tierra firme, estoy a la deriva, al borde del ahogo y pensar lo que está sucediendo a mis alrededores es el detonante perfecto para sumergirme. Y yo no quiero ahogarme, al menos no por ahora, no cuando debo proteger a mi hijo.

—No. Dijo que mientras no encuentre a esos hijos de puta no dejará el país. Él es inteligente, Rebecca. Sabe cosas que ninguno de nosotros imaginaría siquiera que son legal. Tiene contactos, influencias y sobre todo paciencia pese a estar con la soga en el cuello. Aries no pierde la cabeza como nosotros. Es centrado, tiene un objetivo y no descansará hasta llegar al jaque mate.

Akira aleja su mano de mí y se acomoda de modo que está viéndome. Hago lo mismo y noto lo turbio en sus océanos. El remordimiento se me clava como dagas en la piel.

¿Qué le hice a este chico? Su mirada, antes de mí, solía ser inocente, cálida, transparente y ahora… ahora carecen de brillo, de ganas de seguir adelante. Luce cansado, frustrado, enojado. ¿Con la vida o conmigo? No lo sé y me temo que me aterra saberlo.

Me aterra ver el sadismo, el salvajismo en su mirada, uno que claramente va dirigido a cualquiera que se atreva a lastimar a los que ama.

Pero lo entiendo más que a nadie en el mundo. Ver al que amas en semejante posición lacera, quiebra, cercena. Te convierte en otra persona completamente distinta a lo que estás acostumbrado, a veces eres hasta irreconocible en el espejo, pero sabes que estás así por una cosa.

—Escuché que usarían a Diane como testigo y carnada para llegar a ellos. ¿Es cierto? —Él asiente y clava su mirada en mi hijo. Le acaricia su piernita.

—Ella es la luz que ocupábamos para salvarnos de la oscuridad en que nos sumergieron esos bastardos. Por las buenas o por las malas la harán cooperar. Solo… me preocupa un poco.

—¿El que la lastimen?

—El hecho de que Aries siente cosas por ella. No sé hasta qué punto seguirá bloqueando lo que siente para protegernos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.