Caricias dolorosas

Capítulo 6.

Akira

La película del otro día estuvo asombrosa. Reí tanto no solo de las ocurrencias del personaje principal, sino también del pequeño Dexter quien, durante todo el filme, se la pasó soltando chistes tan buenos que al final nos sacaron de la sala, por lo cual tuvimos que irnos a un restaurante a seguirle. Nunca imaginé que el pequeño fuera tan ocurrente y suelto, me recuerda mucho a Akiva.

Es rara la sensación que experimento en mi pecho cuando estoy con ellos, los siento tan parte de mí, tan míos que es como si toda la vida los hubiese tenido a mi lado. Los considero mi familia, parte de mí y ojalá que un día acepten tener mi apellido. Digo, una cosa es casarme con Rebecca, pero otra muy distinta que ella decida utilizar mi apellido como suyo. Dudo que lo haga, la verdad el que me haya aceptado ya es bastante, pero no pierdo la fe.

Por otro lado, Dexter se ha mostrado comprensivo, no es grosero ni tampoco doble cara. Parece que está más que fascinado por la boda pues incluso se ofreció a tirar pétalos junto con Gissou y Gabriel.

Y hablando de boda, ya le comenté a mis demás amigos y quedaron en venir. Tanto Aquileo como Apolo mueren por conocer Brasil, razón por la cual acordaron ayudar todo lo que puedan en la búsqueda de esos desgraciados para así venirse.

Ariel, por otra parte, ya viene con su familia y eso tiene a Frida muy contenta ya que en la mañana me comentó que lo extraña demasiado. Incluso Erika, la hija de Ariel, dijo hacerle un dibujo de bienvenida lo cual me hizo sonreír.

Al parecer el avión llega mañana por la tarde, razón por la cual Ofiuco con ayuda de Frida están que limpiando cada recoveco de la casa para recibirlos.

Aries, por su parte, dijo que no podría venir pero que mandaba todas sus bendiciones para nosotros. Eso me dolió, no voy a mentir. Por instantes creí que lo decía porque… bueno, Rebecca fue su primer amor, pero después me explicó que están a una pista de saber el paradero de Hendrik y Escorpio que no quiere desaprovechar ni un solo minuto. Así que lo comprendí.

El Zodiaco se ha esmerado tanto en buscar por cielo, mar y tierra a esos desgraciados. Lo admiro, nunca se lo he dicho de frente, pero lo admiro no solo por esto, sino por todo lo que ha logrado incluso cuando su propio padre le dio la espalda.

Él es el tipo de hombre que, al igual que Adrik, jamás se dio por vencido. Siguió adelante a pesar de todas las culpas que le aventaron encima, se ha hecho un lugar en el mundo haciendo lo que más ama: tocar el saxofón.

—Es mi culpa —dice Akiva después de haber estado por algunos cinco minutos en silencio. Observo a mis dos hermanos frente a mí, Adrik está llorando sin importarle nada, pero también luce rabioso, dispuesto a matar a todo humano que le pase por el frente mientras que yo intento contener mi llanto ya que la revelación de mi mellizo me tiene helado.

—¿Cómo va ser tu culpa lo que él me hizo? Ustedes ni estaban en casa.

—No me refiero a eso… Sino a tu pierna, Kira —refuta mientras me apunta con su mano. Una sensación desagradable se cruza en mi pecho. Frunzo el ceño.

—¿De qué hablas, Kiva? —pregunta Adrik, limpiando su nariz con su camisa. Akiva se hunde en el sillón, toma un cojín y lo abraza mientras nos observa.

—Yo le descompuse los frenos al auto de Hendrik el día en que supuestamente murió.

—¿Qué? ¿Cómo?

—Lo había estado estudiando por meses enteros, memoricé su rutina, anoté los horarios que acostumbraba en salir y… esa noche de octubre decidí hacer algo al respecto para terminar con el sufrimiento pues sabía que en cuanto saliera la luna él iría rumbo a sus peleas clandestinas. Sabía que tomaría esa curva pues ese camino daba a una cabaña donde puros bastardos como él se juntaban para convivir.

Akiva resopla y cierra sus ojos. Luce pálido, le cuesta hablar sobre esto, pero no se detiene, al contrario, se muestra aguerrido, dispuesto a sacarlo todo, a terminar con los secretos que nos envuelven a los Santana.

—Tú no sabrías que un camión pasaría por esa curva para hacerlo volcar, Kiva. Esto no es tu culpa —espeto sin más, viendo que Adrik ha quedado mudo. Mi mellizo niega y clava sus ojos turbios en los míos rojizos.

—Ahí te equivocas. Yo contraté a ese camión —confiesa y mis ojos se abren en horror—. Le pedí que estuviera atento a tal carro que pasaría a tal hora por ahí, le di instrucciones de que lo hiciera parecer como accidente pues Hendrik iría más que dopado y todos pensarían que sería su culpa el haberse volcado. Lo planeé todo, Akira, todo.

—No sé qué decir respecto a esto. —Tanto yo como Akiva vemos a Adrik. Tiene su rostro hundido entre sus palmas. Sus hombros están tensos—. Solo sé que jamás te hubieras atrevido a hacer todo eso si hubieras sabido que Akira iba dentro de la cajuela. Así que no, no es tu culpa el que nuestro hermano haya perdido la pierna. Fue culpa de ese bastardo. Todo es culpa de él, siempre la fue.

—Adrik está en lo correcto, Kira. —Enfoco la mirada en mi hermano—. Lo mío solo fue un efecto contralateral. No debes culparte. Además… ¡Estoy vivo! Esto me hizo más fuerte.

—Eso no me hace sentir bien, Kira. Me convertí en un asesino. Soy un… asesino.

—Pero Hendrik no está muerto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.