Caronte [historia corta; Halloween]

ACTO 2: Truco de magia.

El siguiente acto comenzó antes de que pudiera recuperar el aliento. El mago apareció en el escenario, tan imponente como el trapecista, pero de una manera distinta. Jaxon, escuché a alguien decir su nombre en un susurro reverente. Era uno de los cinco hermanos. Como el trapecista, pero más oscuro, más peligroso, y con una sonrisa que prometía secretos prohibidos.

Cuando sus ojos me encontraron entre el público, sentí un escalofrío correr por mi columna.

—Voy a necesitar una voluntaria —anunció con voz grave, y aunque miraba al público, sabía que ya me había elegido.

Lo vi en sus ojos, en la manera en que sonrió al mirarme.

No apartó la mirada de mí mientras hablaba con el público, explicando el truco que estaba por hacer. No me lo pidió directamente, pero todos sabíamos que era yo a quien quería. Me había elegido también.

—Tú —dijo, sus ojos clavándose en los míos como cuchillos—. Ven.

Mi boca se secó, y sentí que todos los ojos se posaban sobre mí. Algo me empujó a obedecer. No fue su voz, fue algo más, algo que creció dentro de mí, una curiosidad mórbida que me arrastraba hacia él. Hacia el peligro.

Cuando subí al escenario, Jaxon me tomó de la mano, su toque fue más frío de lo que esperaba, y su sonrisa más oscura.

—No dolerá —susurró con una sonrisa ladeada—. No demasiado.

Me introdujo en una caja de madera, y el aire se tornó sofocante de inmediato. El olor a madera vieja, a óxido y algo más metálico, me envolvía. Sentí el cierre de la tapa como si sellara mi destino.

—Relájate, querida —su voz resonaba por encima, suave, casi tranquilizadora, pero había algo en ella que me decía que no estaba segura.

Cuando escuché el primer crujido de la espada atravesando la madera, mi corazón se detuvo. El filo rozó mi costado, y una oleada de pánico me invadió. Luca se inclinó hacia la caja, su rostro emergiendo en una rendija.

—No es tan fácil escapar de la muerte, ¿verdad? —dijo con una sonrisa cruel.

El metal seguía perforando la madera a mi alrededor, y por un segundo, me pregunté si saldría viva de aquí.

Cuando las espadas se insertan, cada centímetro se siente como una promesa rota. No son solo ilusiones. Cuando las espadas se detienen, mi respiración es irregular. El espectáculo ha terminado, pero siento que algo más ha comenzado.




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