Capítulo 12
-Luca-
La música electrónica ya lograba que me fastidiara, o quizás de una buena vez el alcohol comenzaba a tener efecto en mí. Llevaba horas sentado en el banco de esa barra bebiendo, esperando el maldito instante de quedar completamente ebrio como para tener la menor noción posible de la vida. Caden se abalanzó rumbo a mí. Venía tan eufórico que deseé hacerlo desaparecer.
––¿Quieres más? ––me invitó poniendo a la altura de mi vista otra botella de vodka.
––Ahora no, Caden ––repliqué a secas.
Sufría un dolor de cabeza punzante. Él se limitó a encogerse de hombros y se alejó de allí; giré a uno de mis costados y observé a Darrel, que andaba muy entretenido con una chica. Volteé el rostro de nuevo en dirección a mi vaso, y comprobé aún tenía un poco más.
––¡Luca! ––Darrel caminó directo a mí.
Yo volví a girar hacia él con mi máximo pesar; se aproximaba con una chica morena que a la hora de caminar se meneaba de manera extravagante; vestía una blusa escotada, una minifalda y unas botas de color rojo. Agitando el cabello largo y grueso, se me precipitó provocándome molestia.
––Hola guapo… ––murmuró rozando sus labios en mi oreja.
Moví el hombro en un evidente signo de mal humor, y apreté mi puño en la barra cuando una visión me invadió. Había pasado la noche entera intentando perder la cabeza, y ella se presentaba justo cuando estaba a punto de conseguirlo para arruinarlo todo. Sentí dolor dentro de mi boca, apreté los dientes con fuerza. La chica se llamaba Bárbara, oí su nombre a través de unas voces desconocidas que retumbaban en mi cabeza; era una auténtica estafadora. Las imágenes de los insultos y los gritos de los hombres con los que habría de estar en el futuro aturdieron en segundos mi cabeza. A fin de cuentas era una ladrona. Una vez más veía las miserias de las personas sin desearlo.
––Me voy con esta belleza, así que no me esperes ––Darrel sonreía como un niño en navidad.
Ni siquiera me molesté en gastar un minuto de mis pensamientos en cuestionar si debía advertirle acerca de ella. De hecho, me importaba un cuerno con quién se acostara. La chica se separó de nosotros para pedir su último trago de la noche. En eso, Darrel se me acercó para contarme de su nueva adquisición.
––Es hermosa, dice que trabaja de camarera y tiene un apartamento a unas cuadras de aquí… ––comentó sin sacarle la mirada de encima a la joven, que no escatimaba en presumir las gracias con que la naturaleza la había dotado para hacerle perder la cabeza a Darrel.
––Idiota ––musité bebiendo el último sorbo de vodka, ignorándolo.
––Lo siento, amigo, no odies al jugador, sino al juego ––sonrió mientras giraba a un costado su gorra echándose para atrás; la chica se prendió a su cuello susurrándole palabras al oído y provocando que Darrel la besara con pasión para luego desaparecer entre la gente.
-Nina-
El amanecer encendía los colores del jardín. Dondequiera que depositara los ojos, el entorno estaba despertando: el aire fresco, el sonido de los pájaros que volaban entre las ramas de los árboles… Duncan me enseñaba el nuevo sector de su jardín, que ofrecía la mejor perspectiva. En efecto, desde el único asiento de piedra que había colocado era posible contemplar el cielo que se abría inmenso y majestuoso sin fin.
––Hermosa Nina, ¿te gustaría compartir una taza de café con este pobre anciano? ––consultó. Se la pasaba sonriendo, y debo admitir que eso me agradaba.
––Claro ––respondí asintiendo.
––Bien, vengo en un minuto.
Me senté a lo indio en el banco, preocupada por no pisar los montículos de tierra que Du había dejado listos para sembrar. Ubicada allí pude notar que Duncan había cultivado diversos tipos de flores haciendo casi imposible atravesar ese sector para alcanzar el banco de piedra. Nosotros dos lo hicimos con sumo cuidado.
«Tengo algo que mostrarte» ––me había dicho con cierto halo de misterio Duncan, acomodándose su boina. No bastaba decir más, pues él motivaba mi curiosidad como nadie; quizás era su modo de decir las cosas con ese tono de voz tan encantador…
––Si vienes a unos minutos del amanecer, puedo asegurarte que será la primera vez que veas un alba tan única como la que ofrece la vista de este sitio ––Duncan se sentó a mi lado y me pasó una de las tazas. La tomé con atención entre mis dos manos.
––Es perfecto, Duncan… ––contesté––. ¿Piensas construir algún camino para llegar aquí? ––pregunté observando los setos y las flores.
––No, este lugar es exclusivamente mío, VIP, no quiero muchas visitas ––rió por lo bajo con picardía––. Digamos que este sector va a ser mi espacio de descanso ––me sonrió, no sin antes guiñarme un ojo. En esas últimas palabras noté implícito un aire de melancolía.
––¿Podría venir a visitarlo otro día? ––consulté tratando de obviar sus palabras de la mejor manera posible.
––¡Claro, muchacha! ¡Tú sí! ––exclamó divertido––Pero el canalla de Luca no puede ––sentenció con tono terminante––ese jovencito no será tan cuidadoso como tú, estoy casi seguro de que pisará mis petunias, las margaritas, y ni hablar de las azucenas que tanto trabajo me costó que florecieran.