Bungee Jumping.
Ryan.
¿Cómo podía alguien odiar su vida? Tal vez él no tenía muchas razones para quejarse, pero igual lo hacía.
Era un hombre de 30 años, con una profesión respetable y un buen empleo. Una casa decente y un auto que por lo menos le permitía llegar a tiempo al trabajo cada día. Con una madre dos hermanas, dos sobrinas y una ex esposa.
Sí. Una ex esposa con la que todo había parecido ser perfecto durante ocho años. Hasta que un día había llegado a casa y la había encontrado en la cama con su vecino del departamento 4C que además de miope era panzón y que gozaba del espeluznante habito de hurgarse en la nariz cuando creía que nadie le observaba. Con un serio problema de estrabismo que resultaba la cereza del pastel.
Al parecer ''Early'', que era como su ex mujer llamaba al infame, la daba a su vida la emoción que él no había podido brindarle.
Obviamente después de semejante admisión, él había visto como Judith tomaba sus cosas y se mudaba con Earl. El vecino del 4C. Al departamento 4C.
En su mismo edificio.
Así que todos los días cuando se iba a trabajar, veía a la feliz pareja. Judith le daba un dulce beso en los labios a su adorado Early y lo despedía con cariño, luego lo saludaba a él. ¡A él! Un '' ¿Cómo te va?'' mientras sonreía como si hubieran sido vecinos toda la vida.
Y aun algunos dudaban sobre lo espantoso de su vida.
Judith había sido su esposa. Su mujer. Había dormido con él cada noche por 2,922 días, había hecho el amor con él, le había preparado el café y lo había besado cada mañana como ahora besaba a su vecino.
A veces él sonreía en secreto y se decía que seguramente ''Early'' ya debía de estar siendo engañado con el vecino del 3C. Entonces el mundo se volvía un mejor lugar.
Y no es que fuera una mala persona. Nunca se alegraría de las desgracias de los demás, no. Solo se alegraba de no ser la única persona a la que le pasaban cosas malas, porque entonces eso haría su vida fuera más miserable.
Salió de su departamento mientras se alisaba su corbata color marfil, la corbata de los lunes.
De vivir en un edificio mejor Ryan solo tendría que tomar el ascensor y así evitaría ver a Judith y a Earl cada día, pero le había tocado un ascensor averiado que lo obligaba a pasar más de una vez por día frente al departamento en el que su ex vivía con quien había sido su amante, sin mencionar el tener que subir y bajar cinco pisos.
Pero ¿Qué más podía hacer? Esa era la vida que le había tocado y no podía hacer otra cosa que vivirla. Esa era su única opción.
Quizá las cosas mejoraran se jubilara. Se compraría un gato muy gordo y se mudaría al campo con su mamá y su hermana menor, y con suerte la diabetes o algo lo mataría cinco años después.
Mientras ese día llegaba tendría que soportar toda la basura que la vida le arrojaba a la cara.
Bajando las escaleras que lo llevaban al cuarto piso, escuchó una puerta abrirse. No tenía que ser un genio para saber que era el departamento 4C. Llego al descansillo del cuarto piso justo en el momento en el que Judith le daba a Earl un beso en los labios, luego la vio tomar la taza que él aun sostenía en las manos y lo despidió. El hombre caminó hasta las escaleras y Ryan lo perdió de vista.
Debía aclarar, solo por si no había quedado claro, que tener que pasar cada día por la casa donde su ex vivía con el hombre que lo había engañado no era una experiencia gratificante.
– ¿Cómo va todo, Ryan? –Lo saludó Judith.
Por regla general, el nunca respondía y por regla general, ella nunca se cansaba. Lo saludaba cada día como si aquella situación no pareciera extraída de la peor pesadilla de cualquier hombre con dignidad.
¡A la mierda! Se jubilaría antes, o quizás dejara su insípido empleo y decidiera hacer algo emocionante con su vida. Algo como un deporte extremo. Bungee Jumping, por ejemplo. Si el cable se rompía en uno del salto, también sería una suerte.