Carpe Diem

*8*

Invisible

Ryan.

 

 

Aún estaba a tiempo de volver a su casa, se dijo Ryan mientras miraba hacia atrás, luego hacia la puerta y nuevamente hacia la calle. ¿Debía irse de una vez o entrar allí y, de alguna forma, terminar con toda aquella locura?

Se había estado diciendo todo el día que lo mejor sería no volver a ver a Camila, pero mientras se lo repetía una y otra vez, había llegado a las puertas de aquel bar sin siquiera notarlo. Ahora había una batalla campal en su cabeza entre el sentido común y la estupidez.

Y lo peor era que la estupidez iba ganando por mucho.

Volvió a mirar hacia la calle por última vez y antes de que el poco valor que poseía se le escapara, respiró profundo y entró en el bar. No tuvo que hacer mucho esfuerzo para encontrarla; primero, porque estaba prácticamente frente a él, detrás de la barra; segundo, porque no había más de cinco personas en todo el local y tercero, porque ese día, por alguna extraña razón, el local se encontraba mucho más iluminado.

Aquel día todo se veía diferente en aquel lugar. Podía ser porque aún era muy temprano o porque la cantidad de personas se había reducido considerablemente desde la última vez que estuvo allí, o porque aquel día el bar estaba iluminado a totalidad, lo que le permitía observar por completo aquella ratonera y también a la chica detrás de la barra.

Se acercó hasta donde ella estaba, con calma. Hasta ese momento, Ryan había albergado la idea de que ella no lo reconociera, pero por el gesto en su rostro él supo con claridad que no era así. Seguro que Camila estaba acariciando la idea de tirarle agua caliente y las posibles repercusiones penales de aquella acción. Sonrió para sus adentros.

Al acercarse a ella pudo percatarse de algo que no había notado la noche anterior; como, por ejemplo, las pequeñas y casa invisibles pecas que se alojaban en sus mejillas, también pudo ver que su pelo era más rojo de lo que percibió en un principio bajo las luces de su auto y que sus ojos eran marrones, cual era raro para una persona con su color de cabello.

Se sentó en uno de los taburetes que se encontraban alrededor de la barra y ella se acercó a él, lentamente, parecía estar pensando con detenimiento todas y cada una de las palabras que iba a decir.

Buenas noches. ¿Qué desea tomar?

–Un whisky, por favor.

Sí, eso es mejor elección que el vino, por lo menos aquí lo es —declaro sin mirarlo.

Ryan sonrió abiertamente. Así que lo recordaba... El perdedor que había dentro de él no pudo evitar emocionarse por el hecho de que una chica bonita que veía decenas de hombres al día lo recordara.

Por lo general él solía ser invisible. La gente lo miraba sin verlo realmente, rara vez era tomado en cuenta y nunca, nunca lo recordaban. No habían sido pocas las veces que había tenido que presentarse varias veces a la misma persona o convencer a un compañero de trabajo al que veía todos los días de que llevaba años sentado en el cubículo del lado y que si, incluso le había prestado su pluma más de una vez.

Que aquella chica lo recordara era un cambio favorable.

Levantó la cabeza para decirle algo, pero ella ya estaba sirviéndole el whisky. Lo tomó y se dio un largo trago, tuvo que aguantar las ganas de arrugar la cara y escupir lo que tenía en la boca. ¿Qué diablos le encontraba la gente a aquello?

Cuando volvió a mirar a Camila, esta estaba intentando contener la risa. Era patético. Ni siquiera podía tomarse un vaso de whisky como un hombre normal. Colocó el vaso sobre la barra con calma e intentó sonar lo más digno que la situación le podía permitir.

– ¿Sucede algo?

Ella pensó unos segundos antes de contestar.

–Nada. –dijo. Parecía renuente a mirarlo a los ojos. Ryan pudo notar en su voz que se estaba riendo de él. Y eso le hizo recordar lo patético que era.

 

 

 

 



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En el texto hay: humor, chica ruda

Editado: 16.01.2022

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