Desenlace inesperado.
Ryan.
Ryan dejó de preguntarse si había escuchado mal cuando vio a Camila subir a su auto. De todas las cosas que podrían haber pasado aquella noche, esa era la más difícil de creer. Debía admitir que no había aspirado a más que poder conversar unos minutos después de insistir mucho y antes de que ella perdiera la paciencia y lo mandara a echar de allí.
Que no era la persona favorita de la chica era algo que saltaba a la vista, pero había sido más amable de lo que fue antes y eso era algo destacable.
Mientras conducía se hizo un profundo silencio entre ellos que Ryan no estaba dispuesto a romper. De vez en cuando la miraba por el rabillo del ojo y contemplaba sus facciones duras y a la vez delicadas. Era una mujer muy bonita y lo sabía. Pero no parecía importarle en lo absoluto y Ryan se dijo que tampoco debía importarle a él.
– ¿No es muy temprano para haber cerrado el bar?
–No tengo que quedarme allí si no hay clientes.
Ryan asintió sin decir nada más por el resto del camino. Solo intercambiaron palabras cuando ella le indicaba por dónde ir. Cada vez más se fueron internando en los barrios más horribles que Ryan alguna vez había visto. ¿Pensaría su madre silo viera andar por allí?
Había grupo de pandilleros -o eso pensaba- en las esquinas, hombres que le inspiraban muchos sentimientos y ninguno era de tranquilidad o sosiego. Trató de borrar de su mente la imagen que acudía su mente cuando se imaginaba a Camila caminando sola por allí a altas horas de la madrugada.
–Este lugar no parece ser muy seguro. –expresó, tratando de disimular una mueca de disgusto.
–No tienes por qué preocuparte, los conozco. No te harán daño.
–Me preocupo por ti.
–No tienes por qué hacerlo. Es por aquí. –Respondió ella, tratando de cambiar de tema. Repentinamente, parecía incomoda e impaciente por deshacerse de él. –Escucha bien, Ryan. Gracias por traerme a casa, en serio, pero ya. Eso es todo. No quiero que te preocupes por mi ni nada de eso. No lo necesito.
Después de la conmoción de escucharla pronunciar su nombre por primera vez con esa voz tan peculiar que poseía, Ryan comprendió que estaba despidiéndose de él. Jamás llegaría a saber con seguridad cuando tomó la decisión de salir del auto, pero cuando volvió en sí estaba caminando tras Camila hasta un horrible edificio color mostaza.
Ella se detuvo de golpe cuando pareció notar que él la seguía.
– ¿Qué haces? ¿Dónde vienes? –Lo miró con cara de exasperación.
–Tranquila, solo te acompañaré hasta la puerta.
Camila resopló con frustración.
–Ya te dije que no es necesario.
–No recuerdo haber dicho en ningún momento que fuera necesario. Solo... quiero hacerlo.
Camila hizo un gesto con la mano, como quien dice ''Haz lo que quieras, estás loco''. Al final, tras caminar unos 27 segundos llegó a la puerta del edificio y se giró hacia él.
–Ya estamos aquí. Gracias.
La tensión podía palparse entre ellos. Ryan ya no sabía que más hacer o decir y Camila no se veía en disposición de hacer o decir algo más que Adiós.
–Pues... Hasta luego... Yo...
No pudo terminar lo que atropelladamente intentaba decir, porque, para su sorpresa, Camila unió sus labios con los de él. Sin embargo, sorprendido o no, Ryan no pudo evitar responder. La apretó contra su cuerpo y profundizó el beso. Mordisqueó su labio inferior con suavidad hasta hacerla entreabrirlos y tomó posesión de su boca.
Camila no se mostraba para nada tímida, aunque él tampoco lo había esperado. Le rodeó el cuello con los brazos mientras se apretaba contra él y le otorgaba mayor acceso a su boca.
Segundos después ambos se separaron para tomar aire, tan repentinamente como había iniciado el beso.
Sus miradas volvieron a chocar y en esta ocasión, tampoco se le ocurrió nada que decir, Camila tampoco parecía tener muchas ideas porque su mirada estaba fija en él.
Así que esta vez fue Ryan quien tomó la iniciativa y la besó nuevamente.