Carpe Diem

*18*

Camila. 
 

 

Camila gruñó antes de volver a sentarse sobre la mesa del salón aquel no era un tema simple. Sí, no todos los tatuajes tenían una historia profunda, pero sus serpientes si y no eran cosas de las que soliera hablar; sin embargo, tal vez porque Ryan ya le había hablado de su esposa, pero sintió que podía confiar en él. Al menos un poco.

—Son mi familia —admitió, quería lucir como si todo estuviera bien, pero se imaginaba de qué forma su rostro se había deformado con el solo recuerdo—. Es que una vez alguien me dijo que las serpientes eran el símbolo de la traición, es tonto si lo piensas y ni siquiera sé si es cierto, pero acababa de hacerme mayor de edad y estaba sola y enojada así que solo lo hice.

Ambos se quedaron en silencio y una parte de ella sabía que ya había respondido su estúpida pregunta y que no estaba obligada a decir nada más, pero sin poder controlarlo, las palabras continuaron saliendo de ella.

» Toda mi familia mi traicionó y posteriormente me dejaron sola, o yo los dejé a ellos, ni siquiera estoy segura —hizo una mueca de disgusto y aprovechó para darle otro trato a su cerveza—. Mamá se mató porque mi padre la dejó por otra y mi hermana Mía se fue con él a vivir en tierras extranjeras. Y yo me quedé aquí porque estaba demasiado dolida y enojada y harta como para ir a jugar a la familia feliz.

Se pasó una mano por el pelo, intentando comprender por qué estaba contándole todo aquello a un tipo que solo conocía de algunos días. Nunca había compartido su historia con nadie, pero suponía que ya era tiempo de sacar todo.

—Camila yo...

—Ojalá nos hubieras conocido, éramos tan perfectos —se rio con amargura—. Y luego... un día estábamos todos en la mesa, cenando pasta y al otro estaba llegando de clases y encontrando a mamá muerta en su estudio... Así se siente, como si solo hubieran pasado minutos entre un suceso y otro, aunque en realidad fueron meses.

Se hizo un profundo silencio entre ambos. Ella se había descargado por primera vez en seis años, y ya no le quedaba nada más por decir. Ahora estaba en manos de Ryan Ross la oportunidad de tomar su fea chaqueta y salir de allí para no volver jamás. El tipo podía parecer tonto, pero estúpido no era y si sabía lo que era más conveniente para sí mismo se alejaría tanto como le fuera posible del coctel de traumas que ella representaba

—Lo siento mucho —Ryan se acercó a ella y le acarició la mano castamente.

Camila no pensó que se encontraría deseando que la besara, pero ahí estaba, ansiosa porque Ryan Ross la tomara en sus brazos y la besara de verdad. Claro él no haría eso, lo sabía. Era demasiado... Era tan...

—Esto es tan ridículo —murmuró sin poder evitar un suspiro.

—¿Qué? ¿Qué hice?

—Estamos aquí, solos, y tú quieres besarme, sé que quieres hacerlo, pero te limitas a tomarme las manos como si tuviéramos doce años o estuviéramos en la edad media. Y ni siquiera estoy segura de sí debería preguntar el por qué, porque igual eres el tipo más raro que conozco y nada de lo que haces debería sorprenderme.

Él no pareció ofendido por ninguna de sus palabras, más bien divertido, aunque Camila no pudiera encontrar la gracia en nada de lo que acababa de decir. ¿Ella por qué quería volver a besar a Ryan Ross, en primer lugar? Un beso y se había aparecido en su casa con la cena, dos y no tendría idea de qué esperar de aquel lunático. Y aun así, allí estaba, esperando a que lo hiciera.

—Bueno... Yo nunca sé lo que está pasando por tu cabeza, no sé si tú quieres besarme a mí y no me atrevería a hacer algo que te incomodara, soy un caballero.

Camila se quedó en silencio por miedo a reírse de lo ridículo de aquella frase. En la vida real, llevaba siglos sin escuchar a nadie referirse a sí mismo como un caballero, claro que ella tampoco conocía a los mejores tipos de la ciudad y ya había dicho más de una vez que Ryan no se parecía a ninguno de los que conocía. Las palabras de Ryan eran graciosas, pero también despertaban ternura en ella. Si, era muy raro.

—¿Ryan?

—¿Sí?

—Yo no soy una dama, nunca lo he sido. Si decido ahora que quiero besarte y tener sexo contigo. ¿Tendrías algo que decir?

—Yo... ¿Les daría las gracias a todos los santos? —murmuró él. El pobre parecía esperar que ella le confesara que estaba burlándose de él y secretamente Camila también lo esperaba de sí misma, pero no paso.

En cambio, una carcajada escapó de sus labios, tal vez porque había tomado demasiadas cervezas como para que su sentido del humor fuera coherente, pero de repente le parecía que Ryan tenía una forma muy extraña de ser gracioso.

Se levantó de la mesa e hizo los tres pasos hasta el sofá lo más lento posible. Podía arrepentirse si quería, pero no era de las personas que daban un paso atrás después de haber empezado el camino, aunque quisiera, que no era el caso.

Estaba cansada de estar sola y si podía tener compañía, aunque fuera por una noche, pretendía aprovecharlo. Aunque Ryan decidiera desaparecer por veinte años después de aquello. Que sería lo más inteligente.

No le importaba.

Se quedó de pie frente a un Ryan estupefacto y lo observó en silencio antes de volver a hablar. La forma en que sus ojos se fijaban en ella la hacía sentir más poderosa de lo que sería jamás.



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En el texto hay: humor, chica ruda

Editado: 16.01.2022

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