Carpe Diem

*20*

Camila.

 

Ryan pasó frente a Camila y se dirigió directamente a la cocina tratando de evitar reírse de su cara. Era más que claro que ella había pensado que se había largado y bueno... debía admitir que por un momento la idea había pasado por su cabeza, pero al final la desechó casi tan rápido como esta surgió.

Por raro que resultara, le gustaba estar allí con aquella loca; era divertido y le entretenía intentar adivinar de qué humor estaría en los próximos diez segundos.

Dándole la espalda, comenzó a sacar todas las cosas que tenía en las bolsas y a colocarlas en orden dentro de la alacena o el refrigerador. Sabía que Camila lo miraba, pero siguió dedicado a lo suyo, sobre todo porque sabía que mirarla a la cara significaría recibir una de esas miradas asesinas que ella solía dedicarle.

—Pasé por una cafetería de camino —señaló, sin mirarla—, traje cruasanes, de queso porque a todos les gusta el queso. También traje café. Aunque no sé si eres más de té. Puedo volver por otra cosa, si quieres.

Se dio la vuelta al no recibir respuesta y se encontró con Camila a menos de medio metro de él, mirándolo como si hubiera descendido de un platillo volador directamente a su cocina.

—¿Escuchaste lo que dije? —insistió, pero ella parecía absorta en alguna cosa dentro de su cabeza.

— ¿Por qué estás aquí? —dijo ella, en cambio.

La pregunta lo tomó por sorpresa, aunque no debería. Ryan tenía la impresión de que ella realmente no medía las cosas antes de decirlas, ni le importaba; lo cual, aunque era difícil de explicar, era nuevo y refrescante, pero no siempre resultaba agradable.

Por lo menos sabía que lo que veía era lo que había, pensó.

—¿A qué te refieres?

—No finjas. Te fuiste —acusó Camila cruzándose de brazos— ¿Por qué volviste?

—Fui por comida —Ryan señaló las bolsas que aún tenía en las manos. Nunca entendía sus reacciones— ¿Si vas a querer el café?

Ella descruzó los brazos y luego volvió a cruzarlos, como si no supiera cómo reaccionar; luego lo miró como una madre mira a un niño que niega haberse comido las galletas teniendo migajas en la boca.

—No te creo nada —dijo moviendo la cabeza de un lado a otro—. La comida solo fue una excusa para volver.

— ¿Siempre eres tan desconfiada?

—Sí y hasta ahora no me ha ido mal —gruñó— ¿Por qué limpiaste mi casa?

—Solo quería ayudarte.

Ryan vio en su cara que no estaba para nada convencida, era un hueso duro de roer. Y sí, ya sabía por lo que le había contado la noche anterior que había tenido una vida difícil, pero ¿era necesario estar siempre a la defensiva? ¿No se cansaba nunca?

—No es así, parece que intentaras resolver mi vida. No limpies mi casa, no me compres de comer, no asumas mis gustos y sobre todo, no hagas mi compra —Camila parecía realmente irritada —. Y puedes llevarte todas tus cosas porque no voy a pagarte nada de lo que compraste.

—Yo no estoy pidiéndote que lo pagues.

¡Maldita sea! ¿Había alguna manera de lograr que ni estuviera enojada todo el tiempo?

—¿Es por el sexo? ¿Crees que tienes que... retribuirme de alguna forma por nuestro revolcón de anoche? Porque no es así, Ryan —Con cada palabra su tono de voz iba en aumento— Tienes toda la pinta de príncipe Encantador, pero yo no necesito que vengas con tu caballo blanco y tu reluciente armadura a intentar salvarme de lo que sea que creas que me atormenta.

—Bien —En ese punto Ryan estaba igual o más enojado que ella y se contenía con todas sus fuerzas para no iniciar una discusión.

La entendía. Él se había tomado atribuciones, él se había pasado de la raya y como siempre, él era el imbécil.

—Me daré un baño —dijo de repente, como si no acabara de gritarle hacía apenas unos segundos— Puedes poner el café al microondas mientras tanto.

—Por la escena que acabas de hacer, pensé que querrías comer nada de lo que he traído.

—No, si quiero —replicó, calmada—, lo que no me gusta es que te metas en mi vida, tomes decisiones por mí y compres cosas que no sabes si me gustaran. ¿Qué tal si fuera de esa religión en la que no toman café? ¿O si fuera intolerante a la lactosa y no pudiera comer queso? —Levantó una mano interrumpiéndolo cuando intentó hablar —Hablaremos en unos minutos.

Ryan la vio alejarse hacia su habitación con aquella forma de caminar que hacía solo algunas horas había descubierto que tenía. Camila era la chica más áspera que había conocido en su vida, no se parecía en nada al tipo de mujer que le atraía; Judith era dulce, sonriente, agradable; o al menos parecía serlo. La mujer con la que acababa de pasar la noche no podía ser más distinta y, sin embargo, allí estaba él sintiéndose cada vez más atraído por todo aquel caos. ¿Acaso pensar aquello lo hacía estar loco? Prefería no saberlo.

 



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En el texto hay: humor, chica ruda

Editado: 16.01.2022

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