Camila.
Camila sonrió desde su posición porque sabía que él no podía verla. ¿Acaso Ryan pensaba que no había notado que la estaba abrazando? Estaba cansada sí, física y mentalmente hecha mierda, pero no loca. O eso le gustaba pensar. Al menos no tan disociada del mundo.
De todas formas, dejaría que la llevara donde quisiera. Estaba tan exhausta que tropezaba con sus propios pies. No recordaba encontrarse en tan deplorable estado desde su primera semana de trabajo en el bar, hacía mucho tiempo atrás, cuando no tenía idea de que una persona pudiera pasar tanto tiempo de pie o que hubiera cosas peor que las clases de ballet.
—Entonces ¿Vamos a tu casa? —cuestionó. No tenía necesidad de hablar, mucho menos gas, pero había dos cosas que la motivaban: la primera era la necesidad de evitar quedarse dormida mientas caminaba, la segunda las ganas de que ver como Ryan se sonrojaba y gagueaba un poco.
—Solo si quieres ir —Él pareció nervioso, justo como Camila esperaba y tuvo que contenerse las ganas de reír— No quiero que pienses que quiero aprovecharme de ti.
Tras escuchar esas palabras no pudo contenerlo más, Camila dejó escapar una carcajada y rió más al ver la expresión con la que él la miraba.
—¿Qué es tan gracioso? —inquirió Ryan. El pobre no terminaba de comprender el tremendo chiste que acababa de soltar.
Ryan frunció el ceño y Camila pensó que se veía aún más gracioso cuando quería lucir severo.
—Oye, ternurita, nunca vas a aprovecharte de mí, jamás. Incluso si me amarras con cadenas y me golpeas con el palo de la escoba.
Volvió a reír al verlo arrugar la cara un poco más. Parecía haberse imaginado la escena y evidentemente no le había parecido nada bonita. Era increíble que lograra hacerla reír a carcajadas sin decir ni una palabra y estando ella tan cansada.
—Eres tan... no sé, eres como... —Se le hacía tan difícil pensar, hablar, calmar la risa e intentar mantener los ojos abiertos al mismo tiempo. —Eres lindo. Tierno como un gatito.
Llegaron hasta el auto de Ryan y por supuesto él le abrió la puerta. Camila le hizo una exagerada reverencia al estilo victoriano solo para molestarlo, pero para ese momento sus bromas ya no parecían incomodarlo tanto.
—Eso no es halagador. —replicó divertido cuando por fin entró en el auto— Tierno como gatito…
—¿Existe algo más tierno que un gatito? —insistió.
—No estoy seguro.
—Entonces olvídalo. ¿Vives muy lejos?
—A unas cuantas cuadras. Llegaremos antes de que lo notes.
—Bien —murmuró, intentando no bostezar—, porque estoy tan cansada.
—Puedo verlo.
Camila podía sentir el auto en movimiento, podía ver las luces de los faroles en la calle, pero no podía moverse ni pensar con mucha claridad. Se acomodó como pudo en el asiento para poder mirarlo.
—¿Ryan?
—¿Sí?
—Gracias por traerme, si no fuera por ti ahora mismo estaría dormida en un colchó horrible, con riesgo de ser picada por algún bicho —Un bostezo se le escapó—. Tengo un montón de historias; en realidad no es tan malo, no hace tanto calor porque una de las ventanas está rota.
Ryan la miró de reojo.
—Descuida
—¿Lo de las almohadas era cierto o solo querías presumir?
Él rió. La miró un segundo y luego volvió la vista al camino.
—Si es cierto. Si quieres puedes descansar los ojos un momento. Llegaremos en dos minutos.
Camila asintió despacio. Ya no le quedaban fuerzas ni para contestar. Podía ver que si hubiera tardado treinta minutos más en el bar se habría desplomado allí mismo, aquel había sido un día demasiado duro. Un segundo más tarde, tampoco le quedaron fuerzas para mantener los ojos abiertos, así que los cerró un momento...