Ryan
Para cuando se le acabaron las excusas para retener a Camila en su casa, ya eran las ocho de la noche. Él lo consideraba un día productivo, pero no estaba del todo seguro de si ella lo había disfrutado igual.
Camila caminaba frente a él mientras salían de la casa y se veía tan... aún no encontraba la palabra correcta. Estaba seguro que "sexy" no abarcaba todo lo que el quería expresar. Tampoco estaba seguro de que "excitado" definiera como se sentía al verla contonearse llevando su ropa.
Ella estaba a punto de abrir la puerta cuando una foto llamó su atención. La levantó de la mesilla y se quedó mirándola unos segundos.
¿Porqué diablos no se había desecho de aquella fotografía? En el futuro debía recordar no ser tan sentimental como para conservar cosas que sólo eran capaz de lastimarlo y buscarle problemas.
—¿Es tu esposa? —Camila formuló la pregunta muy despacio y el tono de su voz descendió un poco más de lo normal.
—Es mi ex-esposa.
—Es bonita —murmuró. Y Ryan se sintió realmente incómodo por primera vez en mucho tiempo. Sabía que conservar la estúpida foto era un error, pero en su defensa, habían sido unas buenas vacaciones y él ni siquiera se fijaba en las fotografías últimamente.
¿Y qué se suponía que debía responder a eso? ¿Ese comentario era alguna trampa en la que quedaría como un imbécil dijera lo que dijera?
»Pero claramente es una idiota si todo lo que me has contado es cierto —agregó, como si hubiera percibido su incapacidad de contestar.
Esa vez fue la primera en todo el tiempo en que llevaba conociéndola que Camila tuvo un gesto tierno con él, porque después de decir aquello le acaricio el pelo con... ¿Cariño? Le dio un suave beso en los labios y luego abrió la puerta que estaba frente a ellos y salió al pasillo como si nada hubiera sucedido.
Una vez más, Ryan se sorprendió de la forma en la que ella reaccionaba frente a algunas situaciones. Nunca respondía como él esperaba que lo hiciera. Algunas veces le molestaba, en otras lo hacía respirar aliviado.
Salió tras ella justo en el momento en que Camila se detenía frente al ascensor.
—No funciona —Dijo parándose junto a ella—¿Tienes algún problema con las escaleras?
—¿Estás de broma? ¿Has visto donde vivo? —se burló— ¿Cuántos pisos son?
— Cinco —Ambos comenzaron a bajar las escaleras uno al lado del otro—¿Puedes con eso?
— Por supuesto —bufó— Sólo que las escaleras nos quitan la oportunidad se besarnos en el ascensor y todo ese royo romanticon que cuentan en los libros —Le sonrió con picardía.
—¿Libros? —Ryan la miró y enarcó una ceja intentando contener una sonrisa.
—¿Qué es lo que te sorprende? ¿Qué lea algo romántico o que lea en general? No soy ninguna analfabeta, Ryan, me ofendes —a pesar de sus palabras, ella estaba sonriendo, como si aquella conversación le pareciera graciosa, como si el hecho de confundirlo constantemente fuera divertidísimo— Tu no eres el único aquí que ha pasado por una universidad.
—¿En serio? —Ryan se maldijo por no poder formular aquella pregunta de una forma educada, aunque a ella no le importó su tono. Parecía estar de muy buen humor, de hecho.
—Totalmente. Es decir, lo abandoné hace poco, pero mis planes nunca fueron ser la camarera de Sam toda la vida. Hasta la gente como yo tiene aspiraciones.
Ryan no pudo evitar reír y su sonrisa se ensanchó cuando vio que ya estaban en las puertas del edificio. Era tan diferente bajar las escaleras con compañía que ni siquiera había sido consciente del trayecto. Salieron al aparcamiento mientras Camila, más habladora que nunca, seguía diciéndole la pena que era no poder toquetearse en el ascensor y correr el riesgo de ser sorprendidos por algún vecino.
—¡Ryan! —Él solo necesitó escuchar esa voz para que su cuerpo se tensara— ¿Como estás?
Ryan sintió muchísimas ganas de no girarse y sólo correr hasta el auto. Pero no podía, sobre todo porque Camila ya se había detenido y miraba a la mujer detrás de él con un gesto de desagrado, era evidente que la había reconocido de la foto ¡esa maldita foto! Se dio la vuelta a tiempo para sentir el brazo de Camila rodear su espalda.
—Hola, Judith —No pudo evitar que la voz le saliera dura y cortante. No recordaba haber hablado con ella desde el divorcio, ocho meses atrás.
Ella le sonrió como si no hubiera notado su tono de voz o todas las señales que gritaban que tan incómodo estaba él sosteniendo aquella conversación. Y mientras mostraba su sonrisa, escaneó a Camila en unos escasos cinco segundos. Evidentemente no le gusto, pero eso él pudo haberlo predicho. A Judith le gustaba pensar en sí misma como una mujer conservadora y de valores, aunque claramente la percepción que tenía de sí misma no había interferido cuando se le presentó la oportunidad de engañarlo.
De todos modos, aquel no era el mejor momento para evaluar que tan desconsiderada, egoísta, prejuiciosa y casquivana podía ser su ex mujer.
—¿Quién es tu amiga? —inquirió tras clavar la vista en Camila. Y Ryan estaba a punto de responder cuando Camila se le adelantó.
—Soy Camila. Su novia —Desplegó una sonrisa casi tan falsa como la de Judith.
—¿En serio? —Esta vez su ex esposa lo miró a él fijamente —¿Estás saliendo con... ella?
—Si, en serio lo hace —Camila volvió a contestar por él y Ryan no pudo evitar que la situación le causara un poco de gracia.
Sobre todo cuando Judith respiró profundo, como si estuviera intentando ser paciente. También era una maniática de los modales y las normas de cortesía, aunque Ryan estaba casi seguro de que engañarlo con el vecino del piso de abajo no había sido muy cortés.
—No he hablado contigo —Judith pareció perder la paciencia.
—Es que soy así de considerada y decidí responderte yo para que Ryan no se vea obligado a dirigirte la palabra; se nota que lo incomodas porque evidentemente eres una perra.