Carpe Diem

*27*

—¿Qué carajo quieres decir con que estoy despedida?—exclamó furiosa.

Miró a Sam fijo a los ojos, y maldijo una vez más. Camila nunca imaginó que se sentiría tan indignada por perder su trabajo en aquella pocilga, pero la última cosa que necesitaba en esos momentos era verse desempleada.

—justo eso. Estás despedida —El canalla de Sam tuvo el descaro de fingir pesar.

Camila dio un fuerte golpe sobre la barra y maldijo cuando fue consciente de que había sido más doloroso que impactante, detestaba que su tamaño no la ayudara a infunidir el terror que ponía en sus palabras, o en sus gestos. Si pudiera ir al infierno a increpar a su madre, le reclamaría que le hubiera dado genes tan adorables. Justo por eso ahora estaba sin empleo. 

—No puedes despedirme, maldita sea. No he hecho nada.

—Si, eso, nunca haces nada —La señaló Sam—. Es mi bar, no tuyo y estoy harto de tus pataletas. Echaste a mis clientes, ayer ni siquiera viniste...

—Lo de anteayer fue una emergencia y ayer era día de independencia, Sam. ¡Maldita sea!

—¿Y qué diablos crees que hace la gente cuando no está trabajando? —chilló él, Camila vio como su nariz se ponía roja— ¡Beber! Pero mi bar estaba cerrado porque tú tomaste esa decisión.

Camila miró hacia un lado, donde se encontraba Tina mirándola con pena. No quería que nadie sintiera pena por ella.  Estaba tan enojada que podría pegarle a Sam en su bonito rostro. 

—¿Sabes que? Puedes irte a la mierda, Sam —gritó, sintiendo como cada segundo su ira iba en aumento— ¡Vete a la mierda! Tú y tu estúpido bar se pueden ir al carajo

Pateó  uno de los taburetes antes de salir hecha una furia. No tenía ganas de ir a su casa a revolcarse en su miseria, pero ni siquiera tenía algún lugar alternativo donde ir porque ni siquiera tenía amigos y si no apresuraba en dos semanas no tendría para tomarse un café. Caminó hasta que le dolieron los pies, sin importarle que en realidad no tenía donde ir.  

Si antes consideraba que tenía poco ahora no tenía nada, ni siquiera el miserable empleo que usaba para ganarse la vida. Dentro de dos semanas debía pagar la renta y si no conseguía un empleo pronto, estaría en la calle antes de un mes.

Tomando al fin la decisión de volver a su casa, sacó un cigarrillo de su bolsillo y lo encendió. Ese era el momento en que se daba cuenta de que estaba jodida y decidía irse con su padre y su hermana a donde quiera que estuvieran viviendo. No tenía que quererlos, ni siquiera tenía que soportarlos; solo habitar con ellos en un espacio común. No podía ser tan difícil.

¡Maldita sea! Estaba harta de considerar la idea de irse con su padre cada vez que las cosas se ponían agrias. Una persona sensata se pondría a buscar un trabajo lo más pronto posible, haría el esfuerzo de encontrar algo mejor -lo cual no podía ser muy difícil-  y luego se lo restregaría a Sam en la cara. ¿Acaso no podía ella ser una persona sensata?

Llegó a las viejas puertas de su edificio y tiró su cigarro antes de entrar. Las imágenes que llevaba veinticuatro horas bloqueando eligieron ese momento para acudir a su mente. La ex esposa de Ryan era un perra, eso era innegable, pero también era perfecta. Con su bonita ropa y su lustroso pelo rubio era el tipo de mujer con quien uno se imaginaba a Ryan; y ella era tan poco apropiada en todos los sentidos, tan... ella.

Lo que la hacía enojar más era que ella nunca había experimentado ese tipo de dudas y se sentía estúpida, porque Ryan ni siquiera le gustaba. .. bueno, si le gustaba, pero era tan extraño, porque hacía una semana atrás habría pasado fácilmente de él pero ahora deseaba verlo con frecuencia, incluso se sorprendía de vez en cuando extrañándolo. En definitiva le gustaba Ryan pero no le gustaba sentirse insegura acerca de la perra de su ex esposa. Tampoco debería, porque al parecer ella esaba muy feliz con "Early". 

Eso la hizo reír, el recuerdo de aquel gracioso hombrecito con los dedos de la nariz antes de que nadie notara que estaba allí.

Subió las escaleras sin ánimo. Suponía que podía esperar hasta la mañana antes de intentar buscarse algún trabajo, por insignificante que fuera. Se metió en su departamento y se dejó caer en el sofá, al menos tenía cervezas en el refrigerador. Ahora necesitaba reunir las fuerzas levantarse e ir por una. 



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En el texto hay: humor, chica ruda

Editado: 16.01.2022

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