Carpe Diem

*31*

Era el momento de darle amor a su hogar. A Camila le parecía una eternidad desde la última vez que había estado allí y de seguro habría pasado una eternidad antes de volver si hubiera esperado a Ryan para cenar como él le había sugerido. Por suerte tuvo el suficiente sentido común como para decirle que no y largarse antes de que él llegara y volviera a convencerla de quedarse "Solo una noche más" otra vez.

Después de echar un vistazo en su casa decidió que lo mejor que podía hacer era ponerse a hacer limpieza profunda, ya que el orden que había quedado allí después de que Ryan se volviera Cenicienta había desaparecido y llegadas las doce campanadas, su casa volvía a ser un desastre.

Comenzó por la cocina, la cual le quitó más tiempo del que esperaba, pero cuando terminó estaba más limpia de lo que jamás la había visto. Luego continuó una a una por todas las áreas de la casa hasta que todo pareció brillar. Puso la lavadora mientras se daba un baño para quitarse toda la mugre que había adquirido en su larga tarea de limpieza y comprendió por qué su madre solía hacer limpieza profunda cuando tenía muchas cosas en la cabeza.

Pensar en su madre le provocó un poco de nostalgia que apartó de su cabeza casi de inmediato. No podía mentir, muchas veces se descubría a sí misma extrañándola, pero intentaba deshacerse de eso pensamientos porque no servían de nada. Lanzó una mirada al teléfono que Ryan casi le había obligado a aceptar y pensó en Mía, su hermana.

A las 2:30 P.M. alguien entró en su casa mientras ella comía sopa instantánea sentada sobre su cama y mirando al vacío. Se puso de pie y se fue a ver quién era. Para su sorpresa, se encontró con Tina parada en medio de su sala.

—Hey. ¿Qué haces aquí? —preguntó sorprendida.

Claro que Tina era lo más cercano a una amiga que tenía, pero aun así estaban muy lejos de ser íntimas. Ninguna estaba acostumbrada a las visitas de la otra, mucho menos a la cercanía.

—Hola a ti también —saludó ella con una sonrisa y Camila se preguntó si había algún momento del día en el que no estuviera sonriendo.

—Disculpa, hola. No esperaba encontrarte aquí.

Ella hizo un gesto con la mano, quitándole importancia al asunto.

—Vine buscándote ayer, pero no estabas.

—¿Ah sí? —No se le ocurría ninguna razón por la que Tina debería buscarla, a menos que Sam se hubiera arrepentido de echarla y la mandara a mediar la situación, lo cual veía bastante difícil.

—Si. Voy rumbo al bar, así que no tengo mucho tiempo, pero tengo una amiga con una cafetería en el centro, es un lugar muy agradable y buscan camarera, le hable de ti y ella dijo que puedes pasarte mañana si te interesa, para ver qué tal.

Camila la miró escéptica, sin decir ni una palabra.

»Me siento culpable por hacer que te despidieran. Intenté hablar con Sam, pero no quiso escuchar.

Aquella fue la primera vez que Tina no parecía estar rebosante de alegría, pero solo duró segundos. Camila continuó en silencio.

—La paga es ligeramente inferior, pero hay mejores propinas —continuó.

—¿Y por qué no trabajas tu allá? —cuestionó, escéptica. Camila no estaba acostumbradas a que cosas buenas surgieran de la nada, estaba segura que debía haber algo terrible detrás de todo aquello.

—Bueno, el horario es de 8:00 A.M. a 3:00 P.M. y debo hacer otras cosas en el día.

Camila prefirió no preguntar qué otras cosas hacían, pero si ella tuviera una hija de cuatro años, como Tina, le gustaría tener un empleo con horario normal. Dejó de cuestionar, en ese momento lo que necesitaba era un empleo urgente, no podía ponerse muy exigente.

—Bien, gracias Tina. ¿Podrías darme la dirección?

—¡Claro! —Aplaudió como si fuera un híbrido entre una foca loca y una adolescente drogada, luego metió su mano en un bolsillo y sacó un papel doblado— Aquí está. Ve mañana por la tarde —Luego miró su reloj— Ya debo irme o llegaré tarde. Nos veremos después. Suerte con el trabajo.

Antes de que Camila pudiera evitarlo, Tina se acercó a ella y la rodeó con sus brazos. Ella no pudo hacer más que quedarse quieta.

—En serio siento que perdieras tu empleo por mi culpa.

—No fue tu culpa —Camila no podía sentirse más incómoda.

—Claro que lo fue, y lo siento —insistió y Camila decidió dejarlo estar.

—No importa, pero gracias.

Rato después de haberse marchado Tina, Camila continuaba mirando el papel entre sus manos como si nunca hubiera visto nada igual. Si Tina decía la verdad y la suerte la acompañaba, volvería a trabajar dentro de poco y no tendría que preocuparse por volverse una indigente.

Se sobresaltó al escuchar una molesta musiquilla que no reconocía, pero que parecía venir de su habitación. Tardó unos segundos en caer en cuenta de que era su nuevo teléfono celular.

Caminó hasta su habitación y tras mirar la pantalla unos segundos y ver el nombre de Ryan en ella, contestó.

—Aló.

—Hola —Le saludó con voz alegre— ¿Cómo te va con tu nuevo celular?

—Maravilloso, nos hemos hecho grandes amigos —mintió. Ella ni siquiera había tocado el aparato.

Hablaron largo rato mientras ella caminaba por la casa haciendo cosas sin sentido sólo para mantener las manos ocupadas. Hasta que formuló la pregunta que había estado evitando hacer durante toda la llamada.

—¿Te veré hoy?

—Tal vez sea bueno dejarte descansar de mi presencia por esta noche.

—Tengo tus llaves. Debes venir a buscarlas. —"excusas, excusas" dijo una vocecita en su cabeza y Camila se sorprendió a al notar que ni siquiera intentaba desmentirlo. Sí estaba inventando excusas para ver a Ryan cuando, de hecho, habían pasado los últimos días juntos.

—Tengo otras, puedes quedarte con ellas si quieres.

Camila hizo silencio.

—¿Estás ahí? —La voz de Ryan la sacó de sus cavilaciones.

—Si. Sólo pensaba que es muy serio cuando les das tus llaves a alguien. ¿Has pensado que un día puedes llegar y darte cuenta de que esa televisión tuya ya no está?



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En el texto hay: humor, chica ruda

Editado: 16.01.2022

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