Carpe Diem

*32*

Camila suspiró cuando al fin se quitó el delantal y lo dejó en la encimera. Miró a través del cristal, donde Vera estaba sentada, como todos los días y sonrió mientras se acercaba a ella. 

Ya habían pasado dos semanas desde que se había presentado allí por instrucción de Tina, y como se había quedado trabajando en la cafetería, se podía intuir que, contra todo pronostico, le había ido de maravilla. Vera, la propietaria, no parecía en nada a la mujer que había esperado y tal vez por eso habían hecho tan buenas migas.

Su turno había terminado unos minutos atrás, pero ella siempre solía tomarse un café hablando con la mujer antes de que Ryan pasara por ella, ya que por fortuna le quedaba en ruta. ¿No parecía ser todo demasiado perfecto?

Alejó esos pensamientos de su cabeza mientras tomaba las dos tazas de café que le entregó Mandy, la hija de Vera, que ayudaba con el turno de la tarde después de volver de clases y un poco los fines de semanas. Además de la chica también estaba Tom, que por el contrario, pasaba el día mirándose en todas las superficies con reflejo que se encontraba en el camino y sintiéndose el centro del universo. A todas les causaba tanta gracia que ni siquiera le importaba que no trabajara casi nunca. Además era un imán para las chicas.

Le encantaba su empleo y eso era algo que nunca había esperado decir. La gente, desde sus compañeros hasta los clientes, era agradable y, tal como había dicho Tina, recibía buenas propinas. Nada podía ser mejor.

Se sentó en la misma mesa que Vera, que estaba tomando su descanso y por algunos minutos hablaron de cosas intrascendentes, como el interés de la mujer por cambiar el aceite que usaban en la cocina o como su hija se pasaba con la azúcar cuando estaba distraída y cuando Camila escuchó el claxon del coche de Ryan fuera de la cafetería  apenas atinó a despedirse y dar un último trago a su taza antes de salir corriendo a su encuentro.

Él estaba aparcado justo en la puerta así que no tuvo que caminar mucho, cosa que agradecía porque sus pies amenazaban con explotar. Cuando por fin estuvo dentro del auto no perdió ni un segundo para inclinarse hacia Ryan y besarlo.

—Vaya, parece que alguien me ha extrañado —susurró él mientras le devolvía el beso.

—Humm... sí. O tal vez solo sea que quiero llegar rápido a casa y te estoy sobornando.

—¿Así que todo se trata de mi haciendo de taxista sin paga? —preguntó divertido mientras ponía en auto en marcha. 

—Tu recibes un pago —comentó ella, con una sonrisa pícara.

—Si es lo que creo, no cuenta.

Camila se rió a carcajadas y se acomodó en su asiento mientras lo escuchaba reír también. A veces le resultaba gracioso recordar que solo unos meses atrás no conocía a Ryan y ahora todo era tan diferente. Había pasado de estar totalmente sola a tener personas que se preocupaban por ella y al contrario de lo que había esperado, le gustaba.

Ryan resultó ser justo lo que ella había supuesto: un hombre de los que era imposible despegarse, y eso también le gustaba. Le disfrutaba pasar su tiempo con él, tomarle el pelo... incluso le gustaba discutir con él y por un momento Camila se detuvo y se preguntó ¿Cuándo había cambiado tanto con respecto a Ryan? ¿En qué momento él había dejado de ser solo un sujeto del que quería deshacerse y se convirtió en alguien con quién quería pasar todo su tiempo? Más importante aún, ¿cómo se había convertido ella en una persona que quería pasar su tiempo con alguien?

El no tener respuestas para ninguna de esas preguntas la mareó un poco. Volvió la vista hacia Ryan y vio que él la observaba cada vez que podía desviar la vista del camino

—¿Pasa algo? —preguntó, evidentemente preocupado— ¿Todo bien en el trabajo?

—Todo está bien. El trabajo va de maravilla.

—¿Entonces por qué traes esa cara? —Camila intentó sonreír de forma convincente. Ni loca le diría que tenía esa cara porque estaba pensando seriamente en lo se estaba convirtiendo su relación.

—No es nada. Solo... ya sabes, pensaba un poco —contestó algo inquieta.

Él no pareció convencido pero por lo menos lo dejó estar. Varios minutos después Ryan aparcó frente al destartalado edificio donde Camila vivía, ella lo observó unos segundos antes de considerar seriamente por primera vez la idea de buscar un nuevo lugar donde vivir. Podía permitírselo con su nuevo y ligeramente mejorado sueldo, además ahora tenía propinas de verdad, no como los insultos vueltos monedas que recibía en el bar de Sam y sí, tal vez debería esperar un poco más a estar mucho más estable. Pero una voz en su interior le decía que tal vez fuera el mejor momento para eso.

—¿Subes? —Le preguntó a Ryan moviendo las pestañas coqueta.

—Por supuesto. Es parte de mi trabajo de conductor, ¿hoy es día de paga? —Él le sonrió de esa forma sarcástica y dulce a la vez que Camila había decidido que le encantaba y ella le sonrió evitando a propósito responder su pregunta.

Salieron del auto caminando despacio, aún cuando Camila estaba loca por llegar a su casa para poder quitarse los zapatos y aquella condenada falda. Todo tenía un precio que pagar y el de ella era una falda roja con una franja verde a los lados que la hacía parecer la Navidad personificada.

—¿Siempre caminas así? —La pregunta de Ryan la sorprendió y la hizo dejar de maldecir su ropa. Ni siquiera había notado que él se había quedado atrás.

—¿Así como? —cuestionó a su vez, mirándose de arriba a abajo buscando algo raro.

—Es que siempre caminas como si fueras por una pasarela.

—¿Ah si?

—Si. Parece que vas modelando por todos lados. Es... sexy.

Camila sonrió. Era la primera vez que escuchaba la palabra "sexy" salir de la boca de Ryan. Atesoró el momento y continuó caminando.

—Seguro por las clases de etiqueta.

—No tenía idea de que hubieras tomado clases de etiqueta —susurró sorprendido mientras subía el segundo tramo de escaleras detrás de ella.



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En el texto hay: humor, chica ruda

Editado: 16.01.2022

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