Habían pasado diez días desde que Ryan se había marchado por lo de la muerte de su madre y todo era extraño sin él. A Camila la sensación de ansiedad frente a la ausencia de alguien le resultaba por completo nueva, sobre todo porque hablaba con Ryan cada día y aún así sentía que en cualquier momento se subiría por las paredes de la desesperación.
al tercer día perdió la cuenta de las veces que se prometió que en cuanto volvieran a hablar le preguntaría cuando regresaría; pero siempre terminaba dejando la cuestión a un lado.
Sabía que él había decidido quedarse unos días más para hacerle compañía a sus hermanas (porque ahora sabía que eran dos). Para Camila había sido todo un shock enterarse de que Ryan incluso tenía una hermana melliza. Pero al menos la distancia les había servido para contarse tonterías cada vez que hablaban largo rato por las noches. Ahora sabía muchas cosas de él y de su familia, tantas que no podía recordarlas. Sabía que tenía dos sobrinas de cuatro y seis años, hijas de la mayor de las hermanos por trece minutos, que vivía al otro extremo del país y que por eso no tenía mucho contacto con el resto de la familia. Información inservible, pero bueno... También sabía que la madre de Ryan había muerto de Cáncer y que ni siquiera había vivido mucho tiempo con la enfermedad.
Lamentablemente ninguna de esas cosas le servían para extrañado um poquito menos.
Había continuado con su rutina porque no le quedaba otra cosa mejor que hacer. Iba al trabajo, luego a su apartamento o al de Ryan; dependiendo de su estado de ánimo a veces salía y miraba algunos departamentos en alquiler, aunque seguía sin encontrar nada que se ajustara a su presupuesto y que a la vez le gustara. Y en la noche hablaba con Ryan por teléfono hasta que alguno de los dos no podía permanecer despierto (casi siempre ella).
Ryan la había contagiado con su cursilería, pero tenerlo lejos la había agudizado.
Su trabajo, a diferencia de su vida sentimental, iba de maravilla. Era la primera vez en su vida que se llevaba bien con todos, se sentía parte, incluso la habían invitado a una fiesta, pero no había considerado prudente irse de parranda por ahí mientras Ryan aún lloraba a su madre. Así que había rechazado la invitación.
Incluso usaba su teléfono para algo más que sólo hablar con Ryan. Sus compañeros de trabajo Tom y Mandy la habían unido casi a punta de pistola a WhatsApp y otras redes sociales, así que ahora también pasaba mucho de su tiempo hablando con ellos o compartiendo memes a lo salvaje, era divertido y era lo más cercano a la amistad que había estado en muchos años. Incluso cuando empezaban a coquetear el uno con el otro, la hacían sentir parte de aquella locura.
Ese dia, Tom había pasado todo el tiempo ligando descaradamente con las clientas solo porque Mandy se había negado a salir con él. Y mientras él creía que Mandy se revolcaba de los celos, ella y Camila habían estado toda la tarde riéndose a escondidas en la cocina.
Hacía más o menos quince minutos que había salido del trabajo y aunque estaba cansada decidió recorrer a pie el camino hacia su casa, aún cuando tardaría aproximadamente una hora en llegar. Cuando había recorrido dos cuadras pensó que tenía tres días sin ir a la casa de Ryan y le había prometido que estaría pasando de vez en cuando para asegurarse de que todo andaba bien y que sus plantas no se murireran igual que su madre. Bueno, en realidad no le había dicho eso, pero el punto era que no estaba cumpliendo con su compromiso.
Se giró en dirección a la estación de metro más cercana y un rato después caminaba desde la estación de metro hasta el edificio de Ryan maldiciendo el hecho de que estuvieran tan lejos.
Por suerte, siempre llevaba con ella la llave del departamento que Ryan le había dado hacía unos meses atrás. Por desgracias, el ascensor continuaba averiado así que lentamente comenzó a subir las escaleras. Estaba tan cansada que tal vez podría ducharse e incluso quedarse a dormir.
Entró en el departamento y tras cerrar la puerta se quedó quieta unos segundos, todo estaba tal cual lo había dejado la última vez que estuvo allí. Al parecer aquella mujer, Becca, había estado yendo con más frecuencia que ella.
Se quitó los zapatos y caminó hacia la cocina enterrando los pies en la alfombra, en el refrigerador sólo había un cartón con jugo de manzana. ¡Odiaba el jugador de Manzana! Pero decidió servirse un poco.
Aún no había tomado el segundo trago cuando escuchó un ruido en la habitación. ¿Quién podría estar ahí? Si Ryan estuviera de vuelta ella se habría enterado, ¿o no?
¿Un ladrón? Esa era la única opción que se le ocurría, así que lentamente dejó el vaso con jugo sobre la encimera y tomó lo primero que tuvo a mano antes de dirigirse con paso ligero hacia la habitación.