Carpe Diem

*36*

Si había algo que podía asustar a un hombre, era salir de la ducha y encontrar a una mujer descalza apuntando directo a su cabeza con una... ¿tabla de picar? ¿Aquello era en serio?

Se quedó donde estaba sin hacer ningún tipo de movimiento porque aún no estaba seguro de que el cerebro de Camila hubiera procesado que él era una quien estaba allí. Temía que ella pudiera pegarle en la cara con aquella cosa si intentaba, por lo menos, decir una palabra.

Unos segundos después los ojos de Camila se abrieron como platos y bajó lentamente la tabla de que empuñaba como un arma.

—¿Qué haces aquí, Ryan? —preguntó confundida aunque no pudo contener su sonrisa tonta.

—Es mi casa —Una sonrisa burlona se formó en los labios de Ryan.

—Bueno, si... pero se supone que estabas con tus hermanas —balbuceó— y te quedarías un poco más por allá.

Ryan vio como ella lo miraba de arriba a abajo, como si no pudiera creer que estaba allí. Él continuó sonriéndole y vio como un montón de preguntas se dibujaban en su rostro.

—Llegué hace poco. Pensaba darte una sorpresa, por eso no te avisé.

Ryan vio como su ceño se fruncía un poco y no lo entendía, pero ya se había acostumbrado a no entender la mitad de las cosas que hacía así que solo se acercó a ella y la rodeó con los brazos. Había extrañado aquello, como se sentía abrazarla, su olor, el calor que emanaba de su piel y sobre todo, la suavidad de su sus labios contra los suyos.

Sus bocas se encontraron olvidando cualquier cosa más allá de que llevaban diez días sin verse, mucho menos tocarse. Camila le rodeó el cuello con los brazos y las manos de Ryan comenzaron a moverse lentamente, una de ellas se enredó en su pelo, la otra se deslizó suavemente de su cintura a sus nalgas. Ninguno intentó reprimir las ganas que tenían de que aquel beso se convirtiera en algo más mientras él se deshacía de la camiseta de ella.

Si así sería casa vez que se separaran, entonces tal vez Ryan debería irse por ahí más a menudo.

—Te extrañé —murmuró él, sin apenas separarse de ella.

—Honestamente yo también te extrañé.

A Ryan le constó disimular lo mucho que le gustó escuchar esas palabras venir de ella. En los días que habían pasado separados, él se lo había dicho cada noche; la extrañaba tanto que era casi imposible de explicarlo sin parecer un demente. Tanto que a él mismo le daba pánico necesitar tanto a alguien y ella siempre cambiaba de tema, le hablaba de cosas divertidas de su dia y luego solo le preguntaba cuando volvería.

Él sabía que Camila era una persona complicada, poco sentimental y que se le complicaba mucho más de lo normal expresar sus sentimientos. Y no era tan idiota como para no entender que la forma en que su ánimo descendía cuando él le contestaba que no lo sabía con seguridad era la manera en la que le expresaba que ella también lo extrañaba.

Aún así, escuchar las palabras salir de ella era lo mejor que le había pasado esa semana.

Se quedaron mirándose unos segundos, fijamente a los ojos y una vez más Ryan sintió que se deshacía como un pelele solo por la forma en que ella lo miraba.

Camila pareció leerle la mente y carraspeó.

—Deberíamos celebrar que has vuelto —dijo ella, y Ryan se preguntó por qué parecía estar algo nerviosa.

—A mi me parece que esta es la mejor manera de celebrar cualquier cosa —murmuró, acariciándole el cabello.

Si era honesto, debía admitir que lo que menos quería era salir en esos momentos. Primero que nada, porque después de diez días sin verla, quería tenerla solo para él, por enfermizo que eso se escuchara; segundo, porque después de viajar en auto por horas, estaba demasiado cansado para cualquier cosa que ella tuviera en mente.

—Es en serio —Camila ladeó la cabeza y él pudo notar algo raro en su mirada. ¿Nervios? ¿Miedo?— Incluso estoy dispuesta a aceptar tu antiquísima invitación al cine siempre y cuando veamos algo sangriento.

Ryan se separó unos centímetros mirándola a los ojos.

—¿Pasa algo? —inquirió— Tú siempre eres la que quiere quedarse en casa —la actitud de Camila lo hizo sentir curioso, pero intentó quitarle leña al asunto— ¿Ya no temes que alguien me pida se su "mejor amigo gay"? —bromeó

—Estoy en paz, lindo Ray —se burló ella, sonriendo mientras barría la habitación con la mirada. Cuando por fin la encontró lo que parecía estar buscando, que era su camiseta, la tomó y se la puso mientras le sonreía— ¿Quieres vestirte? Te esperaré en el salón.

—Bien. Estaré listo en unos minutos.

Ryan tuvo que contener la risa cuando salió de su habitación y se encontró con Camila dando saltos en medio de la sala. Al principio pensó que era una ataque de epilepsia o algo así, pero luego se dio cuenta de que lo que en realidad hacía era bailar, o al menos lo intentaba.

Se apoyó en la pared más cercana intentando no hacer ruido, mientras se cruzaba de brazos, pero no estaba seguro de poder conservar la calma si Camila no dejaba de hacer lo que fuera que estuviera haciendo con sus manos y cabeza. Juraba que diez segundos más y comenzaría a reír frenéticamente. Ella continuaba moviéndose como poseída sin siquiera notar su presencia y Ryan pensó que tenía que ser un baile muy extraño para que él tardara tanto en notar que ni siquiera había música.

Camila dio un aparatoso giro que él imaginó sería el principio de su gran final, pero que se vio violentamente interrumpido cuando ella pegó un grito y perdió pie, terminando tirada en el piso. Ryan se apresuró a correr hacia ella para levantarla haciendo del ejercicio de aguantar la risa un deporte olímpico.

—¡Maldición, Ryan! Me has dado un susto de muerte —gritó mientras él la ayudaba a levantarse.

—Lo siento —contestó con fingida inocencia— No quería interrumpir.

Ryan debería admitir que era un asco fingiendo inocencia, tal vez si hubiera aceptado tomar esas clases de teatro cuando niño... Él no tenía ningún talento, por lo menos Camila baila como foca a la que se le estaba quemando el bigote.



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En el texto hay: humor, chica ruda

Editado: 16.01.2022

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