Carpe Diem

*37*

Camila acababa de pasar por las horas más extrañas e irreales desde, tal vez, la muerte de su madre. Ella no esperaba encontrarse con Ryan allí y la idea de lo mucho que lo había echado de menos y además, lo feliz que la hacía sentir verlo allí, la tomó por sorpresa.

Y ella no estaba acostumbrada a sentirse así, no estaba acostumbrada a la desesperación de extrañar a alguien, mucho menos a la paz que le generó ver a Ryan. Y sí, la asustaba estarse perdiendo demasiado en aquella relación. Tenía miedo de sentir cosas que ni siquiera se atrevía a pronunciar en voz alta.

Y aún así, cuando las palabras "yo también te extrañé" salieron de sus labios, se sintió aun muy extraño. Fue raro decirlo porque ella nunca había admitido extrañar a alguien. A Ryan le había dado miles de señales, había perdido la cuenta de las veces que le había preguntado cuando volvería seguido de un "Ummm. Que mal" cuando le contestaba que no sabía con exactitud; pero nunca le había dicho "te extraño".

Prefería quedarse callada y abofetearse cuando la dulzura y la cursilería que no sabía donde tenía escondida amenazaban con saturar su sangre porque ella mejor que nadie sabía que, a la larga, todos se largaban, de una forma u otra, y si cometías el error de aferrarte a ellos, justo como ella estaba haciendo con Ryan, terminabas sufriendo como imbécil.

No quería comenzar a desubicarse y confundirse. Una cosa era que Ryan le gustara, eso no era peligroso, también le gustaba las papas fritas, el rock y el gris ratón; pero eso era muy distinto a empezar a creer que tenía sentimientos hacia él. No quería que eso sucediera y no quería que Ryan la mirara de esa forma en que se miran los protagonistas de película románticas.

Por primera vez en mucho tiempo, Camila se vio pensando las cosas antes de decirlas. Sobre todo porque sabía que algo la molestaba, sabía lo que era, pero no sabía como ponerlo en palabras.

Fijó la vista en el irreconocible picadillo que había hecho con su hamburguesa y sus papas y se reprendió a sí misma. Debería estar contenta, eufórica... Y lo estaba, pero al mismo tiempo habían cosas rondando su cabeza que no le permitían concentrarse.

Debió de haberse quedado en casa con Ryan, pedir pizza y tener sexo. Sin duda eso sería mejor que ver una película a la que no había prestado atención rodeada de personas molestas y luego soportar que Ryan le hiciera preguntas que no quería ni sabía cómo responder. Aunque quedarse en casa significaba continuar dándole vueltas a sus pensamientos, a sus miedos y eso era algo que no le atraía, por eso insistió en salir.

—Estoy esperando que me digas que es eso que te molesta.

La voz de Ryan la arrebató violentamente de sus pensamientos. ¡Maldición! ¿Que le iba a decir? ¡Maldito destello de sinceridad! Debió seguir asegurando que todo estaba bien. Al final el terminaría pensando que estaba en sus días o algo parecido e igual de estúpido.

¿Qué podía decirle? "Oye, Ryan, creo que nos estamos implicando demasiado y esto ya no es gracioso porque tengo un miedo tremendo a los sentimientos porque soy una mierda de persona y no te merezco". Ese le parecía un buen discurso, alguna de esas frases tenía que asustarlo lo suficiente como para salir huyendo.

Ella siempre había sabido que él saldría corriendo en algún momento, cuando la novedad de salir con la chica rara y alocada dejara de ser excitante y fuera consciente de que en realidad necesitaba una mujer justo con Judith, su ex mujer, pero dado que su sentimientos habían enloquecido en algún momento de aquellos meses, ella prefería que se largara ahora.

Aún así, encontró las fuerzas para morderse la lengua y no cagarlo más.

—Este... —carraspeó— he estado pensando estos días y... —¿Y que? Como le iba a decir lo que había estado rondando su cabeza desde que lo había visto volver— Pues... eh... hice una lista mental de las cosas que no sabía sobre ti y que ido descubriendo en estos diez días —Perfecto, Camila, huye como la cobarde que eres— ¿No te parece raro las cosas que desconocemos el uno del otro?

Miró a Ryan y se encontró con sus ojos fijos en ella. Por primera vez en la noche, Camila notó lo cansado que se veía, estaba algo pálido y tenía pequeñas ojeras. Había hecho un largo viaje para sorprenderla, la había llevado a ver una película que seguro no había disfrutado y ahora ella en lugar de brindarle la oportunidad de descansar solo se comportaba como adolescente caprichosa y le arrojaba recriminaciones que podían esperar.

Claro que agradecía todo lo que él hacía por ella y esa era precisamente la razón por la que se encontraba donde estaba en esos momentos. ¿Para qué negarlo más? Enamorada como una idiota de un tipo que tarde o temprano la dejaría.

Abrió la boca para decirle que lo olvidara, pero Ryan la interrumpió.

—No sé que es lo que quieres decir —Por primera vez en todo el tiempo que llevaba conociéndolo, la voz de Ryan sonó seria, cansada.

—Yo tampoco, es solo que no te conozco y me gustaría que me dijeras cosas antes de que te vieras obligado. Y entiendo que tal vez no quieras contarme todo o que no soy muy presentable...

—Camila, basta. ¿De qué hablas? También hay un montón de cosas que no sé de ti, ¿de qué se trata esto?

—Sabes más de lo que cualquier persona sabe sobre mi. Te he contado cosas que no le he dicho a nadie más. No te estoy pidiendo que te abras a mi como si fuera tu psicóloga, pero tampoco me gusta sentir que no te conozco en absoluto. No sé cosas tan simples como a qué universidad fuiste, no conozco a tus amigos si es que tienes...

—Yo ni siquiera sé cuando es tu cumpleaños y no me quejo —la interrumpió una vez más.

Ella se quedó en silencio. No consideró que fuera el mejor momento para decirle que su cumpleaños había sido dos lunes atrás y que lo habían pasado viendo El Señor de los Anillos en su departamento. Tampoco quería pensar en el hecho de que parecía estar buscando discutir con él y ni siquiera entendía por qué lo hacía.



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En el texto hay: humor, chica ruda

Editado: 16.01.2022

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