Carpe Diem

*40*

Ryan no se recordaba a si mismo diciéndose en ningún momento que estaba enamorado de Camila, al menos no con esas palabras, pero en el momento en que ellas salieron de su boca, supo lo ciertas que eran y muchas cosas cobraron sentido.

Evidentemente Camila no se lo tomaba de la misma forma que él, porque aún no había dicho ni una palabra, pero en lugar de herir su orgullo lo hizo respirar aliviado, no sería Camila si no reaccionara de esa forma a cualquier declaración de amor. Él ya estaba tan acostumbrado que se lo esperaba, tampoco contaba con que ella le saltara emocionada, así que estaba bien con ello. Suponía.

Los hombros de Camila se tensaron y su pierna dejó de estar sobre él tan rápido que ni siquiera le dio tiempo a reaccionar. Él no era un experto en relaciones y cortejos, como ya había recalcado antes, así que no tenía ni idea de cómo continuar con su rarísima declaración de amor, afortunadamente Camila le evitó el incómodo silencio.

—¿Qué es lo que acabas de decir? —cuestionó lentamente.

—Justo lo que acabas de escuchar.

Ella sacudió la cabeza, al parecer, intentando poner varias ideas en su lugar. No parecía muerta de alegría o a punto de saltar emocionada gritando que había esperado esas palabras con ansias y que también lo amaba. Ella se veía... confundida.

—¿Estás diciendo... que estás enamorado? ¿De mí? —inquirió incrédula.

Como muchas otras veces, Ryan deseó no haber dicho nada. Debía recordar ser más precavido al soltar confesiones de ese tipo. Hacía tan sólo unas horas ni siquiera estaba seguro de que ella accediera a hablarle y luego estaba desnudándole sus sentimientos así, sin más, sin anestesia. Camila no parecía el tipo de mujer que iba por la vida buscando romance, nunca le había dado a entender que los sentimientos realmente le importaran. Él incluso no estaba seguro de que ella sintiera algo por él que no fuera... ni siquiera tenía idea de que sentía Camila.

Recordó que aún no había contestado a su pregunta, pero, además de lo obvio, no sabía que decirle. Después de haber cantado como canarito, ahora le atacaba la timidez. Optó por contestar con toda la sinceridad posible la pregunta que ella le había formulado.

—Si —contestó con la voz tan firme como pudo, dadas las circunstancias— Es lo que he dicho.

—¿Por qué? —Camila no parecía dispuesta a salir del asombro, por lo menos no en la próxima década.

—¿Por qué? —repitió él consternado. ¿Le decía que la amaba y ella preguntaba el porqué?— No lo sé, ¿Quién pregunta esas cosas?

—Escucha, Ryan, yo... —Las palabras le salían con atropello y pese a la posición en que se encontraba Ryan sintió ganas de reír— Esto es tan...

—Camila —La interrumpió impaciente—, yo no soy muy bueno para estas cosas de sentimientos y emociones y tampoco me lo estás poniendo fácil. Entiendo que estés sorprendida e incluso estupefacta. Quiero que entiendas que no espero que me digas que sientes lo mismo ni nada de eso; lo que sí quiero es que me disculpes por haberme comportado como un idiota hace unos días. No te imaginas cuanto te he extrañado y como me sentí cuando pensé que no volvería a verte. No quiero volver a sentirme así nunca más.

Tras decir aquello, se quedó totalmente en silencio. No recordaba haber sido tan sincero ni haber sonado tan cursi y desesperado en su vida, pero dado que era muy probable que Camila tuviera serias intenciones de echarlo de allí en cualquier momento, era mejor soltarlo todo mientras podía.

Camila puso su cara entre las rodillas y después dio un largo suspiros, habló aún sin levantar la mirada.

—Estoy muy cansada ahora mismo, ¿Por qué no nos vamos a la cama y lo hablamos mañana?

Ryan la miró a la cara y de forma inevitable sus pensamientos se convirtieron en palabras.

—¿Nos vamos? ¿Juntos? ¿Tú y yo?

Ella lo miró a la cara y él fue consciente de que luchaba con una sonrisa maliciosa de esas que le encantaban.

—Si, juntos. A menos que no estés interesado.

—Pensé que estabas enojada.

—Lo estoy, pero no puedes venir aquí, soltar todo ese rollo meloso y esperar que no me derrita, aunque sea un poco. Mañana veremos si en realidad lo que quiero es perdonarte o colgarte de las pelotas.

Ryan se sintió lo más cerca de la felicidad que había estado en las últimas semanas; no había conseguido el deseado "yo también" después de una confesión amorosa, pero al menos Camila no estaba segura de si quería colgarlo de las pelotas. Ese era un gran paso.

 

 



#45313 en Novela romántica
#7248 en Chick lit
#29839 en Otros
#4405 en Humor

En el texto hay: humor, chica ruda

Editado: 16.01.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.