Carpe Diem

*41*

Cuando despertó a la mañana siguiente, Camila fue consciente de dos cosas: la primera, la forma en que los brazos de Ryan la rodeaban y la segunda, que había dormido toda la noche de un tirón. No sabía cuál de las dos había extrañado más y sí, sabía lo patética que sonaba, pero no había mucho que pudiera hacer al respecto.

Sus últimos días habían sido difíciles. Entre el trabajo, lo frágil que andaba su salud y la forma en que se rompía la cabeza por sus problemas personales que lastimosamente incluían, pero no se limitaba a Ryan, pasados un par de días, había llegado a pensar que se volvería loca.

Por suerte, podía darse un respiro de todas esas cosas, por un momento. Sonrió como idiota y se apretó contra el cuerpo del hombre junto a ella. El mismo que la noche anterior le había dicho que la amaba. Ella ni siquiera sabía cómo sentirse al respecto, porque no recordaba la última vez que alguien le había dicho que la amaba. Tal vez no había sucedido nunca.

Le encantaba la sensación de sentirse amada, aunque no estuviera muy segura qué significaba para Ryan el amor. Ella no había tenido claro lo que le significaba, porque nunca se había identificado a sí misma como "enamorada". Ahora, la sola idea de estar separada de él le causaba pavor, quería contarle cosas, hablarle sobre su día y, en momentos como aquel, en que tenía la oportunidad de mirarlo fijamente, sentía algo tan parecido a la paz que incluso le daban ganas de llorar.

Sí, ya había dicho que era patética, no era necesario repetirlo.

El punto era ¿él se sentía de la misma forma respecto a ella? Y de ser así ¿Por cuánto tiempo? Ella no tenía los mejores referentes de amor. Sus padres juraban que alguna vez se habían amado, pero al parecer no les duró lo suficiente porque Camila no tenía un solo recuerdo de ellos dos siendo una pareja normal, lo que significaba que, o se habían mentido, o habían confundido el amor con algo mucho más efímero o, peor aún, que el amor no era eterno, como solían decir.

Durante los días que le siguieron a la discusión con Ryan, Camila pensó muchas veces en el por qué de esta. Sí, por supuesto que quería saberlo todo de él, pero no le importaba demasiado si se entera ese día o un mes después. Estaba asustada, esa era la razón por la que había generado esa estúpida discusión y la razón por la que la noche anterior no pudo reaccionar y decirle que también lo amaba y lo mucho que eso la espantaba.

Qué se sentía tan confundida que su confesión le generaba más preguntas que felicidad. ¿Sería el amor de Ryan como el de sus padres? ¿Corto y fatal? Lo peor era saber que ni siquiera él tenía la respuesta a aquella cuestión.

El sonido de su celular la sacó violentamente de sus cavilaciones y la hizo maldecir en silencio. Ni siquiera necesitaba mirar la pantalla porque toda la semana había estado recibiendo llamadas de aquel número internacional que se negaba a contestar. No era tonta, la única persona que la llamaba estaba durmiendo junto a ella en ese momento y Sandy le había dado todo el día libre por la travesía con Tom la noche pasada.

Todos sus sentidos se pusieron alerta y rechazó la llamada tan pronto como pudo, pero el aparato volvió a timbrar antes de que tuviera la oportunidad de apagarlo y fingir que nada había pasado.

—¿Pasa algo? —La voz adormilada de Ryan la hizo espantarse en poco, pero intentó mantener la calma.

— No pasa nada. Vuelve a dormir, es solo una llamada molesta.

Ryan abrió los ojos del todo.

—¿No piensas contestar?

—No.

—¿Y si es una emergencia? —insistió.

—No es una emergencia —Camila puso los ojos en blanco.

—¿Cómo lo sabes? —volvió a preguntar, echando un vistazo al teléfono que ella todavía tenía en las manos, mientras contenía las ganas de tirarlo por una ventana. Lastima que no tenía—Ni siquiera tienes el número agendado.

Camila maldijo, negándose a continuar discutiendo al respecto. A Ryan ya debía parecerle demasiado sospechoso que no quisiera contestar al teléfono, como para que simplemente le colgara. Y ya sabía que algún día tendría que contestar así que lo mejor sería no postergarlo más porque había estado pasando por una tremenda zozobra cada vez que veía aquellos dígitos en su pantalla.

Se levantó de la cama ignorando el leve mareo que sintió y que llevaba siendo una constante en los últimos días; suponía que cuando volviera a comer de forma decente se le pasaría. Salió de la habitación y fue a la cocina maldiciendo el no tener una puerta que separará su voz de los oídos de Ryan. Respiró profundamente y contestó justo cuando iniciaba el sexto timbrazo.

—¿Sí? — hizo todo lo posible para que la voz no le temblara, pero no estuvo segura de haberlo logrado.

—¿Cam? ¡Oh, por Dios! Hasta que por fin doy contigo. Empezaba a creer que tenía la información equivocada y no era tu número.

Ojalá fuera así, pensó.

Ahí estaba, la voz de la que llevaba años huyendo: Mía. Ella ya lo sabía, estaba consciente de que en cuando tuviera algún dispositivo electrónico con acceso a internet y con su nombre en alguna base de datos, ella la encontraría, porque a su hermana se le daban demasiado bien la técnología y joderle la paz era su pasión.

Tal vez fue un poco ingenua al pensar que había desistido en sus ganas de contactar con ella.

—Mía —Su voz sonó áspera y no intentó evitarlo. Quería que Mía supiera que no le alegraba su llamada.

—Me alegra que te alegre escucharme, Cam —respondió ella, como si no la hubiera escuchado.

Camila hizo una mueca al oír el apodo con que su hermana solía llamarla cuando eran niñas y sentían una por la otra algo más que desprecio o indiferencia. ¿Cuántos años habían pasado desde aquel tiempo?

Mía continuó sin dejarla contestar.

»¿A que no sabes? Sé que sigues estando en la ciudad y en unos días me tomaré unas vacaciones así que pensé en quedar contigo. Está el aniversario de la muerte de mamá y eso —anunció con indiferencia—. En fin, me gustaría verte y pensé en visitarte, si es que tienes una casa.



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En el texto hay: humor, chica ruda

Editado: 16.01.2022

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