Carpe Diem

*42*

—¿Cuánto tiempo has estado escuchando?

La furia en los ojos de Camila era palpable así que Ryan pensó que lo mejor era no hacer ningún tipo de broma ni comentario ligeramente gracioso. Se limitó a contestar.

— No lo suficiente para entender la conversación. —A riesgo de Camila le gritara todas las maldiciones habidas y por haber, preguntó: — ¿Mía es tu hermana?

Ella solo asintió mientras se tiraba en el sofá. Por lo poco que había escuchado de la conversación, la hermana de Camila iría a visitarla, pero ella no parecía para nada emocionada. Y claro que entendía que no tenía la mejor relación del mundo, pero tampoco entendía por qué una simple visita le generaba tanta ansiedad.

Caminó hasta el sofá y se sentó junto a ella, como muchas otras veces no encontró nada que decir, así que hizo silencio. Pasaron algunos minutos mientras él esperaba a que Camila abandonara voluntariamente su mutismo autoimpuesto, pero según pasó el tiempo Ryan comprendió que no iba a suceder.

Se puso de pie dispuesto a proporcionarle un momento a solas.

— Voy a preparar algo de comer, ¿te animas?

— Va a venir... Piensa venir a visitarme como si nada hubiera pasado —Camila habló como si su mente y su cuerpo estuvieran en lugares distintos—. No la quiero aquí, no quiero verla, pero no me escucha, nunca lo hace.

Ryan se quedó observándola fijamente. Al parecer, aparte de su humor, la llamada de su hermana también había afectado su salud mental.

—¿Mía? —cuestionó aun sabiendo la respuesta.

—Si, ella. Mi madre cumplirá seis años de muerta en una semana ¿Por qué justamente este año quiere visitar su tumba? ¿Por qué conmigo?

¿Qué debía decirle? No se le ocurría nada (ni bueno ni malo) que decir, pero tenía que hacer algún comentario, así que lo intentó.

— Bueno. Yo... — carraspeo —pienso que no es tan mala idea... Reencontrarte con tu hermana y eso.

— No entiendes nada, Ryan. No sé cuáles son las razones por las que Mía quiere venir y "pasar" tiempo conmigo, pero no es porque me extraña. Quiere espiarme, volverme loca... no debí aceptar ese teléfono. ¡Mierda!

Llegado a ese momento Ryan ya no tenía ninguna duda de que Camila estaba teniendo un choque psicótico. La tomó por los hombros y la hizo mirarlo a los ojos, ella parecía a punto de empezar a comerse las uñas de los pies.

— Camila basta. Suenas como una demente. Es tu hermana, no una agente secreta.

—¡No lo es! Es que no tienes idea, nos abandonó. Es como una extraña.

Ryan resopló con impaciencia, nunca antes había sentido tantas ganas de sedar a alguien, Camila parecía totalmente desquiciada.

—¿Te abandonó hace seis años? Hace seis años era una niña. Dale una oportunidad a tu hermana.

— Eres tan idiota. ¿Puedes por favor dejarme sola? — pidió, evidentemente frustrada.

— Oh no, he pasado mucho para poder hablarte. No me importa lo que pase con tu hermana, has lo que quieras. No pienso moverme de aquí.

Ryan se quedó en silencio después de aquellas palabras, sorprendido. Nunca se había visto a sí mismo como alguien que alzaba la voz. Él era, de hecho, una persona bastante pasiva y ni siquiera le importaba admitirlo; en raras ocasiones solía alzar la voz, pero el miedo que sentía a que Camila desapareciera de nuevo no le permitiría salir de allí sin antes aclararlo todo. Sobre todo, después de haber quedado en evidencia el maravilloso talento para desaparecer que ella poseía.

Se aclaró la garganta antes de intentar arreglar sus palabras y empleó un tono más gentil.

— Necesitamos hablar. ¿Te parece hacerlo mientras desayunamos? —preguntó.

— Lo que quiero es estar sola —El tono áspero de Camila le hizo entender que estaba volviendo a la normalidad.

Ryan hizo un gesto de desesperación al verla ponerse de pie, como si diera la conversación por terminada.

— Creí que había dejado claro que eso no va a poder ser. ¿Acaso consideras que es maduro hacer esto? ¿Crees que los adultos resuelven sus problemas cerrándose en banda y desapareciendo por días o semanas?

— No soy adulta, Ryan, ni madura. Hago lo que me da la gana cuando me da la gana. Ya deberías saberlo —chilló encolerizada.

— Tu eres la que debería aprender cómo funcionan las cosas en el mundo. No hemos resuelto nuestra primera discusión y ya quieres desaparecer otra vez. No me importa lo que hagas con tu hermana o tu padre, si la recibes o no, ellos no son mi problema.

»Por Dios, Camila, acabamos de medio arreglarlo.

Él pensó que ella terminaría de mandarlo al diablo, pero de repente, el rostro de Camila se desencajó un poco, se puso algo pálida y por un par de segundos pareció perdida. Ryan se acercó hacia ella, temiendo que fuera a caerse. ¿Tanto le afectaba la visita de su hermana?

—¿Estás bien?

—Si. Yo solo... No importa —musitó—. Yo preparo el desayuno y tú hablas —agregó, antes de dirigirse a la cocina, como si dos minutos atrás no hubiera estado al borde de una crisis.

Esa mujer terminaría acabando con la poca cordura que tenía.

 



#49258 en Novela romántica
#7932 en Chick lit
#32506 en Otros
#4717 en Humor

En el texto hay: humor, chica ruda

Editado: 16.01.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.