Carpe Diem

*43*

Obviamente, por preparar el desayuno Camila se refería a calentar agua para el café, sacar cosas del refrigerador y ponerlas sobre la encimera. Su cerebro trabajaba con el piloto automático mientras intentaba poner en orden lo últimos diez minutos de su vida.

Ryan estaba a sus espaldas, detrás de la encimera; él era lo suficientemente cauteloso como para mantener la distancia y ella debía darle un punto por ello, porque ni ella misma estaba segura de lo que haría al próximo segundo. Cuando se giró, él la miraba fijo con los brazos cruzados y por la expresión de su rostro, no estaba precisamente feliz.

—¿Crees que podamos hablar ante de que se te vaya toda la mañana mirando al grifo?

Camila tuvo que contenerse para no maldecir. ¿Hablar de qué? ¿Sobre cómo Mía acababa de destrozarle la paz y la había arrojado de cabeza en un charco de ansiedad? No creía tener cabeza para hablar de eso en aquel preciso momento mientras luchaba consigo misma para no comenzar a tirarse de los pelos.

Sin embargo, él tenía otra cosa en mente.

— Anoche dejamos una conversación inconclusa. ¿Lo recuerdas?

Camila estuvo a punto de suspirar aliviada, solo a punto, porque tan pronto como su cerebro procesó lo que Ryan acababa de decirle, no supo cual de las dos conversaciones sería peor, dadas las circunstancias.

—No tenemos ninguna conversación inconclusa, Ryan. Tuvimos una discusión, como el 99.9% de las parejas en el mundo. Solo fue un desacuerdo y yo me comporté como una niña. Tenías razón. Eso es todo.

Ryan continuaba con sus brazos cruzados frente a ella.

—¿Estás aceptando que tengo la razón? —inquirió incrédulo.

—No lo hagas más grande o me arrepentiré —tomó un trago de su café, que le revolvió el estómago y le pasó una taza a Ryan—. Hay otras cosas en mi cabeza ahora, no pasaré al tiempo hablando de algo que ambos acordamos fue una estupidez.

La cara de desconcierto de Ryan podría haberle causado gracia, pero mientras Mía y su inminente visita estuvieran rondando por su cabeza nada lograría hacerla sonreír.

—Solo para aclarar —agregó segundos después—, reconozco que lo que pasó no era razón suficiente para desaparecer y negarme a hablar contigo, entiendo que pasabas por un mal momento y yo fui insensible y algo caprichosa. Eso no cambia el hecho de que me moleste que me ocultes cosas. De eso hablaremos después.

— ¿Hablaremos también de las cosas que tú me ocultas?

— Yo no te oculto nada —balbuceó nerviosa—. Te he contado cada sórdido detalle de mi vida.

Por más que quiso evitarlo, su voz tembló. No recordaba a Ryan acercándose a ella, pero en ese momento sus rostros se encontraban a escasos centímetros de distancia, pudo sentir su dedo pulgar acariciar suavemente la cicatriz en su muñeca, también pudo sentir su propia respiración acelerada.

—¿Por qué nunca hemos hablado esto? No parece que intentes ocultarlo, pero nunca lo has mencionado. Esperaba el momento en el que te sintieras lo suficientemente cómoda como para mencionarlo, pero en vista de que eso no sucederá...

Ella retiró rápidamente su mano de la de Ryan. Claro que había esperado que él le preguntara en algún momento sobre sus cicatrices, sobre todo porque lo había notado mirándola algunas veces; pero la había tomado con la guardia baja en aquel momento.

Se decía a sí misma que no intentaba ocultarlas, después de todo no era como los que se frustraban con mangas largas para evitar que las personas vieran que alguna vez había intentado quitarse la vida, pero si era cierto que nunca lo mencionó. Había hablado con Ryan de todos los sucesos de su vida, pero jamás había comentado nada acerca de sus múltiples intentos de suicidio. Ahora todas esas cosas le parecían demasiado lejanas como para perder el tiempo hablando al respecto y, ¿para qué mentir? Una parte de ella tenía demasiado miedo de que Ryan terminara de comprender el tipo de persona que era y huyera de ella lo más lejos posible.

Tal vez era porque cuando recordaba esos acontecimientos volvían a ella las imágenes de todos alrededor mirándola con lastima. Cuando las personas sabían que habías intentado quitarte la vida podían reaccionar de dos formas: o te miraban como si en tu salud mental tuviera serios fallos, o te miraban con lastima; no quería que Ryan la viera así. Estaba harta de que las personas pensaran que estaba loca o sintieran lastima de ella.

Ni siquiera su padre y su hermana se habían enterado de aquello. No saber dónde diablos se encontraban en aquellos momentos le había ayudado bastante a la hora de negarse a dar detalles sobre la ubicación de su familia en el hospital.

El punto era que no había nada en el mundo que la motivara a contarle a nadie esa etapa de su vida.

Pasó sus propios dedos por donde los de Ryan se habían encontrado segundos atrás. Dos años y medio después, la cicatriz de su último intento de suicidio seguía causando en ella una extraña sensación. ¿Qué pasaría cuando Mía lo viera? Ya podía escuchar sus palabras letales como cuchillos, podía ver en su rostro aquella mirada de superioridad.

—Estoy esperando.

La profunda voz de Ryan la sacó de sus pensamientos. Definitivamente no era el tipo de tema de conversación que quería comunicar con la preocupación por la visita de Mía.

—No ahora —masculló, intentando que su voz volviera a sonar normal— Quiero dormir.

—¿Y cuándo despiertes dejarás de evadirme y hablaremos? —preguntó él, tomándola por los hombros con ternura y mirándola a los ojos.

— Lo prometo.

Ya podía esperar sentado.

Una voz en su interior le gritó lo hipócrita que era por pedirle a Ryan cosas que ella no estaba dispuesta a darle, pero se dijo que no era lo mismo. Él era casi perfecto y dudaba mucho que cualquier cosa que le contara de su pasado pudiera sobrepasar sus días grises. Al menos se daría la oportunidad de prepararse mentalmente para lo que significaría desnudar su alma de aquel modo. 



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En el texto hay: humor, chica ruda

Editado: 16.01.2022

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