Cuando Ryan entró en la habitación, Camila ya le había dado al menos tres vueltas completas a la estancia. La cara le hervía de la rabia y sentía la palma de las manos tan calientes que si no estuviera tan cabreada, se habría preocupado.
La forma en que él la miró no ayudó mucho.
—No te atrevas a decir una sola palabra para defenderla.
Ryan alzó las manos en un gesto de paz.
—No pretendo hacerlo, solo quería saber si estás bien.
—Lo estoy —por supuesto que no, pero Ryan no debía enterarse.
Estaba a poco de echar fuego por la boca e irse del salón había sido la única forma de no arrancarle la cabeza a su hermana o sacarla por un brazo de allí.
—Camila, oye...
—No —interrumpió el intento de intervención de Ryan. No había palabra que la hiciera calmarse, ni que el Papa le recitara dos Aves marías al oído—. Sabía que me destrozaría los nervios tarde o temprano, es lo que hace siempre —murmuró mientras continuaba moviéndose por el cuarto—. Ya ves que lo intente, pero es imposible con ella....
Ryan recorrió los pocos pasos que los separaban y la rodeó con sus brazos sin darle tiempo a réplicas; parecía muy consciente de que su primera reacción sería rechazarlo, sin embargo, cuando ella sintió la calidez de su cuerpo no pudo sentir más que paz.
De repente ya no quería degollar a su hermana, solo arrancarle las uñas a sangre fría y sacarle un ojo, era un progreso ¿verdad?
—Calma, es solo una discusión.
—No, no lo es —sollozó. De repente, tenía demasiadas ganas de llorar y se odió por eso— Quiero que se largue, la voy a echar ahora.
Intentó apartarse de Ryan para ir hasta Mía y sacarla de allí. Sentía que solo así lograría recuperar un poco de paz mental. Por desgracia Ryan no la soltó.
—No, Camila... Solo respira un poco, es tu hermanita, no puedes echarla a la calle a estas horas.
—Si puedo —murmuró, enterrando la cabeza en su hombro mientras él le acariciaba la espalda.
Ryan contuvo la risa.
—¿Por qué no vienes a la cama? Puedes hablar con Mía más temprano, cuando te hayas calmado un poco.
—No me voy a calmar.
֫—Entonces cuando hayas descansado, tienes ojeras y tus hombros están tensos —murmuró él mientras comenzaba a masajearla, Camila cerró los ojos, no tenía sentido negar su estrés, lidiar con Mía era como cargar con una adolescente problemática que la odiaba.
—Perdona por no contarte lo del dinero —una vez más, la voz se le quebró.
—No tienes que contarme si no quieres, es tu secreto.
Ryan era la única persona que era realmente buena con ella, la amaba de verdad y mientras ella estaba por ahí aprovechándose de él y guardándole secretos. Una voz en su cabeza le dijo que era una hipócrita, porque el tema del dinero era solo la cereza de su pastel.
—Es que yo... He guardado secretos y tengo miedo de que te enojes conmigo, pero esto aterrada y...
—Shhhh... —Ryan la apretó con sus brazos y la arrastró hasta la cama— No te preocupes por mi. Venga, vamos a dormir un poco, ambos lo necesitamos —murmuró, cubriéndola con el edredón.
Se movió para apagar las luces y luego regresó a la cama, volviéndola a rodear con sus brazos. Sus frentes se encontraron y Ryan unió sus labios apenas unos segundos, logrando infundirle paz y al mismo tiempo remover su coctel de sentimientos.
Camila sintió que una lágrima se deslizaba por su rostro .
—Ryan —susurró apoyando la cabeza sobre su pecho y de repente deseando que él no la hubiera escuchado.
—¿Si?
Su mano derecha comenzó a acariciarle el pelo, él parecía demasiado comprometido en hacerla sentir bien y ella sintió una explosión en el pecho que le provocaba ganas de reír y llorar al mismo tiempo. Era la primera vez en muchos años que sentía que estaba donde debía estar, a pesar de todo. Sin poder controlarse, se encontró a sí misma dejando escapar de su boca las palabras que pensó que nunca diría.
—... Yo también te amo.
⚜༄༄༄༄⚜
Al despertar en la mañana, la puerta de la habitación de Mía estaba cerrada y Camila no se sentía en condiciones de discutir con ella a las ocho de la mañana, así que respiró profundo y decidió dejar su conversación. Tenía mucho en que pensar mientras tanto.
Toda la semana pasada después de varios días resistiéndose, la curiosidad le había ganado. Había hecho una inspección en su cuenta de banco y el resultado fue sorprendente. Mía no mintió, después de todo, tenía una tremenda cantidad de dinero, claro que no pensaba tocarlo. Pero si lo hiciera... "No lo tomaré" se interrumpió a sí misma mientras se daba una bofetada mental.
Se suponía que el plan de aquella visita era arreglar las cosas, pero después de discusión en la tumba de su madre no habían vuelto a hablarse, ya había pasado varios días desde aquello y para ser sincera, ella no estaba interesada en remediar una relación que no existía. Su hermana no era la Mía que había sido años atrás, ahora era una mezcla entre su padre y una niña fresa. Y esa mezcla no le gustaba nada.
Tenía problemas que debían ser resueltos y mientras Mía estuviera causándole dolores de cabeza no tendría tiempo para lo que si necesitaba atención.
Así que estaba decidida. Ese día, al regresar, hablaría con Mía y haría uso de toda la diplomacia que poseía, que no era mucha, para explicarle que quería que se fuera. Que NECESITABA que se largara de una vez por todas llevándose con ella todo el caos que ocasionaba a su paso.
Cuando terminó de subir las escaleras y por fin pudo ver la puerta del departamento sintió un profundo alivio. Se sentía como si tuviera cinco días trabajando sin descansar, aunque no había hecho casi nada en todo el día y de hecho acababa de salir del trabajo más temprano de lo que acostumbraba.
Abrió la puerta y fue recibida por una música estruendosa que provenía del fondo del pasillo y que podía escuchar incluso en las escaleras. Aparentemente Mía estaba de buen humor aquella tarde, lástima que ella estuviera a punto de arruinarle el ánimo.