Carpe Diem

—La vida apesta, hermano.

—Sólo para ti, B. Vives buscando las malas vibras, inundas mi aura de paz. —dije tranquilo.

—Y tus auras también apestan.

—No, Blake, son vida, expresión.

—¿Quieres dejar eso por un momento? —preguntó Blake, apuntando a mis piernas  (estaba sentado en posición de loto).

—No...

—Por favor, Polo.

—Ya déjalo, ¿sí?

—Esto es su culpa, no me mires así. Samantha tiene toda la culpa de todo.

—Comprende que te dejó por una razón, no sabes lo que quieres y se cansó. Si yo fuera ella, te habría dado la patada hace meses.

—¡Sam no tiene derecho a hacerlo!

—Lo tiene, lo tuvo y lo hizo.

—Te odio, ¿lo sabías?

—No... —me levanté del suelo y caminé hacia Blake, quien estaba recostado en su cama— Tú odias mis consejos, B.

—Tal vez sí... Un poquito.

—Lo sabía, siempre los tiras por la ventana, B.

—¿Puedes hablar como una persona normal a sus 16 años?

—No lo sé.

—Sí lo sabes, Polo.

—Tal vez no.

—Creo que sí lo sabes y no me lo quieres decir.

—Tal vez sea el hecho de que no sé a donde pertenezco.

—Lo sabía. Siempre has tenido todo en bandeja de plata, no me sorprende que te sientas así.

—¿Cómo? —pregunté acostándome junto a mi mejor amigo.

—Perdido, creo.

—Mi madrastra no me habla.

—Al carajo con ella ¿qué con tu papá?

—Adora a Reece. Dice que me acepta, pero no quiere que deje de lado mis ideales... En cambio Rebecca dice que soy un antinatural, que no debería estar viviendo bajo el mismo techo que ella, mi papá discutió fuerte con ella la semana pasada.

—Al carajo Rebecca y sus ideas estúpidas.

—¿Y tú?

—¿Yo qué?

—¿Qué piensas de esto?

—Mientras tú seas feliz con él, el resto del mundo puede irse a la mierda, Polo.

—Te amo, B, ¿lo sabías?

—Tampoco te pases, hermano. —Blake lo empujó amistosamente con el codo— Lo siento.

—¿Por qué?

—Lo de hace un rato.

—No te preocupes por eso. Carpe diem, hermano.

—Carpe diem.

Y no importaba la situación o su desenlace, siempre nos arreglaríamos con esa simple frase.

Carpe diem...

Sonaba bien cuando teníamos 16.