Observé mi reflejo en el espejo por última vez. Sé podía decir que lucía menos femenina de lo usual, pero me sentía cómoda. Llevaba puestos unos jeans y un suéter amarillo pollo junto con unos tenis y todo muy bien combinado con mi melena castaña ondulada y sin peinar.
Una vez lista, bajé al primer piso para encontrarme con mi madre, Miriam.
— ¿Estás lista? — preguntó al verme entrar al recibidor
— ¿No es obvio? — con mis manos apunté mi vestimenta
— Pudiste esmerarte un poco más
— Madre, no vamos a una cena benéfica ni de negocios, creo que por un día puedo vestirme como quiera — respondí
— Bueno, como sea. Sí ya estás lista vámonos si no perderás el tren
— Sí no tengo opción — me encogí de hombros. Tome mis dos maletas más el bolso y salí detrás de mi madre hacia el coche
— Ya verás que no es tan malo — aseguró en cuanto entramos en la parte trasera del coche
— No eres tú la que hará el ridículo con sus amigas cuando se enteren que pasé el verano en un estúpido curso — recargue la frente en el cristal de la ventanilla del coche
— Sabes perfectamente porque iras a ese curso de verano
— Eso no quita que no quiera ir
No dije más nada por los próximos minutos hasta que el chofer se detuvo en un semáforo.
— Pudo tener la decencia de despedirse — mencioné sin despegarme del cristal
— Tenía cosas que hacer, Carrie. Sabes que es un hombre ocupado — lo defendió, como siempre
— Nada le costaba bajar tres minutos para despedirse de su única hija— me despegue del cristal para verla — Sigue molesto, ¿verdad?
Su silencio me respondió.
Decidí quedarme callada el resto del camino hasta llegar a la estación de trenes.
— Sus maletas, señorita Williams — el chofer me entregó mi equipaje cuando nos bajamos del coche
— Gracias
— Carrie — mamá se acercó a mí — Compórtate, por favor — acarició mis brazos
— No fue mi culpa, madre — me defendí, aunque sabía que no servía de nada
Me miró severa.
— Siempre dices eso
— En serio no quiero ir — la miré con súplica
— Tienes que ir. Sabes que esta vez te pasaste
— Ya le pedí perdón
— Un perdón no paga los millones que tu padre tendrá que dar para solucionar lo que hiciste. Y sabes que yo no me interpongo en las decisiones de tu padre así que no insistas
Dejé de intentar al ver que no se apiadaba de esta alma en desgracia y nos quedamos en silencio esperando a que anunciaran que el tren partiría.
— El tren partirá en cinco minutos. Favor de subir los pasajeros que faltan. Gracias — anunció la voz de una mujer por los altavoces
— Ya me voy — me despedí sin ánimo alguno
— Bien. Recuerda qué te bajas hasta la última estación y ahí mismo estará el autobús que te llevará junto al resto de las chicas al campamento. Cuídate, Carrie — me abrazó. Dude un poco pero terminé por responderle — Suerte — nos separamos — Ahora sube antes de que se vaya
No dije nada más y tomé mis cosas para arrastrarlas conmigo hasta el interior del tren. Busqué un cubículo vacío y cuando lo encontré cerré la pequeña puerta y metí las maletas en los compartimientos de arriba. Me dejé caer sobre el asiento cerca de la ventana donde podía ver a mi madre justo donde la había dejado hace tan sólo segundos. Desde la distancia la ví mover la mano en el aire he hice lo mismo sólo por seguir su cursilería.
Me puse los auriculares para escuchar música durante el trayecto. Respiré repetidas veces para calmar mis impulsos de salir corriendo para huir lejos de mi espantosa realidad.
La música inició justo cuando el conductor anunció la partida del tren.
— ¡Alto! ¡Detengan ese tren! — los gritos de un chico apurado se escucharon desde afuera, incluso pude escucharlo a pesar de tener la música — ¡No se vayan aún! — una melena castaña oscura salió de entre la gente para dirigirse hasta el conductor con quien cruzó algunas palabras que no logré escuchar
Cerré los ojos y recargue mi cabeza en el respaldo para prestar atención a la música cuando escuché la puerta del cubículo ser abierta.
— Está ocupado — gruñí molesta por la interrupción
— Yo no veo a nadie aquí — sin inmutarse de mi enfado, el chico impuntual entro y cerró la puerta para instalarse como sí no hubiese nadie más
Desagradable.
Cuando subió su maleta en los compartimientos se sentó frente a mí.
— Te dije que estaba ocupado — repetí más molesta por su insolencia
— Ha decir verdad no me gusta repetir las cosas, pero creo que escuchaste mi respuesta
— Escucha, no sé quien te creas, pero quiero que tomes tu equipaje, salgas de aquí y te vayas a otro lado. Quiero viajar sola solin solita. ¡Chao!
Sentía la rabia circular por mis venas, sentía la decepción creciente en mis párpados y todas las sensaciones posibles estaban apuntó de hacer erupción y por esa razón prefería quedarme sola.
— No me iré. También soy pasajero y en ningún lado dice que sólo tú puedes estar aquí. ¿Qué tus papis nunca te enseñaron a compartir? — sé cruzó de brazos
— No responderé a tus estúpidas preguntas. ¿No sabes quién soy? Con un chasquido de dedos puedo hacer que te saquen — amenacé orgullosa de mi poder
— ¿Tanto así? — sé mofó — ¿Quién eres, la reencarnación de Lady Di, hija del príncipe Harry? ¿O porqué tanto poder?
— No. Soy Carrie Williams, hija del dueño de la mejor cadena de hoteles del país — presumí orgullosa
— ¡Ah! Perdone usted majestad — sé reverenció — Corregiré lo antes dicho
— Graci...
— No hay nadie importante aquí — me interrumpió
Tragué saliva. ¿Quién se creía? Nunca nadie me hablaba así, y quien lo hacia lo pagaba caro. Él era un simple mortal comparado conmigo.
— ¿Sabes qué? Te prohíbo que me hables en todo lo que falta de trayecto — me dispuse a mirar por la ventana cuando volvió hablar
— Y... ¿Tienes poderes?
— ¿Qué? — lo miré sin entender