Queridos malos días:
Tacha eso.
Malos días:
Es sorprendente las veces en las que sonreír resulta tan fácil como pestañear. Tan natural como respirar, y hay otras veces en las que sonreír se siente como si estuviéramos tomando nuestro corazón y deshaciéndonos de él, siendo incapaces de sentir.
Intentas mover las comisuras de tu boca al menos una vez… pero todo se siente como si tiraran hilos de ti.
En los malos días, todo nos molesta, o nos hace llorar. Todas las personas que están a nuestro alrededor solo dan una suposición superficial, algunas entienden, otras no, y nos vemos obligados a intentar llevar ese día como todos los demás.
Entonces ¿qué pasa con lo que se siente por dentro? ¿Cuándo no puedes con el peso de tu cuerpo y sientes que lo único que puede aliviarte es quedarte tendido sobre alguna superficie y no hacer nada, no pensar en nada?
Esos son los malos días. No aquellos donde sentimos que todo nos está saliendo mal. En esos días de patas arribas nos enojamos con lo que nos pasa que, vamos, sabemos que no es saludable pero nos importa una mierda, queremos echarle la culpa a alguien. Entonces, esos días nos ocultamos tras la furia, y la furia siempre será mejor a lo que viene después: el dolor, el arrepentimiento, y por eso es más fácil mantenerse oculta detrás de ella.
El único problema es, sí, es casi imposible de mantener.
Los malos días son como el monstruo que vive bajo nuestras camas. Está ahí, acechando, completamente llena de cosas de las que no podemos escapar, como odio a nosotros mismos, porque más difícil que estar enojado con otra persona, es estar decepcionado contigo.
Sentir que te estás fallando por no poder cumplir lo que tenías planeado, sentir que eres injusto con los demás cuando ponen lo mejor de su parte para estar en paz contigo y deprimirte cuando el peso de tu imperfección es tan grande que te hace caer de rodillas.
Joder, que hay días de mierda. No malos, pésimos. Y peor es cuando esos días se alargan por dos, por tres, y como eres el único culpable de sentirte como lo haces, te aíslas, y tienes que enfrentarte a la última cosas que querrías ver en ese momento: tú.
Quizá esta deba ser la parte donde ponga un gran discurso motivacional, pero no lo haré, porque estoy teniendo un mal día, y aunque sepa que hay un gran y brillante arcoíris al final del camino, ahora lo único que veo es un maldito pozo en el que no me caí, me metí en él y me acurruqué en una de las esquinas hasta esperar sentir que el mundo ya no gira tan rápido, hasta volver a estar a gusto conmigo para no hacer sentir a los demás miserables.
Gracias, mundo, por mantener el equilibrio en toda la humanidad. Ya sabes: karma, bien y mal, dualidad, equilibrio cósmico y esa mierda. ¡Yuju!
Att:
Alguien que está teniendo un mal día.