Cartas a Beatriz

Deux

—¿Una carta en francés, dices? —cuestiona con interés la madre de Beatriz. 

La muchacha asiente con la cabeza. 

—Qué raro. Que yo sepa, no tenemos ningún familiar francés —afirma, mientras toca y revolotea los duraznos de una caja negra para elegir ‘’los mejorcitos’’, como ella dice. 

—Pues sí. Yo creo que se equivocaron—opina Beatriz, sosteniendo una bolsa de plástico transparente, en donde la mujer deposita los frutos. 

Beatriz ha comunicado a su madre, María, la extraña situación que se ha presentado por la mañana. Hasta ahora, lo que más le hace sentido es que ha ocurrido una equivocación. 

A Beatriz le gusta hablar con su madre. Sobre todo en los últimos meses, debido a que se ha mudado a un departamento. Su hogar se encuentra demasiado lejos de la universidad en la que estudia, lo que provoca que sea poco factible llegar a buena hora a clases sin tener que despertar a las tres de la madrugada. Por tanto, se aloja en su actual apartamento, el cual sólo está a 25 minutos en autobús de la facultad.  

María hace un nudo con la bolsa de plástico, en donde están los duraznos, y la deposita en un bolso de tela grande que lleva con ella. Paga los frutos y algunas verduras que ha embolsado también, y se retiran del lugar. 

El mercado es un sitio muy grande y con mucha variedad de tiendas y productos. Desde alimentos hasta ropa, desde joyerías hasta florerías, desde tiendas naturistas hasta venta de mascotas. Lo demás, Beatriz lo denomina como ‘’productos varios’’. 

Beatriz sumerge la mano en las habas, en los frijoles, en el arroz. Le relaja hacerlo. Su madre le ordena no hacerlo, pero la muchacha no puede evitarlo. 

Cuando salen del mercado, ambas caminan hasta la estación de autobuses. Llega primero el que lleva cerca del apartamento de Beatriz. 

—Adiós, mi niña—se despide María de su hija, abrazándola fuertemente y acariciándole el cabello oscuro y corto—. Ya de perdido te vi un ratito. Cuídate mucho. 

—¿Irás a casa desde aquí? Está muy lejos—responde Beatriz. 

—Voy a visitar a tu tío Juan, está a unos 40 minutos de aquí. Pero ya vete, se te va a ir el camión—ordena María. 

Beatriz sube al autobús, despidiéndose de su madre con la mano. 

Después de un trayecto de 25 minutos, llega finalmente a su departamento. Se encuentra con otra sorpresa: nuevamente, una carta. La recoge; esta vez no tiene sellos, sólo el destinatario ‘’La belle Beatriz’’. 

Se introduce a su hogar y abre la carta. 

‘’Qu'est-ce que mes yeux voient? Est-ce un ange divin ou jouez-vous une blague? Parfois, je pense que mes yeux me trompent, car il n'est pas possible qu'il existe un être aussi précieux. 

Je pourrais le regarder toute la journée; Ses mouvements gracieux et sa promenade violemment belle me captivent. 

J'aimerais aller la voir et l'embrasser avec douceur, caresser ses cheveux bouclés et enlacer ma main à la sienne. 

Mais je n'ose pas. Une fille aussi maigre qu'un pétale de rose ne mérite pas quelqu'un comme moi. 

Ou peut-être? 

J'espère qu'un jour j'ose’’. 

Nota que es un poco más larga que la anterior. ¡Qué desesperación no entender lo que dice! Realmente le gustaría saber cuál es el significado de todas esas palabras en español. 

Beatriz suelta un suspiro, agotada. No sabe si es por el diario estrés de la universidad o por el manuscrito. 

Enciende la radio, y suena Bésame Mucho de Consuelo Velázquez. Sube el volumen, le agrada esa canción. Se recuesta en el sillón, y piensa en cómo averiguar lo que dicen las, ahora, dos cartas. 



#44996 en Novela romántica
#29668 en Otros
#9310 en Relatos cortos

En el texto hay: cartas, poesia en frances, 50s

Editado: 09.03.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.