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Actualmente no sale rentable expresar lo que sentimos, pues existe una gran probabilidad de que todo salga mal y terminemos lastimados.
Los sentimientos ahora no son tan valorados, ya que, hay otros factores que hacen inferior esto si hablamos en el ámbito de relaciones de pareja.
Si te soy sincera, estoy en este instante dudando sobre aquella cosa, en si expresar mis sentimientos hacia ti.
Quizás sea apresurado, pero no me aguanto las ganas de hacerlo.
Tu forma de actuar me enloquece, la manera en la que te expresas hace que mi corazón palpite de manera exagerada y el modo en el que sonríes incrementa las mariposas en mi estómago.
Todo de ti es tan... perfecto.
Tus ojos color miel, tu cabello castaño oscuro, tu piel pálida y tus labios rosados.
Quien diría que...
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El sonido de la puerta abrirse alteró todos mis sentidos. Cerré rápidamente la libreta donde escribía mi carta y me incorporé de manera inmediata en mi cama.
Observé a la persona que se asomó detrás de la puerta y todo dentro de mí se paralizó.
Por un momento me quedé en shock, mi corazón volvió a palpitar de manera rápida y mi respiración era acelerada.
—Disculpa, yo... estaba buscando el baño y me he perdido.
Su voz ronca resonó en la habitación, haciendo que me perdiera escuchando aquella melodía.
—¿Me puedes indicar donde queda el baño?, por favor —llamó mi atención de nuevo, parecía algo confuso.
—Claro —dije en un hilo de voz.
Me levanté de la cama, caminé hacia la puerta y me quedé enfrente de él. Sus ojos color miel me miraban fijamente, tragué saliva y me preparé para hablar de nuevo.
—Mmm, mira, es por esa puerta —señalé con mi mano temblorosa.
Asintió, se giró para volver a verme y una sonrisa angelical apareció en su rostro.
Sentí que mi mundo se venía abajo.
—Gracias... —dijo pensativo.
—Naia, me llamo Naia.
—Gracias, Naia —sonrió y estiró su mano hacia mi dirección—. Soy Henrik.
Sí, eso ya lo sabía.
Estreché mi mano con la suya, una corriente eléctrica pasó por todo mi cuerpo y todo dentro de mí empezó a reaccionar.
Quitó su mano sobre la mía, hizo un gesto leve con su cabeza y luego se dirigió al baño.
Sonriente, cerré mi puerta y corriendo me fui a mi cama, para terminar con mi carta.
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Quien diría que hoy sería el día en el que tu me dirigieras la primer palabra por una equivocación.
Te confieso que hiciste que mi mundo se moviera por completo.
Hoy por fin me conociste, cuando yo ya te había conocido antes.
Naia.
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