Empiezo a reconocer que ésto de ser la cartuchera de Abigail es más complicado que solo pagarle a la cajera del supermercado chino de la esquina. ¿Tengo que explicarles? Bueno, mis argumentos son, principal y únicamente, que a ella no le importa nada mi bienestar. Es como que: ¡Nena, por favor date cuenta de que el mundo no gira alrededor de vos, los demás también tenemos la capacidad de sentir, no sos la única de la Tierra!
Es que, como comprobante de mi testimonio, ella siempre me llena la boca de cosas, y ni crean que me quedo callado. Le digo siempre que se detenga, que“¡basta!” y me sigue encajando más cosas. ¡¿Ah, que no me creen?! ¡Si ayer mismo la regla roja de allá lo vio!
Ahora no me negés que lo presenciaste todo, que ya no sirve para nada que lo hagas. ¡Ja ja, vieron que yo no mentía!
¿Será que lo hace intencionalmente? Eso parece. Y, si fuera ésta la razón, significa que no le importan los sentimientos de las personas ni su sentir. Es literalmente de lo que se queja cada que viene su amiga, Lucía. ¡Piba! ¿Y yo no siento nada, eh? No, ¿cierto, propietaria insensible?
¡Las cosas claras, piba, no andés quejándote por ahí cuando vos misma cometés el mismo error! Solo que no lo sabés ni parece que quieras.
Bueno, pero lo haga o no, de ésta forma yo podría morirme. O sea, es como si yo fuera un bus rumbo a la escuela: todos los marcadores, reglas, pinturas y de más materiales viajan como sardinas enlatadas, todos apretujados en mi interior. Y ni hablar si llega a haber una turbulencia: todos se enojan conmigo y me pegan por dentro.
¡Ni siquiera esperan a salir para hablar razonablemente! Jopidas espinillas...
Toda bronca o disgusto siempre va dirigido a mí. En cambio ella, mi dueña Abigail, feliz de la vida llevándome de aquí para allá sin preguntar por MI sufrimiento. ¿Ven cómo de dolorosas son las cosas para mí? ¿Ahora entienden y, por lo tanto, me creen?
Encima, y para hacerla quedar aún más mal, me mete objetos demasiado filosos que me pinchotean por dentro. No puedo estar más mal que con esas malas hierbas.
Eso sí, admito que con un cuaderno o una hoja soy incomparable, porque a los pobres les hacen tantos tatuajes en el cuerpo que ni les da tiempo de gritar. Solo viven para sufrir. Ya sabés, como todos los de acá.
Sé que tengo que hallar la manera de detener a Abi. ¿Pero qué? ¿Cómo? ¿Dónde? ¿Cuándo? Algo se me tendrá que ocurrir, porque sino estallaré física y emocionalmente. Y nadie quiere eso, ¿verdad? Además, ¡loco, éstos tienen cara de no tragarse la realidad todavía!