Casado con mi secretaria

Capítulo 16

Llegamos al hotel, pensaba ir a la fiesta de una sola vez, pero Alex insiste en querer cambiarse ese «odioso vestido» como le llama ella, no entiendo por qué si se le mira increíble, solo me quito la corbata y acomodo perfectamente mi saco.

—¿Así irás? —pregunta, mirándome intrigada mientras acomodo mi reloj.

—Por supuesto, vine hasta aquí porque tú querías cambiarte, así que apresúrate.

Alex ya sabe que «apresúrate» significa no más de cinco minutos, así es en la empresa y esto para mí no es diferente. Luego de pasados los cinco minutos observo mi reloj, ya me estoy desesperando. Voy a apresurar a Alex cuando ella sale rápidamente del baño.

—Oliver, ¿este vestido se mira bien con estos zapatos? —cuestiona, levanto la mirada para observarla y casi se me cae la quijada al suelo.

No puede ser, si creí que el vestido rojo le quedaba espectacular, este vestido negro bastante ajustado se le ve magnífico, hace resaltar sus pechos y se ajusta a la perfección a su delgado pero curvilíneo cuerpo, deja al descubierto más de la mitad de sus muslos que se ven estupendos, por Dios, si es mejor que varias modelos que he conocido. ¿Por qué no la conocí en otro momento y otra situación?

¿Cómo le digo de una manera no tan vulgar que se mira jodidamente exquisita y que quiero tirarla en esa cama y lamerla como a una paleta?

—Se… Se mira bien —balbuceo como idiota. Mejor llevo mi vista a otra parte antes de que mi entrepierna me delate.

Nos dirigimos a la limusina y la ayudo a subir, justo dos minutos después llegan Henry y Brittany, como siempre Brittany no saluda y lleva la cara más amarga posible, a mí no me importa, no me agrada desde que salía con David y se terminó casando con Henry.

Hablo con mi hermano todo el camino hacia la fiesta y no puedo dejar de ver las piernas de Alex, las lleva cruzadas y se ven tan tersas que me dan ganas de pasar mis manos por ellas. Maldición, qué tortura.

Llegamos al lugar de la fiesta, es un lugar inmenso, con luces de colores por todos lados, música electrónica no para de sonar, yo no soy amante de la música electrónica. El DJ comienza a decir unas palabras en italiano, Kevin y Dason ya están aquí y nos presentan a dos tipos más, uno de ellos es el anfitrión de la fiesta. Carlo, él es italiano, toma la mano de Alex y besa sus nudillos, lo miro seriamente, esto no me agrada y que lo sepa. Rodeo la cintura de Alex con mi brazo y la apego a mi cuerpo.

Una vez que el tipo se va, le sonrío y ella niega con su cabeza. Es que me divierten las reacciones de ellos.

Nos dirigimos hacia unos sillones de piel que rodean una linda mesa de cristal, están sirviendo pequeños tragos de vodka, hecho un vistazo al lugar, hay chicas lindas. Especialmente dos tipas casi frente a nosotros, pero a una distancia prudencial, con unos bellos vestidos casi transparentes y buen escote, ellas me están viendo, lo que me hace verlas a ellas también y coquetearles con la mirada, en ese preciso momento siento unas suaves manos tomar mi rostro y me hacen voltear. Alex junta sus tiernos labios con los míos y comienza a devorarlos aprovechando ingresar su pequeña y delicada lengua, le correspondo ese delicioso beso, nunca me había besado de esa forma, mi lengua se mueve a un ritmo sincronizado con la suya, y es que este satán besa tan bien que me hace perderme en segundos, maldita sea, llevo mi mano a su cuello para profundizar el beso, siento mi corazón agitarse.

Oliver, relájate.

—Eres una maldita —digo, entre besos deteniéndolo con lentitud.

Qué buena fuerza de voluntad. Estoy orgulloso de mí.

—¿Por qué? Por besar a mi esposo enfrente de todas estas degeneradas que lo miran con lujuria —dice, y recuerdo mi oración de hace unas horas.

—Solo memorizas cosas malas —le sonrío ampliamente y no puedo dejar de pensar en que quiero otro beso como ese.

—No vas a estar viendo mujeres enfrente de mí.

—Y si no... ¿qué? —la miro a los ojos de manera desafiante, así como ella lo suele hacer mientras tomo otro trago.

—Te corto los huevos.

¿Qué? La miro desconcertado, frunzo mi entrecejo y enarco una ceja. No me imagino a mí mismo sin mi masculinidad.

—¡Diablos! Ahora entiendo por qué no tienes novio.

—No tengo novio porque no quiero. Tengo malas experiencias. Todos son degenerados —contesta, tomando un trago que reposaba en la mesa redonda de cristal.

—¿Qué? Yo he sido buen esposo —riño, tomando uno de los bocadillos que nos han llegado a dejar.

—Tú me has puesto el cuerno en nuestros supuestos dos meses de matrimonio, Oliver.

—¿Qué? ¡Por supuesto que no! —es cierto, no lo he hecho—. Desde que me casé contigo no he tenido nada con ninguna mujer, no es porque te quiera ser fiel sino porque no he tenido tiempo de conocer chicas.

—¡Guau! Gracias por su sinceridad, señor Anderson —sonríe, haciendo un gesto de brindis con su trago—. Y dime... —Alex me mira a los ojos mientras dice estas palabras—. ¿Alguna vez piensas casarte? Me refiero a, en serio, formar una familia.

Interesante pregunta.

—La verdad no —contesto sin duda—, tengo suficiente contigo como para quedar traumado el resto de mi vida.

Y es cierto, si algo me agrada de tener una esposa como Alex es que puedo ser sincero sin pensar que la cagué y tener que buscar cómo contentarla.

Alex frunce el ceño y sonrío, es que se ve tan tierna haciendo esos gestos.

—¿Y tú? ¿Te piensas casar otra vez? —pregunto, no sé por qué siento curiosidad. Levanto la mirada para encontrarme con Carlo que está viendo a Alex de una forma bastante descarada.

—¡Por supuesto que sí! —dice de inmediato, lo que me hace verla con intriga.

—¿Por supuesto que sí? —cuestiono—. Me acabas de decir que solo encuentras hombres degenerados.

—Sí, pero muy en mi interior creo que aún hay hombres buenos, tal vez tú no lo pienses de esa forma, pero es reconfortante tener a alguien que te apoye, te quiera, te respete y te anime en esos momentos que lo necesites.



#728 en Novela romántica

En el texto hay: comedia, jefe, celos

Editado: 05.12.2019

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