Casado con mi secretaria

Capítulo 17

Alex va al baño, no tengo de otra que acompañarla, al menos entran y salen chicas bonitas de este lugar, nunca he entendido por qué las mujeres nunca van solas al baño, no me imagino yo yendo al sanitario con David y orinando juntos mientras hablamos de chicas, sería extraño; pero, bueno, siempre he dicho que las mujeres son seres extraños.

Pasan dos chicas frente a mí, están bastante guapas, y se me quedan viendo, y yo aquí casado, ¡demonios! También las miro, seductoramente pero serio al mismo tiempo, no vaya a ser que Alex se dé cuenta y luego ande haciendo lo mismo con hombres de aquí. Aunque parece que sí lo notó, cuando dirijo mi mirada hacia la puerta ahí está ella con sus ojos intimidantes y hace una seña con su mano de que me está viendo, esta mujer me hace reír, cierra la puerta y ya comienzo a ver mi reloj, cinco minutos son cinco minutos para mí.

Justo cuatro minutos después miro de nuevo el reloj, y ella sale, había arreglado su cabello y retocado su maquillaje, se mira linda y ese vestido ni se diga, tengo que admitir que he revisado cómo dibuja cada curva de su cuerpo cuando no me está viendo.

Solo quisiera pasar mis manos sobre esa deliciosa figura.

—Diablos, tendré que esconderte todos los relojes —menciona, caminando hacia mí, levanto la mirada y sonrío.

—Si me escondes los relojes fracaso como empresario, si no vas a ser disciplinado con el tiempo que haces las cosas, mejor no las hagas —digo, casi de inmediato.

—¿Qué? Más vale tarde que nunca, mi amor —¿acaba de llamarme… mi amor? La miro con una sonrisa enmarcada en mi rostro, esa palabra se escucha tan bien de sus labios. Tomo su mano y caminamos de regreso a la fiesta.

—Eso fue inventado por un flojo que no quería hacer su trabajo a tiempo. Conmigo vas a aprender que cinco minutos son cinco minutos —se detiene de golpe y me observa.

—Tú y yo nunca nos vamos a entender —dice seriamente, no puedo evitar reír y entrelazo sus dedos con los míos.

—Por supuesto que no —exclamo y esbozo una sonrisa.

Buscamos a los chicos, y casi de inmediato los diviso en la zona vip, nos hacen una seña para que nos acerquemos a ellos. La verdad estoy con ganas de irme.

—Yo quiero irme —hablo, muy cerca de su oído. Esa fragancia suya me embriaga—. ¿Y tú, Alex?

—Bueno, es temprano aún —contesta, tiene razón. Si estuviese solo no me quedaría, pero con ella creo que amanecería en este lugar.

Al llegar, solo veo que hay un pequeño sillón blanco al lado de Dason, tomo a Alex por la cintura y nos dirigimos al único lugar disponible. Lo tomo y tiro con suavidad de su antebrazo para que tome lugar sobre mis piernas.

El joven mesero nos lleva tragos, hablo con Dason sobre negocios y me comienza a contar su experiencia como corredor de bolsa de Wall Street. Alex toma dos tragos, toma uno ella y el otro para mí que no duda en llevarlo directamente a mi boca.

—Quieres emborracharme para luego aprovecharte de mí, ¿cierto? —enarco una ceja y sonrío.

—No sabes las cosas que pienso hacerte —guiña un ojo. Pone ambos tragos sobre la mesa y yo rodeo su cintura con mis brazos.

—Entonces continúa —también guiño mi ojo, ambos reímos.

Yo deseara que hablase en serio.

Se acomoda y se recuesta sobre mi regazo, continúo hablando con Dason y su novia comienza a besarle el cuello y comienza a reír, eso es incómodo, ojalá Alex nunca me haga eso, moriría de vergüenza.

Comienzo a acariciar el suave cabello de Alex, me encanta, y mucho más ese aroma que desprende, llevo unos mechones rebeldes detrás de su oreja y acaricio su cabeza, sé que está a punto de quedarse dormida. Siento su respiración en mi cuello y al voltear a ver su rostro sus labios están muy cerca de los míos.

Me siento tentado a besarlos; sin embargo, me contengo.

—Si te duermes te voy a cargar enfrente de todos y te llevaré así hasta la limusina, aunque no quieras —expreso muy cerca de su oído para que esté avisada.

—Por supuesto que no —contesta rápidamente y se levanta de mi regazo, quedando frente a frente conmigo, con su rostro muy de cerca al mío, sus grandes ojos verdes me miran con intriga, esa mirada que me hipnotiza, intento darme cuenta por qué me atraen tanto, tal vez porque el verde es mi color favorito, pero… he conocido muchas mujeres con ojos verdes y ningún par de ojos me han llamado la atención más que estos.

Su nariz pequeña y fina, sus labios como arco de cupido perfectamente dibujados en su rostro, rosados y carnosos. Esas increíbles ganas de besarla se apoderan de mí y ahora sí, voy a hacerlo, pero para mi sorpresa, ella se me adelanta.

No sé si será por lo tragos, pero, maldición… Me encantan estos besos.

Sus suaves labios están sobre los míos, y de una manera suave y delicada se pasea por mi boca. Correspondo a su beso de la misma forma pasiva, su cabello se interpone entre nosotros, lo odiaría, pero es tan lindo como para odiarlo, aparto cada mechón con mi mano y lo llevo detrás de su oreja, dejo mi mano en su nuca y luego la bajo lentamente hasta llegar a su espalda baja, con ganas de seguir más abajo, pero me contengo. Por algún motivo, este beso me encanta, escondo lo mejor que puedo la erección que aprieta mis pantalones. Miles de veces me dan ganas de llevar mis manos adonde no debo, pero recuerdo una y mil veces que es Alex y me puede matar si lo hago, muerdo su labio inferior y sonrío, tenía que hacerlo, también sonríe, y abre sus bellos ojos y los clava en los míos, tomo sus manos y entrelazo mis dedos con los suyos.

—¿Oliver, nos vamos? Antes de que me emborrache y amanezca con una terrible resaca —la voz de Henry me estremece y Alex se levanta casi de inmediato de mis piernas.

—Por... supuesto —balbuceo, ese beso de Alex me dejó desorientado.

Nos despedimos de todos, subimos a la limusina y se recuesta en mi hombro, sostengo su mano mientras hablo con Henry sobre cosas de la empresa, es un viaje largo, Alex se queda dormida como siempre. Llegamos, Henry y Brittany bajan de la limusina y veo que Alex aún no despierta, típico en ella, duerme como una boa, la tomo en mis brazos, ahora sí despierta.



#735 en Novela romántica

En el texto hay: comedia, jefe, celos

Editado: 05.12.2019

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