Casado con mi secretaria

Capítulo 18

Despierto cuando la luz que entra por la ventana golpea mis ojos, pestañeo varias veces para adaptarme a la claridad. Nos quedamos dormidos sin siquiera botar la caja de la pizza y sin cambiarnos, con razón no me sentía cómodo, Alex está bocabajo plácidamente dormida, parece un ángel con unas buenas piernas. Miro en otra dirección para evitar pecar.

Recojo la caja y algunas orillas de pizza que estaban regadas por la cama, qué desorden, yo detesto el desorden. Tomo una ducha y salgo en búsqueda de ropa, Alex nada que se despierta aún. Tomo mi celular, necesito llamar a Henry para ir a correr, no me gusta mucho ir solo y, ya que el maldito de David no está, él es la única opción. Entro al baño, no quiero despertar a Alex.

—Henry. ¿Salimos a correr? —digo, justo en lo que descuelga.

—Está bien, dame 10 minutos —escucho del otro lado.

Henry también sabe que 10 minutos son 10 minutos.

Me visto en el baño, no vaya a ser que Alex despierte de pronto y sea yo quien pase una situación incómoda, aunque a mí no me importaría, si me esmero en mi cuerpo es para que lo miren. Me pongo una camiseta de mangas cortas y me miro al espejo por última vez, se ajusta a la perfección a mis brazos. El negro del buzo y de las zapatillas hace resaltar el azul de la camiseta. Justo 10 minutos después Henry ya está en la puerta esperando por mí, lleva una vestimenta similar a la mía a excepción de su camiseta roja.

Salimos del hotel y comenzamos a recorrer la manzana. Llegamos a un parque, bastante cerca del hotel, me detengo a tomar agua con la respiración entrecortada, maldita pizza de ayer. Henry está peor, se detiene cada cinco minutos y luego continúa, no puedo evitar reír y burlarme. En ese preciso momento dos chicas bastante atractivas se nos acercan, con ropa deportiva bastante reveladora, una pelirroja, se ve natural, no como el rojo teñido de Andi, la asistente de David, y una trigueña, sus piernas morenas se ven fuertes, como alguien que pasa horas en un gimnasio, inmediatamente Henry se quita su anillo de matrimonio y lo guarda en su bolsillo, sonrío, y yo soy el malo según mi padre.

—¿Tú no lo vas a hacer? —murmura, al verme que no me muevo de mi posición.

—¿Por qué? —pregunto—. Este tipo de chica no le importa si estás casado o no —sé que tengo razón.

—¡Ciao! —ambas exclaman a la vez.

—Lo sentimos, no hablamos italiano —Henry se dirige a las chicas y ellas lo miran con una sonrisa.

—Creímos que eran italianos —expresa la pelirroja y yo frunzo el ceño, ni siquiera parecemos italianos—, es que necesitamos llegar a una dirección.

—Bueno, nosotros tenemos GPS en el hotel. Podemos ayudarles con eso. ¿Cierto, Oliver? —asiento con mi cabeza. Están guapas.

La pelirroja le extiende la mano a Henry y luego a mí, «Kristen» expresa, con una sonrisa bastante coqueta que yo contesto de igual manera. Nosotros nos presentamos y la trigueña hace lo mismo, «Jane». Y recuerdo a Alex, es su segundo nombre. ¿Por qué Alex me sale por todos lados?

—Entonces vamos, no está muy lejos —Henry dice a ambas chicas y ellas asienten, llegamos al hotel hablando sobre cosas triviales de sus vidas, nuestras vidas y sus ojos brillan al escuchar nuestros puestos laborales.

Nos sentamos en una mesa a conversar y desayunar, poco después la pelirroja se acerca a mí y pone su mano sobre mi antebrazo percatándose del anillo en mi dedo anular rápidamente.

—¿Eres casado? —ella frunce el ceño y me observa.

—Así es —contesto, sin verla.

Y como le aseguré a Henry ella le resta importancia mientras continúa su plática de manera sensual, creo que conozco este tipo de mujer mejor que Henry. Busco la dirección que me ha proporcionado en el GPS y al no obtener resultados busco la dirección en el navegador y tampoco, no tardo mucho en comprender que la dirección es falsa y sé qué es lo que quieren, sonrío, cuando una voz detrás de mí me saca de mis pensamientos.

—Disculpa, ¿puedo saber qué estás intentando encontrar en el brazo de mi esposo? —yo conozco esa voz. Inmediatamente Kristen se voltea y mira a Alex con sus grandes ojos castaños bien abiertos.

Esto no debe ser cierto, me volteo casi incrédulo ante lo que Alex acaba de hacer. Henry y Jane también miran a Alex perplejos, es que no sé si reír o molestarme por esta escena.

En cierta parte, se siente como un acto de celos y por algún extraño motivo, me gusta.

—Disculpa, yo no lo sabía... ¿Tienes esposa? —ella me mira, ¿qué? ¡Me acaba de preguntar por mi anillo!

—Te dije que soy casado —digo de lo más calmado posible.

Oliver, no te rías.

Ella me suelta de inmediato y se levanta de la mesa, «con permiso» —exclama llevándose a la chica al lado de Henry con ella.

Henry disimuladamente comienza a teclear en su computador, no teme por mí, teme por él y que Alex le cuente a Brittany. Yo miro a Alex con desaprobación, y no, ya no puedo aguantar la risa. Es que aún no me creo esto.

—Usted y yo vamos a hablar, señorita —le digo, una vez sentada en el lugar que la pelirroja estaba, ella solo me mira con una sonrisa.

—¿Por qué? Tú estabas dejándote manosear por esa tipa —también murmura, sin siquiera titubear.

—No me estaba manoseando, ya le había dicho que soy casado, solo estábamos buscando una dirección en el GPS.

—¿Y tú eras el único que podía ayudarla?

—Tú me has dicho que hay que ayudar al prójimo.

—Sí, pero no a un prójimo que use shorts que cubren menos que mi ropa interior —enarca una ceja y me preparo mentalmente para lo siguiente que voy a decir.

—Eso no es cierto —también enarco una ceja, ya había visto su ropa interior. De inmediato agranda sus ojos y me parece tan divertido, si no estuviésemos en público ni loco hago esto. Sé que aquí no puede golpearme. El mesero se nos acerca, nosotros ya habíamos desayunado, pero Alex no.



#736 en Novela romántica

En el texto hay: comedia, jefe, celos

Editado: 05.12.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.