Casado con mi secretaria

Capítulo 29

Ella corresponde a mi beso, de esa manera dulce como ella sabe hacerlo, amo sus besos, sus labios, cómo su lengua roza la mía de una manera delicada. Me encanta todo lo que tenga que ver con ella. Me separo lentamente de sus labios, aunque no quisiera, de mi parte me quedo así toda la vida, miro sus ojos, esos verdes suyos, tan lindos.

—Oliver..., te aclaro algo —dice—, yo soy la persona más seria que tú hayas podido conocer —¡sí, claro! Y aparta su mirada, pero esboza una sonrisa.

—Sí, claro —ironizo—. Vamos a comer algo luego de que compongan esta basura. ¿Te parece? —con sus manos toma las mías y entrelaza nuestros dedos.

—¿Basura? Oliver. ¡Es una Land Rover del año que viene! ¡Ni siquiera de este año! ¡Sino del año que viene! —una sonrisa se enmarca en mi rostro.

—Puedo comprarte una de estas si quieres, Alex. Pide gusto —hablo y ella me mira con su entrecejo levemente fruncido.

—¿Qué? ¡Por supuesto que no! Oliver, yo no quiero tener cosas por ti o por alguien, yo quiero tener cosas que yo pueda pagar y comprarlas por mi propio esfuerzo —una de las cosas que me gusta de este demonio rubio, es la única a la que le regalaría algo así porque sé que no le interesan estas cosas, una mujer que se acerque a mí solo por dinero no merece más que una noche y creo que es mucho darle.

Me hace sonreír.

—Lo sé, mi amor...

Hay un silencio entre ambos.

No sé de dónde me salieron esas palabras, pero se oyó tan cursi, qué vergüenza. ¿En qué me estoy convirtiendo? ¿En qué me está convirtiendo? Y ella se sonroja, eso me hace olvidar lo que estoy pensando.

—La forma que te sonrojas con este tipo de cosas... es única —digo, luego de ver esos lindos ojos.

—¿Qué? ¡No! —ríe nerviosa—. Es que... Bueno... Esa forma de mirarme a los ojos es un tanto intimidante —murmura y baja la mirada—. Bien, acepto la cena, pero no en uno de esos lugares finos que acostumbras. Quiero una hamburguesa.

¿Ah?

—¿Una hamburguesa? Eso no es comida. Es chatarra.

—Bueno, yo amo la chatarra.

Ay, por Dios.

—Bien... —suspiro—, pero con una condición.

—¿Cuál condición? —me mira intrigada, con sus ojos entrecerrados.

—Que salgas a correr conmigo mañana —yo también la voy a hacer sufrir. Ella levanta una ceja y sonríe.

—Está bien —en ese preciso instante, unas luces bastante potentes iluminan el rostro de Alex y ella cierra los ojos como acto de reflejo, volteo a ver y un hombre corpulento se baja con una caja de herramientas.

—¡Por fin! —exclamo, el mecánico, finalmente.

Alex se baja del capó del auto y la ayudo con mi mano, se va al lugar del copiloto, y espera mientras el mecánico arregla la camioneta, el mecánico habla de un tal radiador, pero no entiendo ni mierda, su cabello castaño bastante largo me tiene distraído, a cada rato está sobre su cara y siento como que fuera yo el que tiene los mechones en el rostro, no lo soportaría. ¿Cómo lo soporta él?

El mecánico se despide. ¡Por Fin! Aún tengo esa sensación de su cabello en mi cara. Subo al auto y Alex acomoda su cinturón, casi en diez minutos estamos en una estación de hamburguesas, miro el lugar con preocupación, solo veo la palabra «grasa» por todos lados.

—¿Estás segura? —pregunto, levantando una ceja.

—Por Dios, Oliver. ¡Baja de una vez! —se baja y rodea el auto, abre la puerta y me saca casi a jalones. No quiero entrar, soy tan obvio, en la entrada hay una enorme hamburguesa con pies y el nombre «Burger World» en letras gigantes, al verla Alex sonríe, sí, se ve divertida, pero yo nunca me acostumbraré a estos lugares.

—Dos hamburguesas con queso doble, pepinillos, tocino, res...

Me quedo perplejo.

¡No!

—¿Es en serio mujer...? —interrumpo. Eso se alojará en mi abdomen.

—Shhh... —todavía me calla—, papas y dos sodas, por favor.

No puede ser.

—De acuerdo —dice, la señora pelirroja detrás del mostrador.

Toma mi mano y me dirige a una mesa al lado de una enorme ventana que se divisa todo el exterior.

—Alex, yo tengo un físico que mantener —tomo lugar al lado de ella y ella tiene su entrecejo levemente fruncido.

—¿Por qué? No eres modelo ni actor porno. Además, tienes dinero, puedes tener a cualquiera a tus pies —buena teoría, pero no muy bien acertada.

—Sí, y luego te dejan por alguien con más dinero... —contesto como el más obvio—, mientras que si te mantienes en forma no son muchos los que te pueden hacer competencia, la mayoría con más dinero son abuelitos que no pueden satisfacer jovencitas, aunque pretendan que sí.

Y sabe que tengo razón, solo me mira divertida y sé que se ha quedado pensando lo que acabo de decir.

Una mesera se acerca con nuestras hamburguesas. La miro y repaso la hamburguesa como tres veces, no puedo creer que me vaya a comer esto. Lo que uno hace por las mujeres.

Alex sin pensarlo dos veces toma la hamburguesa y la lleva a mi boca.

—¡Alex! ¡No! —espeto, tomo la jodida hamburguesa con mis manos, Alex solo me hace cosas vergonzosas, a ella le parece gracioso, pero a mí no.

Comemos nuestras hamburguesas mientras hablamos estupideces de The Walking Dead. Y en ese preciso momento, cuando me estoy divirtiendo con sus ocurrencias, recuerdo, que a ella le gusta Paul y yo solo seré su amigo.

—Y... —la interrumpo—. ¿Qué te gusta de Paul?

Ella me mira, y yo bajo la mirada a la hamburguesa. ¿Por qué mierdas pregunté eso? Intento verme indiferente solo esperando su hamburguesa.

—Yo no dije que me guste, Oliver —sí me lo dijo, y lo recuerdo perfectamente, llevo mi vista a ella con mi expresión más neutral.

—Pero dijiste que lo considerarías una vez que esto termine —mi mandíbula se tensa.

—Bueno, es que... él es muy atento, tiene una sonrisa linda bastante tímida y lo más importante de todo, no camina viendo mujeres por ahí —eso me cae como un balde de agua fría, sí, tal vez miré algunas mujeres y me arrepiento por completo, pero fue antes de… De que ella me comenzara a gustar de esta manera.



#735 en Novela romántica

En el texto hay: comedia, jefe, celos

Editado: 05.12.2019

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