Casado con mi secretaria

Capítulo 31

Llegamos a un lugar de ventas de celulares, mi amigo Ken es el dueño y prácticamente un genio para estas cosas, lo busco con la mirada y ahí está, es el único con una gran barba que combina con el negro de su cabello.

—Por allá está Ken —señalo, la puerta se abre, Alex pasa y seguido de ella yo, la puerta se cierra automáticamente a mis espaldas.

—¿Ken? ¿Y también está Barbie? —pregunta, con toda la seriedad que ha podido recoger. Y la miro.

—¿Lo ves? Luego dices que eres la persona más seria del mundo —la miro con desaprobación sin evitar que una sonrisa se enmarque en mi rostro. Ken se acerca a nosotros y me da un abrazo a modo de saludo.

—Ken, ella es mi esposa Alex.

—Mucho gusto, Ken —ella dice, estrechándole la mano y él le corresponde de la misma manera.

—El gusto es mío —contesta, y mira a Alex de una manera bastante coqueta que ya conozco en él.

—Quiero que repares una reliquia que mi esposa dejó caer por accidente y no quiere cambiar —me estoy poniendo incómodo. ¿Hay algún hombre que no mire a Alex así?

Alex le entrega el celular y salimos de aquel lugar acordando volver dentro de unas horas, sin intenciones vuelvo a ver hacia atrás y ahí está él, viendo a Alex y puedo adivinar qué es lo que le está viendo, aprieto mi mandíbula, y me ubico tras ella. Si quiere ver un trasero que vea el mío.

Pasamos por una joyería que acostumbraba visitar cuando vivía aquí, su línea de relojes me fascina, comienzo a verlos todos y observo a Alex, quien está viendo un collar de oro blanco con un colgante que de aquí no logro ver qué piedra es, por la mirada de Alex sé que le ha gustado,
hay cosas que para mí no pasan desapercibidas y esta es una de ellas. Hablo con el encargado aprovechando que Alex está distraída viendo otras cosas y le pido que me envíe mi compra con ese collar, pago rápidamente y tomo a Alex de la cintura para salir de ese lugar, no quiero que mire que están retirando el collar para empacarlo, quiero que sea una sorpresa, y que sea especial.

—Hay un parque de diversiones en la otra calle. ¿Quieres ir? —pregunto, viéndola a los ojos, el sol golpea su vista y el verde de ellos se mira estupendo, qué lindos ojos tiene esta mujer y no, no me canso de decirlo.

—Por supuesto —sonríe, intentando bloquear el sol con su mano.

Llegamos al parque de diversiones y hay una serie de juegos mecánicos. La llevo hasta la montaña rusa, esta es la parte más emocionante, Alex observa aquella montaña y por su gesto, juro que es algo a lo que no le gustaría subir.

—Oh, por Dios. ¡No me digas que le temes a esto! —enarco una ceja y puedo jurar que se ha puesto nerviosa.

—La verdad... No es uno de mis juegos favoritos, Oliver —no puedo evitar reír, hay algo a lo que la superpoderosa Alex Carlin le teme. No lo puedo creer, otra forma de vengarme. Literalmente la arrastro a la fila para subir a la montaña rusa—. ¿Por qué mejor no vamos a aquel estúpido gusano de por allá? —pregunta, señalando el juego mecánico de un enorme gusano que es para niños.

—No, tú me haces hacer cosas que yo no quiero, así que tienes que soportar. Para que pienses dos veces hacerme sufrir.

Frunce el ceño y mira hacia arriba, rodeo su cintura con mis brazos detrás de ella, puedo oler el aroma de su cabello y me encanta, reposo mi barbilla en su hombro, tengo ganas de besarla, pero está tan sumergida en las personas gritando arriba de esa montaña, que ni se percata de la cercanía de ambos, me causa gracia verla de esta forma mientras pasa su peso de una pierna a otra inquieta.

La montaña rusa se detiene lentamente, por fin, ya me estaba aburriendo, todos comienzan a bajar y nos señalan nuestros lugares, la cara de Alex parece un poema en estos instantes, qué divertido. El joven de cabellera rojiza y una camiseta con el logo del parque se acerca a asegurarnos en nuestro lugar, una barra de metal sobre nuestras piernas y un agarre sobre nuestros hombros. ¡Estoy listo!

La montaña rusa comienza a moverse y Alex sostiene mi mano tan fuerte que temo que la sangre no pase hasta mis dedos, ya me estoy comenzando a divertir y eso que aún no hemos llegado a la cumbre, llegamos a lo más alto y comienza a descender desenfrenadamente, esto sí es adrenalina, Alex cierra los ojos todo el trayecto, y los abre cuando el aparato comienza a detenerse, seguro pensó que ya había finalizado, pero esta es la última vuelta y es incluso más rápido, los cierra de nuevo y aprieta mi mano con más fuerza. Río a carcajadas, no por el juego, sino por ella. Por fin se detiene en un túnel mientras las personas de adelante comienzan a bajar.

—Alex...

—Dios, ¿eres tú?

—No, soy Optimus Prime —suelto una risa—, es obvio que no soy Dios.

Hasta sus ironías se me están pasando.

—Ya me di cuenta —la escucho hablar con un tono de desesperación.

Nunca me he divertido tanto con una mujer.

—Mi mano es la que conocerá a Dios si no me sueltas, Alex.

Por fin me suelta y siento cómo la sangre fluye por mi mano lentamente, estoy seguro de que casi se escuchan los coros de los ángeles. Salimos del túnel y el mismo joven pelirrojo nos quita la seguridad del aparato y Alex sale lo más rápido que puede, se tira al suelo y comienza a acariciarlo como si nunca hubiese tocado el suelo antes, siento que mi abdomen duele de tanto reír.

—Alex... Qué... ¿Qué haces? —balbuceo, entre risas.

—Por favor, dile a mi familia que los amo, y que los llevé en mi corazón hasta el último minuto de mi vida.

—Alex, ponte de pie, maldición. No vas a dejarme viudo.

—Oliver, no es gracioso —me pongo en cuclillas para ayudarla a levantarse.

—¿Y para tu esposo no hay palabras? —pregunto, con una ceja enarcada tomando su mano.

—Sí, que lo espero en el infierno.

Uno queriendo ser serio y elige a Alex como esposa.

Mis risas se descontrolan, hasta siento vergüenza por las personas pasando a mi lado. Ayudo a Alex a levantarse y me lleva a jalones hacia una heladería como a unos 10 metros, mi celular suena, es un documento que David ha enviado y comienzo a leerlo.



#728 en Novela romántica

En el texto hay: comedia, jefe, celos

Editado: 05.12.2019

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